Es mayo, un mayo que marcea, fresco y húmedo. En El Escorial hay silencio, el silencio de media tarde, en una casa que fue vivienda de los hermanos Álvarez Quintero, a la sombra de un pinsapo con más de cuatrocientos años de vida. Dice Javier que en el árbol medita, y encuentra alguna energía que templa su vibración interior. Hemos quedado en su casa, a media tarde. En su hospitalidad pone un café ligero y unas pastas, sabedor de que los golosos no cambiamos y con unos dulces de calidad podemos conversar las horas muertas. La cita es para hablar, sin guion ni programa. El pretexto es su sexto libro, ‘Lulu en la jaula‘, editado por La Huerta Grande.
A Javier, siempre en busca de si mismo, le cuesta definirse, no encuentra una forma de presentarse: «tenemos que empezar a cuestionarnos a nosotros mismos, tenemos que aprender a conocernos, debemos volver a Sócrates y a los presocráticos. Ese método lo hemos perdido y por eso tenemos que cambiar la educación de arriba abajo. El sistema que construimos hace tiempo no vale. Hay que cambiar cosas fundamentales, y la primera es ser crítico con la realidad. Si no cambiamos desde la infancia, los resultados no van a cambiar. Estamos en una crisis de transformación, algo similar a la caída del Imperio romano. El mundo, tal y como lo hemos conocido, ha muerto».
Los temas se encadenan con facilidad en la conversación. Javier es poeta, escritor, periodista, alma inquieta. Dirige la Colección Obra Fundamental de la Fundación Santander. La más reciente aportación es Doce líricas para un nuevo mundo, tomo en el que doce poetas reflexionan sobre el mundo que viene: «el común denominador es un cierto pesimismo. Los poetas echan en falta el amor en nuestro mundo. No es fácil saber qué es el amor. Pensamos que está fuera. Pero está dentro. Yo lo descubrí gracias a una crisis, a una ruptura. Yo era un adicto al amor. Pero el amor es algo que está en nuestro interior, aunque lo busquemos fuera».
Hablamos de la ciencia, de la inteligencia artificial: «somos creadores de realidad, y cómo somos por dentro es lo que crea reacciones fuera. Lo fundamental no son las cosas sino lo que hacemos con ellas. No sirve de nada ponerle trabas a la IA, porque hay consorcios detrás que tienen un gran interés en que no tenga puertas. Hay tantas líneas de desarrollo a nivel filosófico en todo eso que los afluentes se van a ir de madre, en el buen sentido y en el malo. Internet fue una esperanza, de que haríamos un mundo más democrático. No podemos caer en dicotomías de bueno y malo, necesitamos una ética para programar los algoritmos, para que la IA tome decisiones. Y eso hay que enseñar a la gente que los programa cómo es un ser humano, cómo ser persona:»
Todo esto conecta con Lulu en la jaula, que es una búsqueda del ser humano: «Lulu es la búsqueda del paraíso en cada uno de nosotros. Todos llevamos dentro el paraíso y el infierno. Y son tres chicos masai que están en la adolescencia, una edad crucial en la vida. Depende de quien tengamos al lado para que vayamos hacia un lado u otro. Lulu es un personaje iniciático y un catalizador. Les va a enseñar muchas cosas. Es una fábula de la sabana, donde en realidad la unión con la naturaleza es el canto primordial del libro. La jaula es una metáfora del mundo actual».
¿Porqué la jaula?: «porque somos pájaros con las alas rotas, vivimos en jaulas de oro, muy cómodas, pero esa comodidad en la que estamos hace que no seamos nosotros mismos, nos aprisionan, no somos el ser que realmente somos, no llegamos a nuestras virtudes más profundas. Se remite a nuestras historias que hay en el pasado y en la sociedad. ¿A la sociedad le interesa que seamos los que somos? No lo sé. Lulu en suahili significa perla. La jaula la creamos nosotros, jaulas físicas, mentales, espirituales».
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