‘Las mujeres en Austen’ de Catalina León, el mundo de la primera escritora moderna

Las mujeres en Austen. Catalina León. Prólogo de David Cerdá. Editorial Rialp

Tiene mucha razón David Cerdá cuando advierte en el prólogo de este ensayo que ya no se practica la educación sentimental, esa lucidez a la que se llega con un corazón entrenado. Y uno de los grandes entrenamientos para saber escuchar el corazón, para «ver el mundo como realmente es» está en las novelas, en las grandes novelas. Uno aprende más de la vida en Guerra y Paz o en Crimen y castigo que en un tratado de anatomía patológica. El ser humano ha captado la complejidad del mundo a través de la complejidad de las historias. Leer, si la lectura es atenta y rica, es aprender a vivir, a sentir, a reconocer los sentimientos y a escuchar el latido profundo, la voz del corazón, donde reside esa verdad en la que encontramos el impulso primordial para «hacer lo que se debe hacer».

Sugiere Cerdá en el prólogo de Las mujeres en Austen que uno de los mejores antídotos contra este mundo nuestro tan conectado y tan poco vinculado, es el de cerrar los dispositivos móviles y abrir una de las grandes novelas que se han escrito. Y entre esas grandes novelas están las de Jane Austen.

El libro de Catalina León es es una disección de esas obras, también un análisis de la persona que las creó, y del contexto en el que fueron escritas. Sin duda la mejor invitación para zambullirse en una literatura que mejora el alma humana, de toda alma humana, no solo la femenina. No estamos ante una literatura para mujeres, si ante la gran literatura escrita por mujeres. Apunta León que «algunos hombres inteligentes a los que trato argumentan para no leerla que «no les interesan los temas específicamente femeninos», lo que no deja de ser una postura radical y bastante pretenciosa, pues de esa forma se pierden al menos el cincuenta por ciento de los asuntos que atañen a la humanidad entera»

Una escritora moderna

Es siempre importante situar a un escritor en su contexto histórico. Es ahí donde León nos describe el alcance de la revolución literaria que suponen las obras de Austen. La autora rompe con el romanticismo, «que hacía bellas a todas las heroínas y valientes a todos los hombres», y se centra en una vida llena de asperezas, «que solo la conversación, el cotilleo entre amigas o la solidaridad entre mujeres podía hacer más llevadera». Austen se fija en su mundo más cercano. No tuvo apenas educación académica. Pero tuvo a mano libros, que fueron su verdadera instrucción y educación. Y con esos mimbres, construye una obra que inicia la modernidad en la novela, y en la que cuenta la vida rural inglesa, en un momento en el que esa vida está a punto de desaparecer. Una escritora tan moderna, añade León, «como tu y como yo».

Austen demuestra su genialidad muy pronto. Con tan solo veintidós años escribe Orgullo y prejuicio. Es un genio discreto, que no firma sus obras. Es un genio que dota a su escritura de una verosimilitud asombrosa. Sus personajes son reales, complejos siempre. Austen, dice León, tiene dos grandes cualidades: una gran capacidad de para volcar en historias lo que su propia imaginación le sugiere, y una constancia y disciplina férreas para corregir sus escritos.

Es también una literatura que ha luchado siempre contra la incomprensión. Porque no se fija en el mundo exterior. No hay apenas alusiones a las guerras que en ese momento sacuden Europa, ni a las convulsiones que vive Inglaterra en un cambio de siglo tormentoso. Austen se centra en lo que a los hombres y a las mujeres les afecta: «la apuesta por las emociones es, en sí misma, algo escandaloso. Hasta entonces nadie había entendido (y todavía muchos no lo entienden) que la revolución mayor es la de los gestos y que las guerras más cruentas se libran en el interior de cada uno de nosotros».

Solo añadiré un detalle más a la reseña de este magnífico libro que ha nacido del amor a la gran literatura de Austen: el valor de las cartas y el de la conversación. Dos artes que están en la vida de Austen, en su formación, y en la forma en que conocemos la complejidad del alma de sus personajes femeninos. Austen escribió muchas cartas. No todas se conservan porque las que tenían más contenido íntimo fueron destruidas por su familia. La pérdida de la costumbre de escribir cartas nos ha privado de un conocimiento técnico esencial para los humanos: la capacidad de introspección, de autoanálisis, y la de volcar, ordenados, nuestros sentimientos, en textos que sirvan a otros para conocernos. El segundo, el de la conversación, es otro arte también hoy disminuido. Su ausencia nos priva del auténtico conocimiento de lo humano. Es curioso, como señala Catalina León, que estas dos técnicas se revelen tan actuales, doscientos años después, en novelas escritas en otra época, pero que forman parte de las verdades universales de la humanidad.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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