‘El asesino’, un ejercicio de estilo de David Fincher

Desde que Alfonso Cuarón ganó el León de Oro Roma en 2018, Netflix intenta repetir el éxito en el Lido. A diferencia de Cannes, Venecia despliega la alfombra roja para las plataformas de streaming y este año también Netflix ha puesto en competición varios largometrajes. Después de El indigente El Conde de Pablo Larraín y Maestro de Bradley Cooper, The Killer de David Fincher tuvo su estreno mundial en la laguna.

Fincher fue el primer cineasta prestigioso contratado para crear la serie House of Cards y luego Mindhunter. Luego dirigió Mank, una película muy personal en blanco y negro sobre la génesis de Ciudadano Kane de Orson Welles, y sobre el guonista de la célebre película. Mank se basada en un guión escrito por su propio padre, Jack Fincher, un gran periodista (editor jefe de la revista Life) y ávido cinéfilo. Murió en 2003.

A la hora de promocionar a Mank, Fincher expresó su compromiso y su fidelidad a Netflix en la revista Première: “Dependiendo de la recepción de Mank, iré a verlos tímidamente y les preguntaré qué puedo hacer para redimirme, o me presentaré con la actitud de un imbécil arrogante que exigirá hacer otras películas en blanco y negro (…) Estoy aquí para ofrecerles “contenidos” –cualquiera que sea el significado de esta palabra– que puedan atraerles espectadores, en mi pequeña esfera de influencia«

Con The Killer, parece que Fincher quiere redimirse. Se trata de una película en color, un guión de serie B extraído del cómic del escritor Alexis Nolent (con el seudónimo de Matz) y del ilustrador Luc Jacamon. La historia de un asesino a sueldo (Michael Fassbender) que se vuelve contra su patrocinador. Déjà vu y déjà escuchado, como esa voz en off del asesino solitario y meticuloso, que mata el tiempo exponiendo una filosofía muy común en su profesión: “Sálvese quien pueda, mate o muera, la empatía es una debilidad”. O su método: “Anticípate, no improvises, no te fíes de nadie”. Son dos mandamientos de una profesión donde las verdades prácticas son realmente simples. Lo humano se escapa por algunas costuras: «escucho música para acallar la voz interior». La música es un estilo repetitivo: casi todas las canciones son del grupo británico The Smiths.

Reconocemos su estilo, el de Fincher, clínico y agudo, desde la primera parte, situada en París, mientras el asesino espera a su objetivo desde la ventana de un piso que está en obras Emprende un viaje por varias regiones del mundo (República Dominicana, Nueva Orleans, Florida, Londres, Los Ángeles) como capítulos de una venganza a sangre fría. Viaja hasta Nueva Orleans. Allí encuentra uno de sus objetivos. Si el asesino suele necesitar sólo una bala para eliminar a sus objetivos, su combate cuerpo a cuerpo con “el Bruto” es más exigente. Con esta única secuencia, brutal y feroz, el autor de Fight Club demuestra que no ha perdido su toque.

El sicario es sólo una variación del asesino en serie, figura tan popular entre Fincher (Seven, Zodiac, Mindhunter). Proyecta sus obsesiones (paranoia, autodestrucción, ultraviolencia) y su visión nada optimista del mundo. Todas salen a la superficie en este ejercicio estilístico que podría cerrar la colaboración de Fincher con Netflix. Su contrato exclusivo de cinco años finaliza en 2024. Ya tenemos curiosidad por saber qué continuación le dará a su carrera el ex niño terrible de Hollywood.

Marianne Échiré
Marianne Échiré
'Gourmet' y 'gourmande', adoro cocinar y disfrutar de la buena mesa, sobre todo en compañía. Soy exigente y quiero pensar que también justa en mis críticas. Y sé que hasta del más humilde tengo algo que aprender.

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