Atravesando un pasillo de muñecas hinchables e hinchadas, el sultán va camino de la investidura, como si le hiciera falta una ceremonia de coronación. La que comienza hoy será la investidura más falsa y truculenta de cuantas hemos visto. En primer lugar, porque el gobierno en funciones ya ha actuado como un gobierno con todas sus prestaciones intactas, con las prerrogativas de uno que ya estuviera investido. No le ha hecho falta la ceremonia del voto en la cámara para redactar leyes, para prometer perdones, condonar dineros, regalar privilegios fiscales a nacionalistas vascos y catalanes, entregar el control de los municipios navarros a Bildu y la gestión carcelaria de los etarras al orondo Ortúzar.
Todo eso lo ha hecho antes de recibir el refrendo del Congreso, por lo que hoy, lo que vamos a ver, es un mero trámite teatral, una escena con menos valor que el abrazo en Bruselas entre Santos Cerdán y Puigdemont. Tampoco sirve de mucho una investidura cuando antes de que se abra la sesión ya le hemos puesto escolta y coche oficial a Puigdemont, que ha pasado de traidor y delincuente, de secesionista y golpista, a presidente de la República. Le doy el título porque en su comparecencia ante unos periodistas mudos y silentes, después de firmado el pacto, se erigió Carles en poder judicial, ejecutivo y legislativo, en competencia directa con el caudillo de la Moncloa. Carles dictó leyes, repartió responsabilidades y culpas entre los jueces, se ciscó en el parlamento y en la nación, y apenas movió su melena en esa cabeza que ya está pidiendo una corona de madera antes de firmar unas órdenes de ejecución contra todos los magistrados que le han molestado en sus sueños.
Hay algo en lo que discrepo de la protesta que ayer llevó en volandas a unas muñecas neumáticas y que gritaba que Ferraz no es una sede política sino un puticlub. Pretendían así los protestantes degradar la categoría de la casa madre socialista, para llamar a sus inquilinos hijos de tal señora. Como llevo un año entrevistando a mujeres que ejercen ese trabajo, y habré visto a más de un centenar, les puedo asegurar que he visto en ellas más verdad cruda y auténtica y mucho más sentido de la realidad y la justicia del que uno puede encontrar entre el socialismo patrio, ese socialismo que ha recibido la carta de Saénz de Cosculluela, viejo militante, en la que le dice a Sánchez y su comité que dan vergüenza. Así que lo suyo sería que las próximas protestas del feminismo contra los clubes dijeran en la pueta: no sois un puticlub, sois una casa del pueblo, una sede socialista, o lo que proceda. La réplica del caudillo y del partido contra todo esto consiste en alabar a su líder hasta elevarlo a la condición de taumaturgo.
Fue al ver la edición del País cuando me di cuenta de que hemos entrado en la era del culto a la personalidad. Oyentes, hemos regresado al primer franquismo, cuando la prensa escribía que el general tenía el cetro más largo y el fusil más certero, que su visión imperial traspasaba el muro del pesimismo y las cordilleras del escepticismo para dibujar un futuro de esplendor y paz. Por eso el diario de Prisa decía a todo trapo en su primera Sánchez alumbra la amnistía, que es una mezcla de titular del corazón y de la política.
Ya recordamos este lunes que la directora Pepa Bueno viene de ese mundo periodístico que mezcla crímenes con revolcones, navajazos con coyundas, porque en ambas maniobras suele haber penetraciones e intercambio o pérdida de fluidos vitales. Alumbrar era antes un verbo fino para relatar un parto, pero tiene algo de Sánchez iluminando con su candil en las tinieblas de una España muy pero muy de derechas, con gente que defiende la igualdad de todos y el imperio de la ley, que hoy son cosas muy fachas y feas.
El alumbrador va por otra vía. Ese faro, ese timonel, ese conducator, ese führer. Seguro que fue por efectos del titular del diario El País por lo que la portavoz del gobierno dijo horas después que dentro de unos años pasará lo que Sánchez dice que va a pasar, porque la historia cumple la palabra de Sánchez, sea cual sea su verbo, diga lo que diga, y tenga la opinión que tenga en cada minuto. Y la palabra se hizo Sánchez. Y habitó entre nosotros. ¿Les suena a ustedes todo esto? ¿Recuerdan quizá los mayores lo de la luz siempre encendida, ya fuera día, ya fuera noche, del Caudillo de El Pardo? El mismo que el caudillo Sánchez desalojó del Valle porque en el gallinero español no ha sitio para muchos gallos, y para gallo de gallera, Sánchez tiene más plumas, más largas, y es capaz de trazar el futuro con meridiana claridad.
Tan meridiana que este martes el equipo de propaganda de la Moncloa difundió la falsedad, el bulo, la fake new de que Bruselas había aprobado la amnistía, porque no toca los fondos europeos, como si a Bruselas solo le interesara el dinero prestado a Sánchez, dinero que todavía no sabemos en qué se ha gastado. A la oficina de von der Layen la faltó tiempo para replicar que ellos no habían dicho tal cosa, así que la primera premonición de Sánchez sobre el futuro ha naufragado en los albañales de la trola, que es donde termina siempre la palabra del sultán, caudillo, führer, conducator, timonel. También nos dijo la portavoz de Sánchez, esa que estalla en elogios para el líder, que no había rastro del lawfare en los papeles que han firmado los socialistas. Minutos después salía el portavoz de Puigdemont para decir que sí, que todo el lawfare está en el espíritu y la letra de los papeles, y que hay que colgar de un pino a García Castellón, a Llarena y a todos los que se atrevieron a firmar autos y sentencias contra la secesión.
Pero el del bulo es el delito más leve de los que ha cometido el caudillo que hoy se corona. Firmar con la secesión el pacto que sellaron en Bruselas Santos Cerdán y Puigdemont es a todas luces un delito de alta traición a la nación y contra la constitución. Y ponerle escolta y coche a un delincuente además de una golfada implica la malversación de los dineros públicos. Es Puigdemont el que ha dictado el sentido y cobertura de la ley de amnistía. Es él el que ha exigido que tenga el alcance necesario para poder venir libremente a España, libremente y con escolta, como sabemos hoy, liberado enteramente de su actual condición de prófugo de la justicia, evitando de ese modo el más mínimo riesgo de ser detenido, juzgado e inhabilitado con el fin de poder presentarse sin traba alguna a las próximas elecciones autonómicas catalanas.
Pero cumplido el trámite de ser investido, Sánchez se apresura ahora a dar la batalla en Europa, porque la calle y Bruselas son los dos grandes obstáculos para sus planes. En la calle hoy vemos la primera investidura blindada, protegida contra una nación airada que protesta contra la venta del patrimonio moral de la nación por siete votos. En Bruselas porque llegan a aquellas oficinas miles de denuncias individuales y colectivas, contra esta infamia. El caudillo ha ordenado que todo se ponga al servicio de sus planes. Y por eso sus peones en Europa han impedido que se trate en el parlamento una denuncia contra el húngaro Orban por sus ataques a los jueces. Orban, que hasta ayer era el demonio contra el que sacaba el socialismo toda su artillería es ahora un buen aliado, un perfecto compañero de viaje para tritura al poder judicial y meterlo en la máquina de picar.
A Europa le debería preocupar y muy seriamente el hecho de que la amnistía vaya a dejar impunes los delitos relacionados con la injerencia rusa en el proceso de alumbramiento de la república catalana. Porque la Rusia de Putin puso todo su empeño y su dinero para que la secesión triunfara. Le aseguró a Puigdemont el acceso a créditos para financiar su gobierno, y un respaldo internacional suficiente como para moverse en las instituciones internacionales de la mano de Moscú, Venezuela, Irán, Nicaragua, Cuba y quizá Corea del Norte. Y esta injerencia estaba destinada no solo a romper España sino a debilitar Europa. Hoy podemos asegurar que con la investidura de Sánchez ya no necesitan poner más dinero en la secesión catalana, porque la sedición hoy se hace gobierno. Un gobierno, si, de muñecas hinchables en el que parece que hasta Fernández Vara, el que no pudo comer el sábado, tendrá su ministerio.
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