Existe una delgada raya que une Nueva York con Granada. El Albaicín con el Puente de Brooklin. La guitarra y el bajo, la psicodelia y el cante jondo en las cuevas del Sacromonte. El redoble de tambor del Cristo del Silencio y el ritmo salvaje de una batería de rock. El humo denso de una habitación oscura, las drogas duras, las grandes avenidas, los taxis amarillos y el fresco chispear de la lluvia en la Alhambra. El caos y el orden, la vida y la muerte, el alfa y el omega.
Si Lorca inspiró a Leonard Cohen a hacer música y a Enrique Morente a meterse a rockero, la Gran Manzana fue lugar donde Los Planetas, la emblemática banda granaía, sacaron en los 90 al indie en español de su refugio antiaéreo y lo hizo despegar a la categoría de mainstream. Una semana en el motor de un autobús, que así se llamó aquella obra, se convirtió en la banda sonora de miles de chavales de entonces, a base de canciones llenas de dolor -real o inventado, nunca lo sabremos-, rencor, desastres personales y amorosos y ruido, distorsión y voces apenas entendibles.
Sobre aquella época circulan, literalmente, miles de mitos y leyendas, tantos como estudiantes tenía Granada en esos años. Isaki Lacuesta recoge esas historias, esencialmente contradictorias y deformadas por los efluvios nocturnos, y se mete en el universo de cómo un grupo tremendamente autodestructivo es capaz de levantar un conjunto de canciones que pasará a la posteridad.
De la realidad a la ficción
La película comienza cuando May, la carismática bajista, acaba de dejar la banda para dedicarse a algo tan transgresor (para un rockero) como volver a la universidad a estudiar y tener una vida sosegada. A partir de ahí, los dos miembros que aún siguen en pie se enfrentan a sus propias dificultades, miedos, problemas de comunicación y frustraciones. Un primer primer disco de cierto éxito, una continuación que no llegó al nivel deseado, una discográfica multinacional que les presiona y drogas, ensayos, conciertos, noches, peleas y pensamientos nunca del todo confesados por algún tipo de parálisis emocional.
Hasta aquí, el guión concuerda con lo que los fans saben perfectamente que ocurrió en realidad Sin embargo, en los títulos iniciales de Segundo Premio se asegura que esta NO es una película sobre Los Planetas, tachando el NO con la X que sirvió de portada de aquel disco. De hecho, el único nombre que aparece en todo el metraje es el de May. El cantante no es Jota, sino «El cantante», el guitarrista no es Florent, sino «El guitarrista». Y así podríamos seguir con los demás personajes.
La pregunta que permanece en la mente es si las escenas que se ven en el Segundo Premio ocurrieron así, o si no son más que elucubraciones de unos cineastas con ganas de dar una vuelta de tuerca a un mito que, por cierto, entusiasma a los granadinos, hasta el punto de que casi nos dejan sin peli al negarse a firmar los derechos de la música. Y la respuesta, en boca del propio director, es que ni una cosa ni la otra, sino todo a la vez.
El caos y la gloria de la creación artística
Porque firmaron. Y tenemos que darles las gracias porque el resultado es una descomunal obra cinematográfica (ganadora, por cierto, de la Biznaga de Oro en el festival de Málaga) en la que todo, actores, guión, diálogos, luces, fotografía y demás crean una atmósfera capaz de meternos de lleno en el ambiente tóxico y obsesivo en el que vivieron no solo Los Planetas, sino tantas y tantas bandas justo en el punto de crear su obra maestra o morir (incluso literalmente) en el intento.
Es cierto que hay escenas claramente sacadas de la realidad, al igual que hay otras que son pura invención. Incluso las hay, como confiesa Lacuesta, que ocurrieron, pero no a ellos. ¿Acaso importa? En cualquier caso, en plena confusión de imágenes caóticas y distorsión sonora, Segundo Premio desprende una verdad innegociable, en base a unas actuaciones memorables y a un trabajo de dirección alucinante y alucinógeno.
Y a unas canciones, por cierto, tocadas y cantadas por los mismos intérpretes de la pantalla. Que no son Los Planetas. Pero suenan a Los Planetas casi mejor que los originales.