En agosto de 2018, una trabajadora sexual trans, Vanesa Campos, fue asesinada en el Bois de Boulogne, uno de los parques en los que trabajan las prostitutas en Francia después de la promulgación de la ley de 2016 que persigue a los clientes con multas de hasta 1.500 euros. Los resultados de esa ley han sido denunciados por organizaciones como Médicos del Mundo Francia: aumento de la violencia contra las mujeres, que se ha multiplicado por cinco; fomento del estigma que margina a las personas que ejercen prostitución; incumplimiento de los planes de ayuda que la propia ley establece. En los años de aplicación de la ley, tan solo 300 mujeres han dejado la prostitución, mientras las ONG del «rescate» reclaman dos mil millones más de subvenciones para sus programas. Y sin embargo, a pesar de ese fracaso, el feminismo abolicionista insiste en España en copiar la ley francesa. En el Día de la eliminación de la violencia contra la mujer, es necesario recordar que hay una violencia que el feminismo prefiere no tener en cuenta, y es la que sufren las prostitutas.
Silencio. Es lo que se escucha cuando una prostituta es asesinada. El feminismo abolicionista considera que el trabajo sexual es ya, de por sí, una forma de violencia, y que las mujeres, en esos contextos, son víctimas, lo reconozcan o no. Algo que niegan las mujeres que se dedican al oficio, que afirman que se pueden dar actos violentos o comportamientos agresivos, pero su trabajo se desarrolla de acuerdo a pautas pactadas de antemano, y en locales que disponen de medidas de seguridad y control. Encuentran más violencia fuera que dentro de la prostitución.
Tratar la prostitución como un acto esencial de violencia contra las mujeres lleva a normalizar los casos más graves. Claire Quidet, portavoz de Mouvement du Nid, una organización francesa abolicionista que apoyó la promulgación de la ley francesa respondió así al asesinato de Vanesa Campos: «la prostitución es una actividad peligrosa y violenta, y la ley francesa brinda herramientas de protección». Lo cierto es que la ley ha empujado a decenas de miles de personas a vivir en la clandestinidad, amenazadas de desahucio si los caseros saben a qué se dedican, y expuestas a robos y violaciones, como reconoce Alexia, una de las protagonistas del podcast SCRT. Voces de la prostitución. que ha trabajado en Francia, país al que no piensa volver.
Afirmar que la prostitución es un acto de violencia en sí mismo es normalizar el crimen, una forma de afirmar que «ellas ya saben dónde se meten», por tanto una forma de legitimar la violencia con las mujeres, basada en el estigma. Ante el crimen que le costó la vida a Vanesa Campos, Thierry Schaffauser, presidente de Strass, un sindicato de trabajadoras sexuales en Francia escribió: “La clase política sigue guardando silencio. Nuestras muertes son normalizadas. Si alguien que se dedica a la prostitución muere, se le da a su caso la misma importancia que al asesinato de un personaje en un videojuego: ninguna”.
El 42 por ciento de los trabajadores sexuales en Francia afirma que ha estado expuesto a mucha más violencia desde que la ley de 2016 entró en vigor, de acuerdo con una encuesta realizada por Médecins du Monde y otras organizaciones de la sociedad civil. Es sorprendente cómo la misma organización, Médicos del Mundo, es en Francia contraria a las leyes punitivas y en España es uno de los actores fundamentales del movimiento abolicionista. En España se trata de una de las organizaciones más beneficiadas por el Plan Camino, impulsado por la ex ministra Irene Montero. En el cuadro adjunto pueden comprobar el destino de los 204 millones de euros, gastados sobre todo en campañas de publicidad.
A la hora de abordar la prostitución y el grado de violencia que soportan las mujeres que se dedican al oficio, debemos tener en cuenta que la principal forma de violencia viene del estigma y del desprecio. Muchas mujeres entrevistadas en el podcast SCORT. Voces de la prostitución de lo que se quejan es de la violencia verbal que ejercen las abolicionistas sobre ellas: insultos y ataques verbales, pero también el castigo del silencio, la censura y la marginación en cualquier debate. Pero también debemos tener en cuenta que son muchas, como Angie, las que han encontrado la violencia fuera del ámbito de la prostitución, cuando han tenido parejas estables. Ninguna de las entrevistadas, y son ya más de 150 se ha quejado de violencia continuada de los clientes, sí de episodios puntuales. Sus testimonios componen un pretexto de reflexión para comprender mejor qué es la prostitución. Leyes como la francesa solo traen más violencia y sufrimiento a personas que ya tienen suficientes problemas en la vida como para que no les carguemos con más cruces.