La muerte ajena. Claudia Piñeiro. Editorial Alfaguara
Hay novelas que se construyen alrededor de un crimen. Y hay otras —como La muerte ajena, la nueva obra de Claudia Piñeiro— que se construyen alrededor de un silencio. El silencio de la muerta. Una mujer cae desde lo alto de un edificio en Buenos Aires. ¿Se suicida? ¿La matan? ¿Se resbala? ¿Y por qué importa tanto el cómo, si tan pocos se preguntan por el quién?

La mujer era prostituta, aunque no sepamos ni siquiera si ella se definía así. Su nombre no es más que una nota al pie en la historia que arman otros: vecinos, periodistas, policías, feministas, tuiteros, moralistas, proxenetas y políticos. Todos opinan. Todos explican. Todos teorízan. Pero nadie —ni siquiera la narradora central de la novela, una periodista que investiga el caso con intención de escribir un artículo— escucha verdaderamente a la víctima.
Piñeiro plantea una trama polifónica, y lo hace con pericia: voces cruzadas que no se responden entre sí, sino que se superponen, se contradicen y se alimentan del ruido de la calle, de las redes sociales, de la urgencia por tomar partido. La estructura recuerda a un coro desafinado donde todos cantan a gritos para imponer su versión. Se suceden los testimonios. La novela es una radiografía de la confusión contemporánea. Pero también, y sobre todo, de la hipocresía.
Porque mientras se debate si la mujer era libre o explotada, si cobraba mucho o poco, si estaba sola o era parte de una red, el cuerpo sigue allí: caído, roto, anónimo. Y la historia —como tantas veces ocurre en la vida real— no se detiene a mirar con compasión o respeto, sino que continúa su curso, convertida en espectáculo. Todos los actores de la novela utilizan a la víctima: unos para un ajuste de cuentas personal, otros para sostener sus teorías, casi todos para su propio reconocimiento como escritores, periodistas de investigación.
La prostitución, el gran campo de batalla
Piñeiro pone sobre la mesa, sin eufemismos, el debate incómodo que atraviesa el feminismo contemporáneo: ¿es la prostitución una forma legítima de trabajo sexual o es siempre una expresión de violencia y desigualdad? La novela no toma partido de forma explícita, aunque el lector avispado percibe una tendencia clara hacia el cuestionamiento del discurso regulacionista.
Como crítica literaria y como mujer que defiende la regulación de la prostitución en España —en tanto herramienta para proteger a quienes la ejercen y garantizarles derechos laborales básicos— debo señalar lo que considero una omisión grave en esta novela: La muerte ajena reproduce muchas miradas sobre la prostitución, pero ninguna desde dentro. La mujer que cae del edificio no tiene voz. Su vida es contada, interpretada y juzgada por terceros. Es un personaje ausente, cuya subjetividad queda borrada en beneficio del discurso ajeno. Y eso, tratándose de una novela que precisamente quiere denunciar esa dinámica, la convierte en víctima dos veces.
¿No habría sido más potente, más radical, más honesto, ofrecerle al menos una página, un monólogo, una carta, una confidencia? ¿Qué pensaba ella de su vida, de su trabajo, de su cuerpo? ¿Qué temía? ¿Qué deseaba? Piñeiro —que ha sido tan lúcida al retratar los entresijos del poder judicial y los límites del patriarcado en otras obras— elige aquí una estrategia narrativa que, aunque eficaz desde lo formal, resulta fallida desde lo ético.
Una autora imprescindible
Dicho esto, La muerte ajena no es una novela menor. Tiene momentos brillantes. La manera en que Piñeiro retrata la banalización de la tragedia en los medios es precisa y demoledora. El personaje de la periodista que hace de la muerte un trending topic es de una actualidad hiriente. También es notable la construcción del espacio urbano como escenario de violencia invisible: ascensores que se detienen, pasillos mal iluminados, cámaras de vigilancia que graban todo y no explican nada.
Piñeiro se ha ganado con justicia un lugar destacado en la literatura argentina contemporánea. Desde Las viudas de los jueves hasta Catedrales, pasando por Betibú o Tuya, ha explorado con inteligencia y mirada crítica las tensiones morales de la clase media urbana, los secretos de familia, los pactos de silencio. Sus novelas son siempre una invitación a mirar lo que se esconde detrás de la normalidad. Y su prosa, ágil y cargada de ironía, es uno de sus mejores recursos.
Pero en La muerte ajena hay una falla estructural que no puede pasarse por alto: una historia sobre una mujer silenciada no puede permitirse seguir silenciándola. La literatura, en su mejor versión, no solo reproduce el mundo. Lo repara.
Otras novelas destacadas de Claudia Piñeiro
- Las viudas de los jueves (2005): una aguda crítica a la burguesía argentina desde la intimidad de un country exclusivo.
- Betibú (2011): novela negra con una periodista como protagonista, que investiga crímenes en la élite porteña.
- Catedrales (2020): una de sus obras más aclamadas, en la que el aborto, el poder de la Iglesia y los vínculos familiares se entrecruzan en una historia dura y conmovedora.
- Elena sabe (2007): quizás su novela más intensa, que aborda la maternidad, la enfermedad y la autonomía desde una perspectiva profundamente original.