El nombre de Franco Maria Ricci está ligado a la edición de lujo, a la bibliofilia, a la elegancia, y al Labirinto della Massone, el laberinto más grande del mundo. Ricci es uno de esos hombres que han sido capaces de crear un mundo propio para habitar en él. Ha muerto a los 82 años. Nació en Parma en diciembre de 1937. Además de bibliófilo y coleccionista, era editor. Un editor especial, refinado, único. Su primera obra fue la impresión anastática del Manuale Tipografico di Gian Battista Bodoni, el tipógrafo creador de la «fábrica del libro perfecto».
Una vida por y para la belleza
«Soy un esteta a la antigua usanza, alguien que trabaja por y para la belleza». Esta es la escueta definición que daba de sí mismo Franco Maria Ricci. Belleza que implica rareza y originalidad. Al menos es lo que se desprende de una visita a su colección de arte, instalada en la Massone, su casa de Fontanellato, en Parma, donde construyó el mayor laberinto conocido en el mundo. Un capricho. Como un sueño de Borges, autor con el que mantuvo una estrecha relación. Ricci dejó a su paso por el mundo la revista FMR y una editorial con ese mismo nombre. Las dos fundadas sobre los cimientos de la belleza, y destinadas a producir libros y publicaciones de altísima calidad.
Una fundación en Parma
Franco Maria Ricci creó una fundación en Fontanellato (Parma), un pueblo de larga historia, en el valle del Po. Un edificio diseñado por Pier Carlo Bontempi Arquitectos, acoge la colección de arte del editor. Reúne más de 500 obras. Incluye pinturas, esculturas y otros objetos. Alberga además la biblioteca de Franco Maria Ricci. Es la biblioteca de un bibliófico, de un coleccionista, y también la de un editor. Allí están las obras de la editorial que se hizo célebre por editar facsímiles como el del Beato de Liébana o obras fantásticas en libros de lujo.
Uno de los mayores atractivos de la fundación es su maravilloso laberinto de bambú. Fue diseñado por Davide Dutto . El Laberinto della Massone nació de una promesa que Ricci le hizo a Jorge Luis Borges en 1977. Borges siempre había estado fascinado por el símbolo del laberinto, metáfora de la condición humana. Ricci eligió como inspiración el laberinto romano: ángulos rectos y dividido en cuartos, pero introdujo pequeñas trampas, y un perímetro en forma de estrella.
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