Auguste Rodin y Medardo Rosso, escultores del impresionismo

Auguste Rodin y Medardo Rosso. Escultores del impresionismo. Julius Meier-Graefe. Traducción de Guillem Usandizaga. Editorial Elba. Colección Talleres de Elba, 27.

Los Talleres de Elba nos presentan un fragmento de la gran obra en la que Meier-Graefe analizó las contribuciones a la estética de los dos grandes escultores del impresionismo. A los dos los conoció en París, a los dos los analiza con una perspectiva profunda, de largo recorrido, en la que comparecen no solo los escultores del Renacimiento (Miguel Ángel, sobre todo) sino también los pintores, desde los antiguos, hasta Velázquez. Porque en ellos descubre Meier-Graefe los caminos abiertos por los que transitaron dos escultores tan distintos, y tan determinantes en los rumbos posteriores del arte, en las perspectivas abiertas para la escultura.

auguste rodin medardo rosso

Auguste Rodin y Medardo Rosso son los dos máximos exponentes de una escultura que no se limita a representar el objeto, sino que aplica a la materia cualidades anímicas que despliegan una expresividad nueva, matices que no se encuentran en la apariencia del sujeto que ha servido como inspiración.

A diferencia de la escultura clásica, el impresionismo fusiona la realidad con una gran autonomía creativa. Su aspiración remite por ejemplo a la transición entre el Renacimiento y el Barroco, a la Pietá rondanini de Miguel Ángel.

Rodin explora caminos nuevos, y Meier-Graefe lo pone en conexión con la pintura de su tiempo. «ha explorado todos los caminos del instinto artístico, y en algunos ha llegado al mismo destino que muchas tendencias de la pintura moderna han buscado y encontrado con tanto éxito que casi podríamos creer que hemos alcanzado los últimos límites del arte, de los modernos». El arte de Rodin es el resultado de la confluencia de las matemáticas, de la naturaleza y del gusto. Es capaz de meter toda la humanidad en el gesto de una mano que levita sobre una superficie plana. A Rodin, dice el autor, «solo se le puede comparar con Rembrandt».

Pero luego está Medardo Rosso, y lo que «Rodin logra con agudeza de tacto, con depresiones que cortan la superficie en todas las direcciones, en Rosso llega a través de gradaciones que, si nos fijamos bien, son todavía más impresionantes que los métodos contundentes del otro, y permiten una relativa tranquilidad de superficie que es muy beneficiosa». Y así toda la obra de la escultura anterior parece material al lado de la obra de Rosso, en la que la piedra o el bronce adquieren la naturaleza del aire. Rosso es el «Mefisto de la escultura», el que aprende de los pintores de su tiempo lo que estos habían aprendido de los escultores antiguos. Rosso crea una escultura que no se parece en nada el resto de la escultura, vaporosa y líquida, luces y sombras, materia que no es materia.

Auguste Rodin Medardo Rosso
Fragmento de Los burgueses de Calais. Auguste Rodin

Para Rodin, la belleza consiste en representar los estados interiores. Para lograr esa expresividad distorsiona la anatomía. Rosso da un paso más. Crea un espacio indefinido, confuso, velado. Meier-Graefe expresa al final de esta obra su predilección cuando habla de Rosso como como de un artista sincero, un símbolo: «este hombre lo es, y debemos comprenderlo si queremos entender nuestra época. Hay algo de Rosso en todo nuestro arte moderno. Fue más afín a la época que cualquier otro, y creyó con más honestidad en sus promesas».

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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