Buenos días, España. 17 de noviembre

Concluida la sesión de investidura, el resultado es que la mayoría de la cámara ha elegido un muro y una risa como presidente del gobierno. No hubo más programa en su exposición de motivos que ese: la pared y la carcajada. Bueno sí, también repartió unos cacahuetes en forma de billetes de metro y autobús gratis para los niños y para los parados, para que se muevan gratis de aquí para allá, y nos prometió una vida de colores, como suele decir Otegui. Pero lo fundamental que ha prometido cumplir en los próximos cuatro años se contiene en esa barrera y en el desprecio. El muro como gran obra, el desdén como estilo, y los buenos a un lado, los malos al otro. En un lado la ley convertida en papel de estraza, al otro lado los que reclaman su valor. Que a partir de ahí suene Pachi López como ministro es pura coherencia.

No se conoce un nombramiento más coherente, en el caso de que se produzca, desde que Calígula hizo cónsul del imperio a su caballo. El equino superaba a Pachi en delicadeza, pero como mendrugo, López no tiene parangón en todas las especies cuadrúpedas. De ahí la pertinencia. Nada más adecuado que Pachi para el muro. Lo pones en la pared y te ahorras un contenedor de ladrillos y unos cuantos cubos de mortero. El resto de la pared, suponemos, estará compuesta por sujetos y sujetas similares, que tengan capacidad de ejecutar ese programa tan complejo, tan ambicioso, tan nacional, y de resistir las embestidas que, desde el otro lado, intentan abrir grietas entre las piedras. Un programa muy Sánchez, al fin y al cabo el único libro que lleva su firma, además de la tesis doctoral fraudulenta, es Manual de resistencia. El único programa que ha sido capaz de articular en su vida es el de resistir, y en esto, en esto sí, en esto es un maestro.

Le ayuda la compañía que se procura. En tan solo unos días el ministro del interior ha sido capaz de convertir la policía nacional en un cuerpo de mamelucos, palabra que en su etimología árabe significa esclavo, un ser poseído por su amo.  Y así, hemos contemplado con perplejidad cómo la policía infiltraba en las manifestaciones en Ferraz agentes vestidos de paisano que primero agitaban y jaleaban, para luego pasar a manejar la porra y detener a periodistas y a cualquiera que pasara por delante. Hemos visto también cómo agentes de uniforme apalizaban a ciudadanos que simplemente estaban ahí para protestar contra los atropellos de Sánchez y su gobierno. Golpeaban con saña, con entusiasmo, con dedicación.  

La reputación del cuerpo ha sido triturada en dos noches de excesos. Ya sabemos que a Sánchez no le preocupa el parlamento, donde hasta Coalición Canaria se ha sumado a la amnistía, supongo que a cambio de que les saquen de las islas a las bandas de africanos que llegan desde Senegal. A Sánchez solo le preocupa la calle, y un poco lo que diga Bruselas. Pero la calle le pone la tensión en la mandíbula, y ha tomado la decisión de repartir golpizas para ver si los que van a Ferraz se cansan y desisten, porque a la militancia socialista que vive en el barrio no le dejan ver la televisión, esos canales donde Sánchez es Petrus Imperator y Pachi López su caballo. Pero los que van no se rinden, y vuelven y repiten y repiten como si hubieran tomado Revital, aquello que anunciaba Jimmy Giménez Arnau.

Yo, que soy de la generación del Pelargón, no he visto una represión tal contra gente pacífica que no comete ningún delito desde los tiempos del general Franco. He visto, claro, a los agentes, dar una mano de hostias a gentes que estaban en la comisión flagrante de un crimen, pero no a la gente soberana que le dice al PSOE que, aunque el voto de la Cámara sea legítimo, la forma en la que lo han conseguido, las promesas que les han procurado el voto rompen la ley, la constitución y los consensos básicos sobre los que se asienta una sociedad. Porque es contra eso contra lo que se protesta. Al que se levanta contra este atropello, que Sánchez presida el gobierno le puede dar más o menos igual, pero que lo haga regalando privilegios que rompen el estado de derecho, eso es lo que le ha sacado a la calle en este noviembre aciago.

Ha comenzado un nuevo mandato de Sánchez con la incógnita de qué pasará en su lado del muro. Se enfrenta a compromisos firmados que sus socios le van a exigir todos los días, y que desde el otro lado del muro van a intentar que sean imposibles de cumplir. Es desde ayer rehén de un secesionismo que, como dijo la portavoz de Bildu, está ahí para terminar con el régimen del 78, que es el mismo régimen de libertades e igualdad que se defiende en la calle, a pesar de los mamelucos de Marlaska. Lo cierto es que el régimen del 78 está agonizando, si no es que falleciera en la sesión de investidura, por su pecado capital: un esquema autonómico que se ha revelado durante todo este tiempo como el ácido más corrosivo de nuestra democracia, un poder autonómico en el que terceras fuerzas, enemigas de España, han utilizado esa palanca para arrancar cesiones constantes del estado. Esa mecánica constante se ha encontrado ahora con el presidente más débil, el más necesitado de esos votos, y que ha demostrado tener una capacidad de entrega más allá de cualquier código y principio moral.

Se enfrenta al poder popular en autonomías y ayuntamientos y en un Senado donde el PP tiene la mayoría absoluta. Su naturaleza, la de Sánchez, le llevará a manejar las cosas como ha hecho hasta ahora: moviéndose en ese terreno en el que los hechos tienen un sentido, y sus palabras el contrario. Santos Cerdán nos ha contado que comenzó a negociar con Puigdemont allá por marzo, mucho antes de las elecciones de mayo. Es decir, que antes de que comenzara esa campaña, y mucho antes de que se convocaran elecciones generales, Sánchez ya manejaba la amnistía como moneda de cambio para repetir en el poder. Se presentó a ambas campañas con la firme promesa de que nunca se admitiría ni siquiera la posibilidad del perdón general para los delincuentes de la secesión. Supongo que esto habrá dejado muy contentos a sus votantes, una vez más engañados, despreciados y utilizados para esta maniobra. Construir un muro y despreciar al que está al otro lado. Esa propuesta binaria contiene todo el programa socialista de esta hora. Y la obra ya ha comenzado. Está por ver el precio que el psoe pagará por esta reyerta permanente en la que han convertido la nación.

Esto ha sido buenos días, España, en estudio radio, la radio global en español.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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