Buenos días, España. 24 de noviembre

Ahora que ya hemos preparado la amnistía y prepagado el chantaje de la secesión, esos quince mil millones de deuda condonados, ahora que tenemos la legislatura encarrilada y se barrunta ya en el horizonte un referéndum en el que solo podrán votar unos pocos españoles, ese ahora, ese mismo ahora es el momento de decirles a los enfermos de ELA y a sus familias que no hay dinero en la caja para atenderles, que España no puede pagar  sus cuidados, y que sería mucho más barato que eligieran una eutanasia de las facilita el estado en su catálogo de muertes a la carta. 38 millones de euros. Eso es lo que no tenemos. Si tenemos para la paga cultural de los chavales, tenemos viruta para todo tipo de asociaciones, como las que recibieron una lluvia de cientos de miles de euros antes de que Irene entregara su cartera entre lágrimas, babas y pucheros. Tenemos lana para subvencionar las majaderías más extrañas, siempre que sean ideológicamente afines y tengan perspectiva de género. Para la ELA, no.

Lo dice el llamado gobierno más social de la historia, el que gritaba que nunca dejaría a nadie atrás. Quería decir en realidad que nadie se quedaría atrás vivo. Con lo barato que le saldría al estado quitarse de encima ese lastre, el estado se lamenta de que estas personas elijan la vida, y les dice que su vida vale poco a efectos públicos, y que si se empeñan en estirarla se busquen ellos la vida. No forman parte de las especies sociales protegidas por el sultán. No tienen votos para decidir su investidura. Si los tuvieran. Ay sin los tuvieran. Estarían bien cuidados, preservados, atendidos y mimados, y hasta el sultán iría de vez en cuando a leerles los cuentos de las mil y una noches, para que prolongaran su legislatura y no le cortaran la cabeza.

¡38 millones! 380 les daría Sánchez si los necesitara. Por estas cosas, oyentes, España ha dejado de ser un estado de derecho para convertirse en un estado de capricho, de ley privada, donde la excepcionalidad de una situación hace a unos aristócratas y a otros pordioseros. Todavía no sabemos qué ha hecho el sultán con los dineros que vinieron de Europa. Este jueves Geert de Wilders, flamante ganador de las elecciones en Países Bajos decía que el gobierno de España promete reformas para que le den dinero, pero cuando llega la viruta los españoles vuelven a la siesta. Ojalá fuera a la siesta. Dice siesta donde debería decir malversación o por ser meridianamente sinceros, donde debería decir robo, que aquí los fondos de Europa han servido no para caprichos sino para vicios. Vicios respetables, ojo, mientras uno se los pague con el sudor de su frente. En Holanda nos tienen tomada la medida y saben, como sabemos nosotros, que en una competición de trolas, a Sánchez no le gana nadie en el continente.

El sobrecogedor Sánchez se ha marchado a Israel donde ha dicho que está sobrecogido por lo que ha visto en un kibutz. Sobraba el viaje si se trataba de mostrar repulsa y horror por los crímenes del siete de octubre. Ha pasado mes y medio en el que podía haber mostrado ese mismo sentimiento y censurado a las ministras antisemitas de su gobierno. Las ha relevado del cargo para poner a otras como Sira Rego que dicen que los pogromos de los héroes de la Unión soviética se deben aplaudir porque contribuyeron a la revolución de la clase obrera. Eso sí, Sánchez ha intentado darle a Netanyahu unas lecciones sobre cómo se lucha contra el terrorismo y el primer ministro de Israel le ha explicado algunas cuestiones evidentes: si un grupo terrorista pone como escudo a la población, es imposible combatirlo sin que mueran civiles. Si un grupo terrorista se esconde en hospitales y los utiliza para encarcelar a los rehenes secuestrados el siete de octubre, morirán inocentes en la respuesta, y si un grupo terrorista tirotea a la población que quiere huir del territorio para evitar la guerra, entonces es imposible que no mueran civiles, porque son los propios milicianos de Hamás los que los asesinan, porque ya no les sirven como escudo. A lo que el sultán, henchido de gozo por su rendición ante la secesión catalana, no ha podido replicar más que con un mohín de desconcierto.

Él, que ha sido incapaz de defender la nación ante los intentos de romperla, que la ha entregado a sus enemigos para mantenerse unos días más en el poder, no está en condiciones de dar lecciones a nadie que se encuentre en posición de defender a los suyos con las armas y de proteger a su estado de los enemigos. Lecciones morales de Sánchez, ni media. Ahora dice que sea la Autoridad Nacional Palestina la que se haga cargo de Gaza. Bien, la autoridad nacional está dirigida por un sujeto que niega incluso el holocausto, y para ponerse al frente de Gaza debería primero eliminar todo rastro de Hamás, porque Hamás no piensa entregar ese control bajo ningún concepto, y solo la desaparición de ese grupo terrorista podría abrir el camino para que la Autoridad gobernara en la franja. El viaje en esto ha sido improductivo. Solo ha servido para que Sánchez cuente su estupor por la orgía de sangre de Hamás y le pida al gobierno de Israel que no mate niños, como si la operación en Gaza fuera como la campaña de Herodes después de la Navidad. Israel ha vuelto a darle a nuestro presidente con la puerta en las narices con el anuncio de su ausencia en la próxima cumbre euro mediterránea de Barcelona. No están para actos de propaganda del socialismo español.

Pero no pierdan la esperanza, no piensen que este viaje ha sido un viaje completamente inútil. Más bien al contrario, creo que puede ser uno de los usos más rentables del Falcon para la nación española. Porque Sánchez habrá preguntado y habrá aprendido cómo se construye un muro, como se lo hace duradero, inexpugnable, impermeable, indestructible. Si hay un muro sólido para evitar la llegada de los bárbaros es el que separa Israel de Cisjordania. Digo los bárbaros con ironía, no se vayan a venir arriba los ofendiditos. Pero es que recuerden que el programa primero de Sánchez, el que fundamentó en su investidura, a parte de la risa loca de frenopático que le brotó del fondo del alma como una burbuja pestilente, a parte de esa carcajada atroz, el programa era levantar un muro como el de Jericó, vertical y rocoso, para crear una fortaleza donde estarán los buenos intercambiándose amnistías y referendos entre ellos. Y al otro lado la España mala, mala más que mala, la España que reclama igualdad ante la ley, esa reliquia tan antigua que ahora se venera tan solo en algunas casas, en las casas de la España mala. Un muro, el padre y la madre de todos los muros. Eso se puede traer Sánchez de palestina, un muro con sus planos y sus torres de vigilancia, un muro que inaugurarán Puigdemont y Otegui, el que nos promete una vida de colores.

Mientras, aparecen algunas grietas en la obra sanchista. En el constitucional el magistrado Campo se ha apartado del análisis de la ley de amnistía. Lo ha hecho en un escrito presentado al tribunal. Lo ha hecho sin perder permiso. No tenía por qué pedirlo, pero a Conde Pumpido esto le ha sentado muy mal. Tanto que abroncó al magistrado. Campo ya se manifestó públicamente contra la ley de amnistía, así que ahora tenía imposible votar a favor a la vez que salvaba su decencia. Ante esa incompatibilidad, ha preferido quedarse a un lado. El asunto es relevante porque debilita el frente progre en el tribunal, donde hay otros magistrados que podrían, quizá deberían seguir el mismo camino que Campo. Así que ahora tendrán que pasar por unos cursillos de adoctrinamiento y disciplina impartidos por Conde Pumpido para evitar nuevas deserciones que podrían dejar a los partidarios de borrar delitos de la secesión en franca minoría.

Por lo demás, se va acercando el final del año y se barruntan ya nuevas subidas de impuestos que sigan permitiendo a este gobierno nuevo que parece muy viejo seguir extrayendo rentas de la cuenta de los españoles. Será su forma de ajustar la economía: hacernos a todos un poco más pobres para que los ministerios puedan seguir gastando, en todo menos en lo necesario, en todo lo que ideológicamente consideren oportuno. Por eso las empresas, las grandes y las pequeñas, dicen que si tuviéramos normalidad fiscal invertirían más. Ante la anormalidad, prefieren ser cautelosos. Porque tenemos un gobierno que piensa que la mejor forma de evitar que haya parados es terminar con los empresarios, que son los que despiden.

Y es que, oyentes, nos pasa como a los argentinos, que la principal causa del declive de España, de la pobreza de los españoles, de la miseria en la que tienen que sobrevivir los enfermos de ELA con los que iniciábamos este saludo de hoy, es el gobierno de la nación.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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