Buenos días, España. 5 de diciembre

Mientras la secesión le saca a Sánchez el referéndum de autodeterminación, la Fórmula 1 se marcha de Barcelona y se instala en Madrid por una década. No hay relación de causa efecto en esas dos noticias, solo han coincidido en el tiempo, como si fueran lo que Sánchez llama justicia poética, dos palabras que para el Sultán son solo la expresión de su resentimiento. Lo digo a tenor de las primeras entregas de los pasajes más llamativos de su libro Tierra Firme.

Sanchez solo firma libros que no escribe: su tesis doctoral, su Manual de resistencia, y ahora este en el que parece Colón recién llegado a aquella isla que llamaron La española, y que hoy se llamaría como dijera Puigdemont. Le podrían haber puesto Manresa, por ejemplo, o Granollers.

En ese Tierra firme, Sánchez ajusta cuentas con Sánchez Galán, el presidente de Iberdrola. El ajuste de cuentas es una buena forma de incentivar las buenas relaciones, el buen rollo, el rollo guay con las grandes empresas, que ahora congelan sus inmediatas inversiones, sobre todo ante el temor de salir retratados en el próximo libro que le escriban al Gran Timonel.

Dice Sánchez que, a Galán, el de Iberdrola, le salieron mal las presiones con las que intentó evitar el impuestazo del gobierno, y eso al Sultán le satisface hasta incluirlo en la categoría de lo justo y poético. Ese tono de venganza perra nos da la medida de lo que para el supone la justica, y lo que entiende por poesía., que es algo similar a lo que un forense entiende por vida, o a lo que un criminal entiende por virtud.  

Sánchez ha comenzado la persecución de los jueces que procesaron a los autores del intento de secesión. El Gran timonel es el patrocinador de esta causa general contra la justicia, de esta purga de las togas, con la que se inicia la fiesta de la represión y la reescritura de la historia. No solo se borran los delitos, sino que se condena a toda la nación, y a los jueces en representación de todos. Los magistrados van a ser los primeros que paguen el precio de la investidura de Sánchez, que ya se ha convertido en una fuerza destructora y disolvente de la nación. Dice el Gran Timonel que su cita en Suiza con la secesión es como la de Aznar con la Eta en tiempos de aquella tregua trampa. Es cierto y tiene razón, y conviene dársela, porque tanto la delegación de Aznar como la de Santos Cerdán se han entrevistado con grupos terroristas. La diferencia es que Aznar volvió a casa como Aznar, y Santos Cerdán ha regresado convertido en el capón de la secesión, orondo y mantecoso, dispuesto a ser sacrificado por Navidad, en el horno de los separatistas.

Uno se dio cuenta pronto de aquello era una celada, y sin embargo Sánchez se ha entregado a los contrarios, se ha convertido con entusiasmo en uno de ellos, se ha mimetizado con el paisaje, y es, a todas luces, el jefe de la banda que asalta la democracia. Hay un cambio sustancial entre una cita y otra, aunque el interlocutor de las dos, en efecto, fuera el mismo, y su naturaleza disolvente sea idéntica. En esta segunda cita, han ganado, gracias a Sánchez. Y no está alejado de la realidad el pensar, como asegura Mayor Oreja, que hoy en La Moncloa manda la Eta a través del sultán.

Demostrado queda que pueden más siete votos que todas las pistolas y bombas lapa de la banda. La fuerza ejecutiva de la violencia era mayor, sin duda, y mucho más trágica. El gran cambio entre las dos citas es que en la primera teníamos un gobierno con las cosas claras, y en la segunda tenemos a un miserable capaz de entregar a su madre a cambio de una dosis de poder. Lo hemos vuelto a comprobar al leer cómo el gobierno que preside el gran timonel acusa a la policía de los excesos de Ferraz. En las unidades de intervención policial que protegen una sede que debía ser fumigada para evitar contagios, en esas unidades mandan algunos policías con ganas de hacer méritos y escalar por su sumisión al delegado del gobierno.

Han empleado la fuerza con saña, y con la esperanza de recibir alguna medalla o condecoración que poner en su uniforme. Pues bien, el delegado del gobierno les ha dejado tirados al afirmar que todo exceso violento, todo porrazo contra ancianos ha sido cosa de los agentes. Al tiempo si no pagarán un precio por violencia desmedida. Todo lo que convenga a Sánchez para su continuidad, será ejecutado sin dilación, ya sea triturar policías o levantar un cadalso para magistrados.

Por tanto, metidos en la persecución y purga de las togas, ahora ningún juez que aprecie su vida y su hacienda se atreverá a llevarle la contraria al poder. El simple hecho de examinar a la magistratura y revisar sus sentencias en busca de una intención política nos convierte en una dictadura, donde la ley no es la que está escrita sino la que dicta o interpreta el poder ejecutivo de cada momento, o la mayoría que sostiene al gobierno. La separación de poderes ha muerto, y desapareció el día que este iluminado falso, trolero, y delirante llego a su tierra firme.

Fíjense, oyentes, que ya ni nos preguntamos qué piensa de todo esto el eunuco de Toledo. Porque ya sabemos que se trata de uno de esos sujetos que hace aspavientos y levanta la voz, pero a la hora de la verdad se arruga, mengua, se jibariza, y se convierte en un diminuto botarate que dice, pero no hace, amaga pero no termina, quisiera ser valiente pero le falta, y acaba por ser tan solo un ridículo proyecto de hombre. Ya es tan solo la expresión ejemplar y nítida de la anémica debilidad política de un socialismo que ha sido vaciado de cualquier principio y rellenado con la paja y el estiércol de los proyectos más sectarios de las minorías.

La Tierra Firme de Sánchez simula a la de Colón. Hasta Alfonso Guerra dice hoy en la prensa que si esto no amaina nos vamos al Caribe. Alude Alfonso a la Cuba castrista, o a la Venezuela caníbal de Maduro, donde Zapatero tiene puesto de asesor. Ojalá fuera caribeño nuestro destino, pero uno teme que el Caribe de guerra es el guano al que se encamina la nación por obra de un pícaro enredador y sin escrúpulos.

Dicho esto, a la oposición hay que recordarle cada día, cada hora, cada minuto, que, si Sánchez gobierna es, en buena parte, gracias a la división del centro derecha. No soy quién para decir cómo se recompone ese bloque, pero la evidencia confirma que una derecha dividida, enfrentada, hoy con las relaciones ya rotas entre el PP y Vox, es el origen de la risa de caballo del sultán durante la investidura.

Y la única forma de cortar la carcajada es buscar de la manera que sea, la unidad. No hay un buen líder en la derecha si no busca y logra la unidad. Porque lo que tienen en frente es un dirigente, Sánchez, que aspira a construir un régimen autocrático y a eliminar cualquier posibilidad de alternancia, un poder con un mando absoluto sobre las instituciones del estado, un poder al que nadie contesta, al que nadie replica, al que nadie discute. La prostitución política que practica no tiene precedentes. Ha vendido a la nación para perpetuarse en el poder, ha convertido a su partido en un mero apéndice de sus deseos, una herramienta de su ambición desmedida. Es la puta de Babilonia, rodeada de un coro de seguidores que han convertido a los medios, públicos y privados, en una cámara de eco que repite constantemente los mantras que emite la factoría de fontaneros de La Moncloa.

Así, el poder del Gran timonel se asienta en la mentira, en el sectarismo, en la infamia, en el oscurantismo, en la traición, en la venganza, en la ira, y en el resentimiento. Y a los resultados de esas bajas pasiones Sánchez los llama justicia poética. Si no vemos, oyentes, el tipo de persona que tenemos al frente del gobierno, es que estamos ciegos. No es el Caribe la Tierra Firme de Sánchez, es Siberia, con sus largas noches, su intenso frío, y la risa heladora de un dictador.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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