Sánchez ha puesto tanto dinero en la mesa de juego que a estas alturas de la partida no puede dar marcha atrás. Lo perdería todo. Es el pirata que avanza por la tabla clavada a babor. En el barco está la tripulación armada de cuchillos y pistolas, en el agua, los tiburones. Quiso hacer un pacto con los escualos, y ya le muerden las botas con sus filas de dientes, insatisfechos. La mejor forma de contentar a un tiburón, la única, me atrevo a decir, es dejarse devorar por él. Si La Esquerra republicana de Cataluña sacó dos mil euros para cada catalán, como dijo el viernes un ufano Junqueras, Puidemont pide más amnistía, perdón para la trama rusa del procés, y un regreso a España triunfal para él. Una llegada al Palau de la Generalitat, para gritar desde el balcón, “el sablazo ya está aquí”. Si uno pide caldo, el otro reclama dos tazas.
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