Confessions d’una sugar baby. M.V. Prólog de Laia Mauri. Edicions de la ela germinada
«Me llamaré Valèria», comienza su texto M.V, siglas con las que se nombra la autora (o autor) de este relato, presentado como confesiones, pero que puede ser perfectamente una novela, por mucho que en la primera página del libro se insista en que se trata de una historia real, sin ingredientes de ficción. No tenemos forma de comprobarlo. El sugar dating es una forma de prostitución, en la que una persona adulta, con poder adquisitivo, paga dinero y entrega regalos a otra más joven a cambio de compañía, afecto, experiencias sexuales. Laia Mauri afirma en el prólogo que el capitalismo ha mercantilizado el sexo. Sorprende la insistencia en estas cuestiones: en los países comunistas está tan mercantilizado como en Occidente. Si aquí es una estrategia económica, allí es una puerta a la supervivencia. Admitamos, como afirma el juez Richard Posner, que la prostitución es el resultado de un mercado en el que la demanda de sexo es siempre mucho mayor que la oferta de sexo gratis. Y esto vale para todos los sistemas, capitalistas, comunistas o la mezcla de los dos (China).

Son las mujeres del milenio las que con más reiteración e insistencia han escuchado el discurso del empoderamiento femenino. El choque con la realidad ha sido brutal: un mercado de trabajos precarios y expectativas limitadas. En ese contexto, las redes digitales han permitido el ejercicio de un poder, el sexual, con una facilidad que ha motivado el escándalo de ministras feministas, que después de proclamar el empoderamiento femenino se han asustado con el ejercicio que algunas mujeres hacen de esa fuerza. Así llegamos al llamado abolicionismo de la prostitución. La autora del texto que nos ocupa entra de lleno en el debate en el inicio de su relato: «es una polémica que tiene todos los defectos de la sociedad actual -sin que pueda verle ninguna ventaja. Nadie escucha a los otros: todos tienen una idea preconcebida, y se dedican a proclamarla con un megáfono, intentando ocultar las ideas contrarias» Digamos que aquí la autora se muestra equidistante, porque en realidad, en el debate, son las posturas que defienden la libertad de elección las que han sido silenciadas por el discurso oficial y dominante.
Pero entremos en el corazón del libro. Valèria (admitamos este nombre de guerra) es una joven de una familia de clase media. Generación milenial: «habíamos sido educados en un mundo sin dioses ni pecado, en una sociedad hedonista y pragmática, en un universo tecnológico en el que la pornografía se encontraba a un solo clic de nuestros ojitos maravillosamente adolescentes» Valèria comienza pronto con la masturbación, tan pronto como el quinto curso de la primaria. Con una prosa cuidada y culta, en capítulos breves, con idéntica extensión, Valèria narra varios episodios de su vida: el exámen médico en el que le detectan células precancerosas, el descubrimiento de que su madre tiene un amante, la pérdida de su propia virginidad, una etapa de anorexia y obsesión por la comida. Y su llegada a Valencia para estudiar lenguas modernas.
Prostitutas protegidas por el rey
Valèria se define como una mujer muy recatada, «una lolita, si, pero con los papeles en regla», una mujer que espera a cumplir los 18 años para cumplir sus fantasías. Administra el relato con inteligencia. En el capítulo 13 se dirige al lector para interpelar a su perplejidad: «se que os tranquilizaría pensar que una chica como yo no puede existir», y lamenta no ir en consonancia con el signo de los tiempos, con ese moralismo integrista que afirma que toda mujer que se prostituye es una esclava, sometida, violada y esclavizada ante el poder del dinero. El relato que Valèria hace de su vida como sugar baby está en las antípodas de ese tópico ideológico. Tiene encuentros con hombres a los que conoce por una aplicación, tiene claro que debe cobrar por su compañía. El primero le paga mil euros. No todos quieren sexo. Algunos buscan conversación, otros pretenden cumplir sus fantasías, y la mayoría intenta paliar su soledad.
Valèria, o quien quiera que sea la narradora, o el narrador de este relato, es culta, cita a los poetas más notables de la lengua catalana (Papasseit), y a los grandes de la lengua española (García Lorca), escribe en un valenciano pulcro, concreto, crudo pero elegante. Después de una serie de experiencias como sugar baby, que terminan con un chantaje por parte de uno de sus clientes, entra a trabajar en un famoso burdel de Valencia, el Regina. Y aquí cita un libro del que oye hablar en la facultad de filología: La regina de la pobla de les fembres peccadrius (1980), de Ferran Cremades i Arlandis. La perspectiva histórica. Valencia fue el mejor burdel de Europa. Las prostitutas tenían la proteccion del rey. Valèria ofrece una comparación con los tiempos actuales, y termina el libro celebrando la religión del orgasmo: «la única religión que vale la pena».
Valèria es un producto de nuestro tiempo, del mantra del empoderamiento femenino. ¿Porqué debemos glorificar ese empoderamiento en otros terrenos y reprimir, perseguir y castigar a quien lo ejerce como poder sexual? Si se trata de un autor o autora que ha construido un relato de ficción, demuestra conocer a fondo el mundo del llamado trabajo sexual, y además es una muy buena escritora o escritor. «La mía -termina- es una historia de amor. De amor propio. He dado placer a quien lo ha querido comprar». Espero con interés que el libro se traduzca al español castellano, y que ustedes, lectores, lo puedan leer, y escapen así a los versículos satánicos de quienes quieren imponer un moralismo fundamentalista.
El libro desmiente todos los postulados del feminismo abolicionista. Y anula el retrato y la tipología que el fundamentalismo progresista maneja sobre la mujer que se prostituye: bajo nivel cultural, sin capacidad para obtener otro trabajo, incapaz de articular un discurso coherente. La realidad es bien diferente, lo diga Valèria o cualquiera de sus amigas.