La crisis entre Marruecos y España pone encima de la mesa diferentes cuestiones entendidas y gestionadas de manera errónea, que han desembocado en un conflicto diplomático de primer orden y peor aún, en una tragedia humana. Parece ser que para el actual gobierno socialista Marruecos es ese extraño y desconocido vecino, puerta con puerta, con el que ni siquiera ha tenido el tradicional gesto de cortesía de buena vecindad. Un gran error, ya que con Marruecos no sólo compartimos frontera sino también cuestiones tan sensibles como la lucha contra el terrorismo, y relaciones económicas y comerciales. Pero la miopía política y la torpeza ideológica convierten al vecino en un extraño y con los extraños ya se sabe, ni confianza, ni alianza
Para los idealistas de conceptos como democracia e igualdad (desde Podemos hasta algún radical socialista) Marruecos es un vecino incómodo, porque lo ven desde su miopía política y ese prisma de la superioridad occidental sin pensar que la sociedad española ha tenido que hacer su camino hasta la actual calidad democrática, de la misma forma que ahora intenta hacerlo Marruecos.
Marruecos tiene muchos retos encima de la mesa que el contexto de la pandemia han empeorado: un país de 35 millones de habitantes donde el 43% son menores de 25 años ya de por soporta una presión importante. A esto le debemos sumar una tasa de analfabetismo del 51% y que el 63% de la población en edad laboral no tiene ninguna formación, con una tasa de paro antes de la pandemia de un 12’5%.
Está claro que la realidad es compleja y la solución no está sólo en ser un país democrático. Es ahí donde están centrados los esfuerzos desde la reforma de la Constitución del 2011. Hay otros retos, como los de crear estructuras de estado que garanticen la educación y la formación en todas las regiones y aldeas de país. O ir consolidando un sistema democrático mientras al mismo tiempo que se intenta limitar la influencia de los grupos islamistas como Justicia y Caridad, Grupo islámico combatiente Marroquí y las corrientes políticas Salafista que en los últimos años han ganado terreno entre los más jóvenes y han acogido a peligrosos combatientes Sirios.
«El patriotismo de Marruecos en el siglo XXI no está en la invasión de Ceuta y Melilla sino en su soberanía y proyecto de un país que gana fuerza en la escena internacional.»
Es cierto, la democracia marroquí no es igual que la democracia española pero ni su realidad social es la nuestra ni sus tiempos nos los nuestros. Pero tenemos intereses comunes y vínculos humanos culturales que nos unen que deberían haber servido para tener una mejor estrategia diplomática a la hora de trabajar. Pero la miopía y la torpeza lo han impedido.
Crisis en Marruecos
Ahora tanto Marruecos como España estamos ante uno de los peores escenarios que nadie le hubiera gustado tener que gestionar. Mientras España intenta darle un enfoque Europeo a la crisis y buscar aliados entre los países de la Unión Europea, Marruecos corre un grave riesgo de desestabilización política y social interna que intentan aprovechar las corrientes políticas islamistas desgastando la figura del Rey.
Porque los menores y los no tan menores no han llegado por iniciativa propia. A pie de calle y aprovechando la torpeza y las constantes crisis entre Marruecos y España, han estado trabajando en el terreno los islamistas que desde que se hicieron públicas y oficiales las relaciones entre Israel y Marruecos han estado estudiando y buscando el momento para debilitar al Monarca alauí. España se les ha servido la oportunidad en bandeja.
Hemos negociado a sus espaldas con su eterno enemigo Argelia y el Frente Polisario. Durante años hemos jugado al buenísimo con el problema de los menores no acompañados sin aplicar el acuerdo entre los dos países de retorno acompañado de los menores. Cosas típicas que suceden cuando un país desprecia e ignora los trabajos e informes de los servicios de contrainteligencia, cuando no entiende el valor de lo que significa realmente seguridad nacional o la importancia del Ministerio de defensa.
Es lógico que Marruecos ahora necesite replantear las relaciones con su vecino, ya que tiene un proyecto de país se está abriendo a nuevos mercados nuevos aliados y necesita marcar distancias con quien pueda entorpecer su proyecto. Es algo legítimo. Y quizás también ha llegado el momento por parte de España de descubrir a su vecino con una mirada más amplia con más estrategia y inteligencia.
Porque actualmente el patriotismo de Marruecos en el siglo XXI no está en la invasión de Ceuta y Melilla sino en su soberanía y proyecto de un país que gana fuerza en la escena internacional. La cuestión es ¿y que proyecto de país tenemos en España? ¿ Dónde quedamos en la escena internacional?
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