La carne
Hoy vamos a salir de la senda marcada por los Cuentos únicos de Javier Marías, y vamos a buscar el mejor cuento de uno de los grandes escritores americanos. Hablamos de Virgilio Piñera. La carga irónica de su relato La Carne es evidente. Ante la falta de carne en el pueblo, el señor Ansaldo es el pionero que comienza a comer su propio cuerpo. Desgaja un hermoso filete de su nalga y se dispone a hincarle el cuchillo cuando a su casa llega el alcalde. Ante el descubrimiento, el alcalde propondrá al señor Ansaldo como ejemplo ciudadano al resto de los vecinos. El relato oscila en su tono entre el humor y el terror.
Comer es morir. Conforme los vecinos del señor Ansaldo siguen su ejemplo, las relaciones sociales mueren: los jefes de la prisión no pueden firmar penas de muerte, las mujeres no pueden llevar sujetadores, y los bailarines deben dejar de bailar, para conformarse con estar bien alimentados. Así el cuento deriva hacia el absurdo, un absurdo con connotaciones políticas evidentes, en una Cuba condenada a un suicidio colectivo por el delirio de sus dirigentes. No es algo tan lejano. Ecos de ese absurdo los podemos escuchar todos los días en algunos mensajes políticos que se difunden en nuestra patria.
El autor
Virgilio Piñera nació en Cuba en 1912 y murió en la isla en 1979. Narrador, poeta, dramaturgo, y colaborador de la mítica revista Orígenes. En ella se agrupó la vanguardia literaria cubana, desde Lezama Lima hasta Eliseo Diego o Cintio Vitier. Fue además secretario de otra mítica revista, Ciclón, fundada y dirigida por Rodríguez Feo. Desterrado a Buenos Aires desde 1946 a 1958, el primero que publicó su obra fue Jorge Luis Borges, en Buenos Aires.