Las muertes concéntricas que traemos hasta esta serie de Cuentos únicos de Fanfan, es la versión en español del cuento titulado The Minions of Midas, que detalla el despiadado mecanismo de una sociedad de anarquistas. Fue publicado en España en el tomo dedicado a Jack London de La Biblioteca de Babel, colección de lecturas fantásticas dirigida por Jorge Luis Borges, que se encargó de la traducción de algunos de los cuentos recogidos en ese volumen. El que integra este podcast fue traducido por el autor argentino.
El cuento
Dice Borges que en Jack London se encontraron y se hermanaron dos ideologías adversas: la doctrina darwiniana de la supervivencia del más apto en la lucha por la vida y el infinito amor de la humanidad. Las muertes concéntricas es una expresión de esas contradicciones. Un joven al que la fortuna sonríe con un puesto como mano derecha de un magnate de los tranvías, pierde la alegría y las ganas de vivir. Sus amigos ven cómo desaparece de la vida social, sin explicación alguna. La primera línea del relato es la noticia de su muerte. Muerte por mano propia. El narrador recibirá una relación de cartas y explicaciones que darán un sentido terrible a los últimos meses de su amigo.
El autor
Jack London nació en 1876 en San Francisco de California. Su verdadero nombre era John Griffith. Según Borges, ese apellido galés sirve y basta para refutar la conjetura de su estirpe judía que sostiene Mencken. Se ha dicho que hijo de un astrólogo ambulante. Se educó en la calle. Fue buscador de oro en Alaska, soldado y buscador de perlas. Atravesó el Pacífico para llegar a Japón donde fue cazador de focas. De vuelta a Estados Unidos pasó un semestre en la universidad donde se convirtió al socialismo, » cuando el socialismo era fraternidad y abolición de los bienes personales».
Dice Borges que tanto London como Ernest Hemingway se «arrepintieron de su infatuación por la mera violencia; no es casual que los dos, hartos de fama, de peligro y de oro, buscaran amparo en el suicidio» «Jack London murió a los cuarenta años y agotó hasta las heces la vida del cuerpo y la del espíritu. Ninguna lo satisfizo del todo y buscó en la muerte el tétrico esplendor de la nada».