David Cerdá es economista y filósofo, que, como dice, es como ser oso hormiguero. Y trabaja en la empresa, ese es su ámbito profesional, siempre con una vocación filosófica. Es también escritor. A David lo descubrimos con ‘Etica para valientes’, un libro (Rialp) que ha sido como un aldabonazo que nos ha recuperado, actualizado, el concepto del honor. Cerdá está convencido de que ahí fuera se están cayendo la educación y otras cuestiones y por eso, y por su propio interés, la empresa se debe hacer cargo de muchas cosas y dar un paso al frente.
David Cerdá va y viene entre Sevilla y Madrid. Siempre con la agenda troceada para obtener la máxima eficiencia del tiempo. Cuando lo entrega, lo hace de forma intensa y concentrada. No mira el móvil, no hay distracciones. Somos tiempo. Somos lo que hacemos con el tiempo. Cerdá es profesor y escritor. Escribe y traduce. Y cuando conversa no mira el reloj. Hablamos en una sala fría de la sede de Decisión Radio. Lo bueno de este artículo está en su voz. Para los que prefieren el texto, lo que sigue es una síntesis de algunas cuestiones, las más interesantes de sus respuestas.
-¿Qué hace un filósofo en la empresa?
David Cerdá.- Yo casi diría al revés, me pregunto porqué hay tan pocos filósofos en la empresa. Todos los que hemos trabajado en empresas nos damos cuenta de que gran parte de los problemas derivan de que hay gente que no conoce a la gente, que no sabe cómo funciona su corazón y su cabeza. La empresa son personas. Y yo elegí aquella parte del acercamiento al ser humano que va más con mi carácter y con mi forma de ser.
-¿En qué momento fuiste consciente de tu vocación, cómo la descubres?
David Cerdá.- Me importa más la profesión que la vocación. Exageramos la importancia que tiene lo de dedicarse a lo que te gusta. A mi me ha gustado mucho hacer finanzas, y lo he hecho mucho tiempo, pero luego me he dedicado a otros temas. Tu vida te va llevando y lo importante para la gente joven es empezar por un sitio y descubrir si te gusta o no. La gente joven cambia mucho de sitio y cree que es una forma de crecer. Para crecer hay que quedarse en los sitios. La vocación, si se te da bien la vida, serán muchas en tu vida, y lo que tienes que hacer es seguir el camino y profundizar.
-¿Qué no te gusta de la empresa de hoy?
David Cerdá.- No me gusta que en muchos casos haya olvidado que el fin de una empresa no es ganar dinero. El dinero es como el oxígeno del aire, que lo necesitas para vivir, y la empresa, sin dinero, muere. Pero uno no vive, no está en este mundo para respirar. El fin de la vida no es ese. Pero la empresa sirve para mejorar el mundo, no en el sentido en que lo diría una candidata a miss Universo, sino en el sentido de que tienes que hacer cosas, productos y servicios que mejoren la vida de las personas. Y luego creo que la empresa no se ha dado cuenta de hasta qué punto no se debe separar de la sociedad. Hasta ahora la empresa decía: a mí que la gente me llegue bien preparada, y yo la selecciono. Pero ahora, cuando las cosas ahí fuera se están cayendo, no puedo contar con que algunas cosas vengan hechas. A la empresa le falta ese punto de dar un paso al frente de la sociedad, por puro interés, porque si no te ocupas no va a pasar.
Estamos aquí para ser una parte digna del todo, estamos para asumir nuestra parte de la aventura de la humanidad, que ha creado cosas maravillosas como la moral y el amor. Hemos venido aquí para estar a la altura.
-¿Cuál ha sido tu experiencia como autor de un libro tan relevante como Ética para valientes?
David Cerdá.-He encontrado a muchos lectores que me han escrito cartas muy personales, gente que se ha sentido reflejada en lo que es y en lo que le gustaría ser. Así que tengo la impresión de que he tocado algún nervio. El libro habla del honor ético, y su mejor definición está en el diccionario de la RAE: el honor es una cualidad moral que lleva al cumplimiento de los deberes con los demás y contigo mismo. Es una cualidad esencial. Las sociedades son buenas en la medida en que las personas tienen asumidos sus deberes. En esto las religiones han aportado mucho. No habríamos llegado a ese punto, por ejemplo, sin Jesucristo.
-¿Y qué fundamento tiene ese deber?
Hay que reunir la historia, la literatura, la psicología, lo vas a encontrar en Hamlet pero también en toda la experiencia del siglo XX, que ha sido costosísimo en dolor. Lo importante es conocer el ser humano, estudiarlo, qué es lo que hace que tenga una vida buena y eso depara una serie de deberes. Entiendo que soy pasajero en el mundo, que hay prójimos, y cuando entiendes eso es cuando llegas al centro y actúas en consecuencia.
-¿Y para qué estamos en el mundo?
No para ser felices. Para mi no es un fin autoevidente. Estamos aquí, como decía Kant, para merecer ser felices. Estamos para honrar. Para que estemos aquí hay mucha gente que ha hecho muchos sacrificios. Estamos aquí para ser una parte digna del todo, estamos para asumir nuestra parte de la aventura de la humanidad, que ha creado cosas maravillosas como la moral y el amor. Hemos venido aquí para estar a la altura.