Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género. José Errasti y Marino Pérez Álvarez. Prólogo de Amelia Valcárcel. Editorial Deusto
Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas. Abigail Shrier. Traducción de Mercedes Vaquero. Editorial Deusto.
Hablamos de la inquisición queer en el título, porque vivimos en un clima de represión y censura contra todo aquel que ose poner en duda los postulados de una ideología que ha convertido la realidad biológica en un mero accidente, para proclamar que sexo y género son lo mismo, y que la realidad primordial debe ser el sentimiento que cada ser humano tenga sobre su condición. Es mujer quien se declara mujer; es hombre quien así dice sentirlo. No hay más identidad que aquella que uno siente. El pasaporte, el DNI, no deberían tener marca de sexo. Sí de lugar de nacimiento, porque parece que en esto los hechos son inamovibles, por mucho que uno de Teruel se sienta de Bilbao. También de edad, porque te puedes sentir como si tuvieras veinte años, pero la fecha de nacimiento no engaña. El sentimiento tampoco vale para la ventanilla del banco. Solo vale para el sexo. Pero aquí, dice lo queer, es lo que cuenta. Y el que se oponga recibe una avalancha de insultos para que se retracte y no vuelva a abrir la boca nunca más.
Por eso es muy relevante que una editorial se haya atrevido, sí, se ha atrevido, a publicar estos dos libros, que nos parecen fundamentales para el debate, si es que en algún momento se pueda debatir. El estado del debate lo refleja muy bien es trino de David Cerdá en su cuenta de Twitter:
Hombres trans acosando, insultando y amenazando a mujeres, a las que señalan con la 🎯 TERF. Este caballo de Troya de la 𝐯𝐢𝐨𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐦𝐚𝐜𝐡𝐢𝐬𝐭𝐚 no lo hemos sabido ver a tiempo; es hora de que nos pongamos serios para atajar este infame y cobarde retroceso
— David Cerdá (@davidcerdag) August 30, 2022
José Errasti y Marino Pérez Álvarez son dos profesores de psicología de la Universidad de Oviedo. Su libro es científico, aunque abordan también cuestiones de la sociología y de la filosofía que nos ayudan a entender porqué hemos llegado al lugar donde estamos. Sostienen que el movimiento queer no aparece de la nada. Se basa en el malestar de las personas que no encajan con los estereotipos socioculturales de su sexo y de la marginación que soportan. Por tanto, según los autores, ese movimiento está justificado. Pero alcanza la miseria a la hora de proponer las soluciones. Y apuntan a cinco aspectos que obligan a cuestionar la teoría queer.
El primero es que se basa en una filosofía ya superada: el constructivismo posmoderno. El constructivismo afirma que no hay nada más que discursos, y que lo real no existe. Todo es una construcción. El sexo lo sería también, según esta corriente, nacida en Francia y adoptada en Estados Unidos. La lengua crea la realidad y la neolengua sería la encargada de crearla de nuevo. La consecuencia inmediata es la desaparición de la mujer como sujeto político. Por eso uno de los enemigos más combativos por lo queer es el feminismo político, señalado con la diana TERF.
La visión queer tergiversa además los conocimientos actuales sobre biología. Impone el género sobre el sexo: «el carácter binario del sexo lo determina su función evolutiva, que es claramente binaria, no el recuento estadístico de genitales. La evolución ordena conceptualmente el campo de la biología». El libro advierte además que las legislaciones inspiradas en la ideología queer han abierto la posibilidad de intervenciones quirúrgicas y farmacológicas agresivas e irreversibles, inquietantes entre jóvenes y adolescentes. El paciente más joven de una clínica de Los Ángeles especializada en estos casos es ¡un niño de tres años! Errasti y Pérez Álvarez apuntan a que la psicología es capaz de explicar los problemas reales de la visión queer recurriendo al análisis de cómo el aprendizaje social y lingüístico nos moldea. Nadie nace en un cuerpo equivocado, uno solo puede estar atrapado «en los discursos y normas que regulan y desregulan la identidad de género». Por tanto el enfoque debe variar, y se debe orientar a la «espera atenta, la exploración psicoterapéutica y la evaluación psicológica».
El libro de Abigail Shrier es el trabajo de una periodista de The Wall Street Journal. Señalado como texto relevante por The Economist y The Times, las dificultades para publicarlo han sido numerosas. Grupos de presión del movimiento queer movilizaron a sus redes para sacarlo de las librerías virtuales en la red. No es extraño. Como señalan Errasti y Pérez Álvarez el queer es el único movimiento que en sus publicaciones internas recomienda estar fuera del debate público, actuar en la sombra, no hacer ruido.
Entre la identidad y el negocio
Shrier trabaja el campo con mentalidad de periodista, y aporta numerosos casos de jóvenes que hicieron la transición de sexo por métodos farmacológicos y quirúrgicos y se arrepintieron, y de madres que analizan el porqué de la fascinación para algunos jóvenes con problemas de identidad, de la locura transgénero. Ambos dos libros analizan también el entorno, el triunfo de una persuasión que invita, desde las redes, desde la publicidad, desde las grandes empresas, que han abrazado al movimiento queer, a ser tú mismo. La adulación permanente combinada con el malestar, y el ejemplo de los influencers trans hacen el resto.
Los dos libros señalan también la censura, la persecución, lo imposible de un debate en el que, cuando expresas las certezas de la ciencia, cuando cuestionas las respuestas y soluciones que propone el movimiento queer, eres defenestrado y expulsado de la esfera pública o de la académica. Por eso no hay actor que no se adhiera a esos postulados. Nada de esto sería posible sin la infantilización de la Universidad. Tampoco sin la complicidad de las grandes multinacionales, que han visto una oportunidad de mercado. Es curioso cómo en lo queer se unen la extrema izquierda, enfocada hoy hacia la diversidad, y el neoliberalismo, siempre atento a las oportunidades de negocio.