Más de un siglo después de algunos hechos que recoge en sus reportajes, el Fondo de Cultura Económica ha rescatado las crónicas de uno de los inventores del periodismo moderno: Egon Erwin Kisch. Le apodaron el reportero vertiginoso. Estudio periodismo en la Escuela de Berlín en los primeros años del siglo XX y luego se movió siempre en círculos izquierdistas. En 1919 ingresó en el Partido comunista de Austria. Y en esos años publica reportajes de viajes por Estados Unidos, la Unión soviética y China. Pero en este repaso de su obra nos vamos a detener en uno de los reportajes que recoge esta edición del Fondo de Cultura. En España a Kisch se le ha editado con detalle, en los tomos ‘Nada es más asombroso que la verdad‘ y en «De calles y noches de Praga», textos recopilados en 1912 y publicados inicialmente en el diario Bohemia. Fueron editados en España por Minúscula. Xordica hizo otra edición de sus artículos con el título ¡Escríbelo, Kisch!
El reportaje de Kisch al que nos referimos se titula Cómo me enteré de que Redl era un espía. Se trata de un caso de espionaje, descubierto en mayo de 1913, que sacudió los cimientos del Imperio austrohúngaro. El coronel Redl era el Jefe del Estado Mayor del VIII Cuerpo del ejército del emperador. En mayo de ese año, los servicios secretos de Viena detectaron que se trataba en realidad de un espía al servicio de Moscú.
Varias cartas enviadas a la Oficina Central de Correos de Viena con datos cifrados y billetes por importe de 14.000 coronas fueron el detonante de la operación en la que se llegó a la certeza de que Redl trabajaba para Moscú. Las cartas, controladas por los agentes del emperador, fueron recogidas por una persona sin identificar en la tarde del 24 de mayo, poco antes del cierre de la oficina. La persecución posterior llevó a la policía hasta la habitación que el coronal Redl tenía en el hotel Klompser de Viena. Al día siguiente, agentes de la policía llaman a la puerta pero allí no contesta nadie. Y recurrieron a un cerrajero de nombre Wagner. Wagner hizo el trabajo a regañadientes, porque ese día tenía un compromiso ineludible: un partido de fútbol en el que se jugaba el ascenso de división. El entrenador de su equipo (Sturm) no era otro sino Egon Kisch.
Coronel Redl
Así fue cómo Kisch se enteró de la operación. Cuando echó en cara a a su mejor jugador una ausencia que propició la derrota, Wagner le explicó que había tenido que atender a la fuerza a la policía. Kisch pudo reconstruir la verdad. La misma noche del 25 de mayo cuatro altos mandos se presentaron en la habitación de Redl. El coronel confesó su traición. Había sido captado para el servicio secreto ruso por el agregado militar de Moscú en Viena. La llavé de la tradición fue el miedo al escándalo. Los rusos sabían que Redl era un activo homosexual. Los propios mandos de la comisión le entregaron a Redl el arma con la que se pegó un tiro en la sien. Kisch persiguió la certeza en todos los detalles, y no fue hasta 1924 que pudo recomponer la historia completa. Itsván Szaqbó llevó al cine la historia en Coronel Redl, protagonizada por Klaus María Brandauer.
España y México
En los años de la década de 1920 vivió en Berlín-Schöneberg. En la calle Hohenstaufenstraße 36, una placa conmemorativa recuerda al «reportero vertiginoso» («rasender Reporter»), como se le conocía también en Alemania. El 30 de enero de 1933 pasó a vivir en la calle Güntzelstraße 3 en Berlín-Wilmersdorf/Schöneberg, donde existe otra placa conmemorativa. En la noche del incendio del Reichstag (la noche del 27 al 28 de febrero de 1933) en Berlín fue detenido e ingresado en Spandau para ser deportado más tarde. En 1937 y 1938 participó en la Guerra Civil Española integrado en las Brigadas Internacionales. En 1939 huyó a los Estados Unidos, y luego a México, donde vivió exiliado, y donde se recuerda que fudó un club dedicado a Heinrich Heine y la revista El libro libre. En 1946 después de terminada la Segunda Guerra Mundial, regresa a Praga.
Siempre defendió que el reportero debe ser imparcial, no tener ninguna tendencia, y atenerse a los hechos. También que el periodismo puede se literatura con la condición de que sea verdad, porque, repetía «no hay nada más emocionante que la verdad». Kisch fue el creador de lo que hoy se conoce como la crónica.