El affaire Arnolfini. Investigación sobre un cuadro de Van Eyck. Jean Philippe Postel. Prefacio de Daniel Pennac. Traducción de Manuel Arranz. Acantilado Editorial
Se trata de uno de los cuadros más célebres de la pintura del siglo XV. También, quizá de ahí su fama, uno de los más misteriosos. El Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa fue pintado por Jan van Eyck en 1434, o al menos eso dice la letra escrita en la pintura. Representa a un rico mercader, Giovanni Arnolfini y a su esposa, Giovanna Cenami. Pero los historiadores del arte no han dejado nunca de discutir sobre la imagen que representa y su significado. Erwin Panofsky estableció que se trata de la pintura de un matrimonio, un enlace celebrado en secreto. Pero esa tesis se ha disuelto con el tiempo. De hecho aguantó poco. Sobre todo porque la familia Arnolfini era amplia. Y no se sabe muy bien a quién habría retratado Van Eyck. Postel revela en este libro breve, intenso, apasionante, como si fuera un relato detectivesco, una hipótesis nueva, una nueva forma de ordenar un puzzle complejo, en el que todas las piezas, y son muchas, encajan para armar una explicación sorprendente, deslumbrante.
La propia peripecia del cuadro es un relato de intrigas. Del primer propietario del Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa no tenemos ninguna noticia. Luego el cuadro pasó a manos de Diego de Guevara, paje en la corte de Felipe el Bueno y maestresala de Juana la Loca. Don Diego regaló el cuadro a Margarita de Austria para pasar después a María de Hungría, hermana de Carlos V. El cuadro llegó hasta España y escapó del furor iconoclasta de los calvinistas. Permaneció en las colecciones reales y se salvó del incendio del Alcázar de Madrid durante la noche de Navidad de 1734. El cuadro desaparece durante el reinado de José Bonaparte. Vendido después en Bélgica, reaparece en Inglaterra. Cuelga desde 1843 en la National Gallery de Londres.
Ligado a unos versos de El arte de amar, el Retrato, según Postel, se ve pronto como un cebo y un trampantojo. La imagen reflejada en el espejo del fondo no corresponde con la que el espectador ve en el primer plano. Arnolfini sería la transcripción de Harnoul-le-Fin, alusión a San Arnulfo, patrón vergonzante de los cornudos. Por eso Margarita de Austria le habría puesto al cuadro dos puertas y lo tenía cerrado con llave, porque no todo el mundo podía contemplarlo.
Postel, de forma clara y esquemática, como el fotógrafo de Blow Up, la película de Antonioni, pasa la lupa por el cuadro, recuerda todas las hipótesis, las pone en la balanza, las somete al escrutinio de lo que de verdad está en el cuadro, y estremece al lector con párrafos como este: «las pruebas están ahí, ocultas y manifiestas; la mujer es una muerta viviente. Es un espectro, un fantasma, una aparición. Como los difuntos caballeros de tiempos remotos que, montando su destrero, volvían a visitar a los vivos con armas y bagajes, así es la muerta que, magníficamente vestida y acompañada de un perrito fantasma, vuelve de ultratumba para visitar al hombre».
No desvelaré mucho más de lo que cuenta Postel porque privaría al lector del placer de ir descubriendo, como en un misterio que viene de tal lejos, una verdad cruda, dura, difícil, un mensaje que es un señuelo, escondido en una máscara. O quizá es una ficción pictórica. Postel deja abierto el significado último, después de establecer el sentido de todos los elementos que aparecen en la pintura, y su encaje en el relato, un relato que es un formato clásico, de la presencia que vuelve del Purgatorio para bendecir un nuevo equilibrio. La pintura sigue siendo un enigma. Postel nos ha descubierto una nueva dimensión. Un libro fascinante que sobre todo nos enseña a mirar, por muy complejo que sea un «laberinto de espejos y reflejos que es este cuadro titulado Hernoul-le-Fin».
