‘Retrato del artista cachorro’: el diablo, el ángel y el loco de Dylan Thomas

Retrato del artista cachorro. Dylan Thomas. Traducción de José Luis Rey. Prólogo de Aeronwy Thomas. Colección Isla Negra. Visor Libros

La soledad, la muerte, el alcohol, el amor, el paisaje de Gales. En el Retrato del artista cachorro está la juventud de Dylan Thomas, su arte poética, la turbia emoción inicial del hombre que confesó: “Guardo una bestia, un ángel y un loco dentro de mí. Mi búsqueda es saber cómo obran y mi problema es juzgarlos y vencerlos, derribarlos y elevarlos. Mi esfuerzo es que se expresen a sí mismos.” El ángel, la bestia y el loco, habitan en este Retrato que Thomas publica con 26 años.

Primero, la soledad. «Yo estaba de pie, solo, bajo uno de los arcos del ferrocarril, protegido del viento, contemplando las millas de arena, las grandes dunas sucias, cuando ya estaba oscureciendo». Así comienza Como cachorros, uno de los relatos más oscuros de este tomo, uno de esos cuentos en los que se mezcla lo luminoso y lo sombrío, la muerte y el impulso vital, el amor y la tragedia.

Conviven hasta crear una conmoción en el lector. Bajo los arcos de un puente de ferrocarril se encuentran al atardecer tres jóvenes. A partir de la luz de un mechero que enciende un cigarro se desencadena una confesión que revela las vidas disparatadas de los otros dos, entre la tragedia y la lealtad.

Dylan thomas

Sucede lo mismo en ¿Quién te gustaría que estuviera con nosotros? Raymond Price y el narrador inician una excursión a pie a la playa. Van a la roca llamada Cabeza de Gusano. Caminan entusiasmados, «dando grandes zancadas, a través de la playa y zona residencial del barrio alto, nos cruzamos con chicos que llevaban pantalones blancos y bien planchados y con chicas con piernas de jugadoras de hockey».

En ese día luminoso, festivo, se abre el abismo. Ray se para a arrancar un poco de hierba. «Ray había perdido a su padre, a su hermano, y a su hermana y, por lo que respecta a su madre, ella estaba todo el día sentada en una silla de ruedas, agarrotada y castigada por la artritis. Ray tenía diez años más que yo. Tenía la cara arrugada y huesuda y una boca apretada hasta el punto que le desaparecía el labio superior». El cuento termina con los dos en la roca, la marea que sube, y unas figuras que les hacen gestos desde lejos, saltando y llamándoles.

En Un sábado tórrido, el joven Dylan tiene un flechazo de amor en una noche de borrachera. Pero al regresar del baño de una casa de pisos y habitaciones alquiladas, se extravía. Pierde su oportunidad de pasar una noche de amor. Sale a la calle, a la luz de una farola que ilumina los montones de ladrillos «sobre la madera rota, y sobre el polvo que antes habían sido las casas, donde los habitantes del sucio pueblo, humildes y extraños, pero nunca olvidados, habían vivido y amado y habían muerto, y habían perdido para siempre». Nace el artista de las experiencias del cachorro, y arrastra en esa nacimiento las imágenes de su juventud, los surcos de emociones de esa edad en la que se percibe la soledad o el desamor como una conmoción, el descubrimiento de las sombras de la vida.

Aquí están las múltiples perspectivas de la vida, los primeros pasos de Dylan como periodista, las figuras familiares que quiere rescatar del olvido, y el pozo en el que bebe su poesía. En el Retrato, el artista antiintelectual abraza la vida en toda su turbulencia, la busca, y la descubre. En una carta al poeta y editor Henry Treece (1911-1966), autor del estudio crítico Dylan Thomas. Dog among the fairies (Dylan Thomas. Perro entre las hadas), publicado en 1949, aclaraba: “Mucho de mi poesía es, lo sé, una búsqueda y un terror de temibles expectativas, un descubrimiento y un enfrentamiento del miedo”.

Los cuentos del Retrato componen una autobiografía de juventud. Dylan Thomas murió con 39 años. Su tumba no tiene epitafio. Lo dejó escrito en uno de sus poemas más celebrados: «No entres dócilmente en esa buena noche,/ la vejez debería arder y delirar al final del día/ rabia, rabia contra la luz que muere».

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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