El espía honesto recuerda a La vida de los otros o a La conversación, pero sobre todo, en nuestro contexto de FANFAN, nos recuerda al libro de David Cerdá ‘Ética para valientes’ porque ilustra con precisión la propuesta ética del autor de rescatar el concepto del honor, como la base de una ética que solo necesita el ámbito íntimo de lo humano para sostener sus principios. Con Cerdá mantuvimos una conversación en la que explica, con claridad, las bases de esa propuesta revolucionaria. En su libro cita muchos ejemplos del cine, como 300 o El hombre que mató a Liberty Valance. El espía honesto podría formar parte del catálogo de ilustraciones de su tomo.
Franz Walter es el protagonista de El espía honesto. Se trata de un joven que acaba de iniciar su carrera como científico. En las primeras escenas le vemos despedirse de sus amigos, coger un avión para Etiopía, y cuando está a punto de sentarse para el vuelo, es sacado del aparato sin más explicaciones. La RDA tiene para Franz un destino mejor: integrarse en el servicio secreto con la promesa de que más tarde ocupará el puesto de catedrático que dejará su profesora. Un brillante porvenir.
Franz está feliz, estrena un piso del estado, amueblado y con un tocadiscos de potentes altavoces. Su vida ha entrado en una vía rápida. El primer precio que debe pagar es el secreto. No puede contar nada a nadie, a nadie. Tampoco a su mujer. Pero el precio más caro llegará pronto: el enemigo de la RDA, para el estado comunista, no estaba fuera, sino dentro. Esos piojos que querían abandonar el paraíso para entregarse al capitalismo consumista. Franz ya forma parte de la maquinaria policial encargada de triturar a cualquiera que reniegue de la RDA, a cualquiera que tenga la tentación de huir, al que dude del destino marcado por la «clase obrera».
La cinta es previsible y plana, no es una gran película, no es un thriller de espías del telón de acero que te mantendrá en tensión hasta el final. Pero tiene dos grandes valores. El primero es el de hundirte, poco a poco, en el clima opresivo de una dictadura comunista, en el fango moral, en el asco y la náusea. El segundo es el de analizar con profundidad las transformaciones y el drama humano de un hombre sometido a una terrible presión para que haga lo que la intimidad de su corazón le dice que no tiene que hacer.
El Franz Walter de El espía honesto no es un superhéroe. Claudica ante las presiones y pide al tribunal que le juzga una segunda oportunidad para demostrar a la RDA su honor político. El Franz Walter, interpretado de forma magistral por Lars Eidinger (oficial nazi en ‘El traductor de persa’) obedece cuando lo que le encargan le repugna, presiona a una joven para que aborte, urde una cruel conspiración contra un futbolista huido a la Alemania occidental. Pero su corazón le dice que todo es contrario al honor ético, y en ocasiones deja señales que buscan la salvación de sus víctimas.
El espía honesto se ve sobre todo con ese interés moral que ilustra la tragedia de los individuos sometidos por un estado que dicta y modela las conciencias. Al final de la historia, la directora, Franziska Stünkel nos cuenta que la historia está inspirada en la biografía del último condenado a muerte y ejecutado en la RDA. ‘Basada en hechos reales’ se ha convertido en una etiqueta a la que se le da cada vez más valor, en detrimento del prestigio de la ficción. Las películas, como las novelas, son artefactos que, si están bien armados, alcanzan un valor estético y moral mucho más alto que las caóticas historias de la realidad, a las que es difícil dar forma, o que, como en este caso, conforman películas muy previsibles, planas, interesantes, pero pesadas como productos persuasivos.