Objeto y naturaleza. Bodegones y floreros de los siglos XVII-XVIII. Colección Masaveu. Fundación María Cristina Masaveu Peterson.
Ancora Imparo es el lema escrito en el cartelino de la obra que abre esta exposición de la Fundación Masaveu, que reúne bodegones de los siglos XVII y XVIII que provienen de la donación de Pedro Masaveu al Principado de Asturias y de fondos de la propia colección de la Fundación. Esa primera obra, de autor desconocido, proviene de Nápoles y habla de una pintura que se fija en la materia, en la materia muerta. Tópico de la literatura clásica, el ancora imparo es una lección del maestro viejo al alumno que se inicia en el arte pictórico. Ojos y narices son el ejercicio de las cartillas de dibujo. Es lo que pinta el niño. El anciano pinta un bodegón musical. El objeto, ya sea vegetal, animal muerto, o cosa inerte, ha sido y es el motivo de la pintura de los bodegones. Es un género que no cuenta, no es narrativo, es demostrativo. La atención se fija en la forma, en el color, en la luz, en lo cotidiano. El bodegón es una forma de celebrar las cosas de la vida, aunque también se ha utilizado, en el bodegón vanitas, para expresar la caducidad de la vida, la presencia ineludible de la muerte.
La exposición que se abre en la Fundación Masaveu permite seguir el desarrollo del bodegón como género y analizar las diferentes funciones que ha tenido en la pintura, según las épocas. Tiene un sentido decorativo y aspiracional. Al final y al cabo, algunas de las flores, las frutas, o los pescados que refleja, eran alimento escaso y poco frecuente en aquellas épocas. Hay otra función espiritual, que no está reflejada en esta exposición, y es la que hemos comentado: calaveras y huesos al lado de frutas sensuales daban al espectador un contraste en el que se subraya que todo en esta vida es pasajero, y camino de la vida eterna, celestial o infernal. Pero los cambios de mentalidad dotaron al género de una función científica. Cuando la Ilustración necesitó ilustrar la enorme variedad de la naturaleza,y documentar formas y especies, recurrió a la pintura del bodegón.
El bodegón serviría además como un ejercicio de estudio de la luz y el color. La exposición propone un recorrido por siglo y medio del bodegón español a través de algunos de los artistas más famosos de su tiempo, Juan de Zurbarán, Arellano o Meléndez. Es el hobmre de ciudad el que crea el orden de los bodegones, a veces como en un escaparate, en el que se fuerza la perspectiva de las cosas para acercar al espectador. Los primeros bodegones que se conocen están situados en bibliotecas. Como afirma Ángel Aterido, comisario de esta exposición, los bodegones se inspiran en los clásicos griegos y romanos: «una imitación de lo natural que hace referencia al pasado, al presente, y a los objetos naturales que utilizamos». Un lujo.
Pero quien piense que se trata de un género antiguo y desfasado, se equivoca. Se trata más bien de una tradición que llega hasta nuestros días. Gauguin, Picasso, Matisse, Léger, O’Keeffe y Giorgio Morandi, han dedicado grandes obras al bodegón. Morandi, por ejemplo, le dedicó prácticamente toda su obra, en pinturas en las buscaba la desaparición de la materia muerta, para dejarla tan solo en la vibración de un color, de la luz, de la sombra. Los bodegones de la Masaveu, además de ser obras maestras de la pintura española, nos permiten profundizar en el género a través de las obras del esplendor barroco.