‘El faro’ una opresiva pesadilla marítima

Filmin ha incluido entre su oferta de cine El Faro, de Robert Eggers una historia que debe mucho a la literatura de Edgar Allan Poe, a sus pesadillas de fantasmas, fuerzas telúricas y alcohol. No es una película para todos los públicos. Su apuesta técnica es atrevida y a la vez arriesgada, pero contribuye en buena medida a crear un clima que traslada al espectador todo el delirio claustrofóbico en el que transcurre la historia.

Un clásico

El Faro tiene formas de clásico. Primero por la historia en sí. Un joven aprendiz llega al faro para pasar cuatro semanas de prácticas. Se encuentra con un farero desconectado de la realidad, despótico y despectivo, que establece desde el primer momento una relación tiránica con su subordinado. Le encarga los peores trabajos, le amenaza con dar parte de su negligencia, y le impide entrar en el fanal: «la luz es mía», repite con obsesión.

Los elementos de la historia recuerdan de forma inmediata a los relatos de Edgar Allan Poe. De hecho, el guión de El Faro está basado en un relato inacabado de Poe, que los guionistas han tomado como punto de partida. De la historia inicial queda poco, quizá tan solo el ambiente obsesivo de opresión, de dos seres atrapados que van cayendo en el delirio, arrastrados por fuerzas telúricas enigmáticas. Podría haber sido también un relato de Herman Melville, aunque el americano lo habría ambientado a bordo de algún barco.

El Faro
El Faro

Un duelo de dos grandes actores

El duelo entre los personajes discurre en la primera parte de la película en torno a la dominación que el viejo farero ejerce sobre el nuevo. El joven aprendiz rechaza probar el alcohol. Es el único detalle de rebeldía. Pero el agua de la cisterna está podrida, y no hay otra cosa que beber. Pattison se niega a sí mismo la vía de escape alcohólica y acumula un mar de rabia en su interior.

Cuando Pattison prueba el duro alcohol que atesora Dafoe, entra en su locura, comparte su delirio. Comienzan a aflorar los fantasmas del pasado de Pattison, y las fuerzas telúricas se desatan con la misma violencia de los temporales contra la isla del faro. Las fronteras entre la realidad y la pesadilla se borran y en El Faro comienza una brutal ceremonia de autodestrucción.

Apuesta técnica

La segunda razón para encajar El Faro entre los clásicos es su apuesta técnica: cien por cien en blanco y negro, un blanco y negro de textura granulosa y contrastada, y un cuadro de pantalla de proporción 1:19:1. Es el que se utilizó en la transición del cine mudo al sonoro. Robert Pattinson y Willem Dafoe están encerrados en ese pequeño marco. Cuando aparecen juntos, están muy cerca, no existe apenas aire entre los dos. Acentúa la sensación claustrofóbica. La técnica está puesta al servicio del resultado estético.

Para construir ese clima se confió en Jarin Blaschke como director de fotografía. Blaschke utilizó lentes de 1912 y algunas de los años 30. Es con esas lentes con las que consigue dar una textura dura y granulosa a la imagen. Esa estética nos lleva a los finales del siglo XIX: una vida elemental, de una pobreza extrema, una vida áspera y dura.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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