El ambiente era frío. Los salones casi vacíos. El virus ha disuelto el entusiasmo entre el público pero no ha mermado la imaginación de los diseñadores. Las colecciones fueron buenas, y todo el mundo tenía las manos impolutas. La pasarela más que de Mercedes Benz, era del gel hidroalcohólico. Pasar por los camerinos era una aventura, y a una le midieron la temperatura corporal doce veces con un termómetro láser. En todas las mediciones la misma: 36,7. La pasarela no me calentó nada, pero la verdad es que los diseños merecieron la pena.
El brillo de Devota & Lomba
La noticia es el regreso de la moda a Madrid, la vuelta del glamour. Lo mejor de la tarde fue Devota & Lomba. Es como si no hubiéramos pasado este año de estrés, como si el 2021 fuera ya, antes de iniciarlo, un año de tranquilidad, relajado, con colores optimistas. Un aire lánguido, como de verano de película francesa con influencias orientales. Lo digo por esos sombreros de paja tipo campana, que obviamente, son incompatibles con la mascarilla, porque sería un aislamiento total.
Faldas largas y pantalones de rayas verticales. Combinados con chaquetas ligeras de tres cuartos. Todo muy años 60, muy «nouvelle vague», con minivestidos rectos, y modelos con telas bicolor. La sencillez y la elegancia de Devota & Lomba marcaron la entrada de la Fashion Week, que es la vuelta a Madrid del glamour perdido. La moda, al menos en Devota & Lo mba, no ha perdido fuerza.
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