Hay una viña en la luna, luna… hay una viña en la luna, luna… ¿Recuerdan aquel estribillo pegadizo que hablaba de un gallego del Ferrol? Seguro que más de uno le vino a la cabeza al descubrir la belleza de las viñas sobre el paisaje volcánico de Lanzarote. Los amantes del vino y del enoturismo lo saben. Una visita a la bodega El Grifo de esta isla es una experiencia única y alejada de otras tantas. Por las peculiaridades del terreno, la historia de la bodega, la riqueza de sus vinos y por la belleza del escenario.
Sin duda, en este otoño tan complicado que nos está tocando a vivir, una escapada a Lanzarote para hacer una visita a la bodega El Grifo es una opción única para amantes del vino y de la naturaleza. Siempre que las restricciones lo permitan y sea posible la movilidad entre nuestra Comunidad y las Islas Canarias, este viaje nos traslada a otro tiempo y a otro escenario, desconocido por todos los que no hayan visitado esta isla.
Porque la visita a la bodega El Grifo es, como decíamos, una experiencia distinta a la que se puede vivir en otras denominaciones de origen. Lo es, por la idiosincrasia de esta isla volcánica. Lo es, porque durante la misma se llega a vislumbrar cómo se las idearon desde esta histórica casa para vencer los obstáculos que este peculiar paisaje les presentaba. Lo es, porque quien entra en El Grifo entra en la bodega más antigua de la isla y una de las diez de España. Y lo es, por último por las más de 500 piezas únicas que atesora su museo.
Una bodega con mucha historia
Es pues la visita a la bodega El Grifo un recorrido por la historia. Aquí se elaboran vinos de manera ininterrumpida desde 1775. Además, esta casa ha pertenecido a tres familias sucesivas: los Ribera, los De Castro y, desde 1880, a la familia actual, descendiente de Manuel García Durán.
A lo largo del recorrido propuesto, que en la actualidad se realiza bajo las directrices que marcan las normas que la situación actual requiere, el visitante descubre como El Grifo fue una bodega pionera en muchos aspectos. En su visita, destaca por ejemplo cómo se vencen las muchas dificultades que presenta el escenario.
El viñedo de lo imposible
No en vano, en sus propias palabras nos encontramos ante lo que llaman “el viñedo de lo imposible”. Porque, ¿cómo vencer a las temperaturas que se dan en una isla que se encuentra en una latitud 28 grados y con una escasa pluviomentría? Bien, las temperaturas de Lanzarote impiden la parada vegetativa que, en este caso, es inducida a través de la poda. En cuanto a la escasa lluvia, una capa de picón impide la evaporación.
¿Y qué hacer con los vientos alisios constantes que azotan a esta parte de la isla? Los muros de abrigo de piedra volcánica fue la solución ideada. Además, hoy en día son una de las imágenes más icónicas de Lanzarote y no hay amante de la fotografía que no detenga su coche camino de La Geria para captar esta instantánea.
La ausencia de filoxera se compensa con plantación a pie franco y con variedades prefiloxéricas. Y la imposibilidad de mecanización impone que todas las labores deban ser manuales. Así, la uva entra en bodega en cajas de 20 kilogramos.
Otras curiosidades de la bodega
Son sólo algunas de las curiosidades de la bodega. Las más de 80.000 personas que visitaban al año esta casa, antes de la irrupción de la pandemia, descubrían otros ‘secretos’ de El Grifo en su parada.
Uno importante, es el papel que aquí han desempeñado las mujeres a lo largo de su historia. En los 245 años de funcionamiento, la bodega ha sido propiedad en su mayor parte de mujeres, que además ejercieron la dirección sin tutelas. Es el caso de las hermanas Antonia y Rosalía de Castro, propietarias ambas de durante 50 años en el siglo XIX.
Durante casi cien años, desde 1880, fueron dos mujeres de la familia actual las que dirigieron El Grifo: la madre de los actuales propietarios (los hermanos Juan José y Fermín Otamendi), Antonia Rodríguez Bethencourt, y antes, su madre, Manuela García Parrilla.
La ‘isla de César Manrique’
Además, los amantes de la arquitectura y los seguidores de la obra de César Manrique tienen en esta bodega otra obligada parada, dentro de las muchas que hay en Lanzarote. En la creación del actual museo fue clave su figura.
Cuando los años 80 se procedió a introducir los depósitos de acero inoxidables, fue el propio César Manrique quien pidió no alterar la antigua bodega. Atendiendo a sus palabras, la familia propietaria decidió dedicarla a museo. Hoy cuarenta años después, éste es único en el mundo por sus muchas peculiaridades y por sus más de 500 piezas únicas.
Una biblioteca única
Pero el museo, incluido en la visita, no es la única joya de la bodega El Grifo (Carretara LZ-30, km. 11. San Bartolomé). De acceso restringido, su biblioteca atesora más de 5.000 volúmenes en torno al vino, la agricultura y las Islas Canarias. Fue inaugurada en el año 1998 por José Hierro. Años más tarde, en el 225 aniversario de la casa, José Saramago pronunciaba unas palabras en la inauguración de la placa conmemorativa, que se conservan enmarcadas en la biblioteca.
Otras visitas para amantes de la gastronomía
Sin duda, la visita a la bodega El Grifo está llena de atractivos que el turista irá descubriendo, pero no es la única propuesta. Siendo cierto que las limitaciones actuales pueden retraernos, desde FANFAN seguimos animando a que, desde la sensatez y dentro de las limitaciones que en cada territorio rigen, se sigan realizando escapadas gastronómicas.
Entre nuestras propuestas, para los castellanos un recorrido por la gastronomía de la provincia de León. O, si la normativa lo permite, una visita al nuevo restaurante de Cobo en Burgos. ¿Y un cerco lacado a la pekinesa en Salamanca? Manchegos, ¿por qué no acercarse a Tarancón a probar la que algunos reconocen como la mejor carne de vacuno del mundo? ¿Y una parada en una tienda de productos de finca con quesos, miel, aceite en Albacete? Es el momento de redescubrir nuestro entorno. De visitar negocios locales y de disfrutar de su riqueza.