Elogio de la Edad Media. De Constantino a Leonardo. Jaume Aurell. Ediciones Rialp
Si, hay más luces que sombras en el periodo medieval. Y muchas de esas luces iluminan el sentido de nuestro presente. Jaume Aurell, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, ha escrito un texto que rastrea esos haces de luz hasta nuestro presente, contextualiza las aportaciones de la Edad Media en los grandes marcos de la Historia Universal, desmonta tópicos y borra, esperamos que de una vez por todas, el pegajoso adjetivo de «oscura» que siempre acompaña las alusiones a un tiempo de vida áspera y dura pero de indudable brillo intelectual, de valores que son parte esencial de nuestra civilización, de biografías colosales, de hombres y de mujeres.
Está tan incrustado el adjetivo oscuro en la Edad Media que quizá al lector le sorprenda la proclamación del elogio desde la portada del libro. Es probable que lo sienta como una provocación, una ligera sacudida. Le advierto que la sacudida es profunda, y al término del tomo no queda de esa oscuridad más que algunas cenizas. No se trata de eludir las violencias de un periodo convulso que comienza con la caída de Roma, ni de sortear la peste del siglo XIV, que llegó después de un periodo de hambrunas provocadas por inviernos más largos de los habituales.
Aurell ha organizado su libro sobre la Edad Media (escrito durante el confinamiento) con la certeza de que el lector actual es una persona que combina el papel con internet. Así que su aportación fundamental consiste en «combinar el relato de los hechos con la reflexión de las problemáticas, enfatizando aquellas que alcanzan más resonancia en el mundo contemporáneo». Y es este uno de los grandes aciertos de un libro: el trazar las líneas que vienen desde el medievo, los rasgos de carácter de las naciones, los formatos de poder, la inclinación del poder por unas fórmulas o por otras. El lector encuentra razones históricas con origen medieval en las relaciones entre el poder político y la Iglesia rusa, o en la dualidad del mezzogiorno italiano que supone el poner una vela al estado y otra a la mafia. O por citar algo más popular, la conciencia ecológica que acentúa el papado de Francisco, y que nace con otro Francisco, el de Asís, el poverello que vuelve su mirada a la naturaleza en el momento de primer esplendor de las ciudades.
Hay más sorpresas en el libro de Aurell. Otra de ellas es la organización del texto, que obedece a un despliegue de los once siglos de Historia Medieval como si se tratase de un gran teatro del mundo. Una manera calderoniana. Primero se perfilan los grandes actores: Constantino, Justiniano, Clodoveo, Mahoma, Carlomagno, y Hugo Capeto. En el segundo acto se organizan los grandes grupos, bajo el título de Coro. Aquí están los estamentos: los guerreros, los clérigos, los intelectuales, los feudales, los reyes y las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos, tan relevantes en esta etapa de la historia. Y cierra con el tercer acto donde al modo dantesco se establecen los escenarios de la muerte y el Infierno (el hambre, la peste negra, la guerra), el Limbo (el papel de las mujeres) el Purgatorio (el desarrollo mercantil) y el Paraíso, que contiene el desarrollo intelectual, artístico y literario del periodo.
Mujeres medievales
Detengámonos en las damas. La Edad Media es un tiempo en el que surgen algunas figuras femeninas colosales, arrolladoras. Pensemos en Leonor de Aquitania, de la que ya hemos hablado en Fanfan. O en Juana de Arco, o Catalina de Siena, o Christine de Pizan, precursora del feminismo occidental. Al término de este capítulo Aurell concluye que de todas las injusticias sufridas por la Edad Media, «la de misoginia es de las más lacerantes. Es posible que en muchos casos la mujer desempeñara un papel subordinado al varón, como también sigue ocurriendo frecuentemente en la actualidad. Pero no encontramos una actitud de sistemático menosprecio hacia la mujer. De hecho, el estatuto de la mujer se deteriorara en las épocas sucesivas, desde el Renacimiento del siglo XVI a la época Victoriana del siglo XIX. hasta bien entrado el siglo SS no se volvieron a recuperar algunos de los valores que estas mujeres habían contribuido a consolidar».
El libro de Aurell nos enseña otra gran lección: la Historia no avanza en línea recta, a veces lo hace en zigzag, o en movimientos pendulares. «Las épocas no son peores ni mejores sino simplemente diferentes». No se pueden hacer cortes radiales. El medieval Giotto es el precursor del arte del Renacimiento, y Dante es el primer humanista. No puede decirse oscura en el pensamiento una época en la que alumbraron las ideas de Agustín de Hipona, de Isidoro de Sevilla, de Pedro Abelardo, Tomás de Aquino, Dante o Ramon Llull. En el terreno de las ilustraciones, la obra se abre con una acuarela de Dalí en la que representa a Virgilio coronando a Dante, y dibujos de Danila Andreev, que nos recuerdan, como dice el autor, que el hombre medieval era analfabeto pero tenía una gran capacidad de leer e interpretar las imágenes.
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