Fundaciones Queipo de Llano. Historia de un expolio. Antonio Martín García. El Paseo editorial
En Queipo de Llano, el último virrey, publicado también por El Paseo Editorial, Manuel Barrios asegura que el general fue, además de un republicano capaz de olfatear el giro de la historia y pasarse a la sublevación, un virrey que una vez terminada la guerra organiza con energía y eficacia la Andalucía social, política y ciudadana. El virreinato de Queipo de Llano dura dieciocho meses, dice Barrios, «en ellos se haría más, en Sevilla y en toda Andalucía, que en los cuarenta años siguientes». En su larga y minuciosa investigación, Antonio Martín García concluye, al final de una obra repleta de datos que completan el laberinto, que esa obra social era fue un disfraz para ocultar la apropiación del cortijo de Gamboaz. El botín de guerra del general, que siempre aspiró a terminar sus días como un terrateniente.
La guerra civil permitió a algunos de sus protagonistas, obviamente del bando vencedor, fraguar patrimonios que dejar a sus descendientes. Esa investigación, difucltada por el paso del tiempo, por las tramas de cambios de propiedad, está todavía por hacer. El trabajo de Antonio Martín García, lo laberíntico del camino que lleva a aclarar la apropiación por Queipo de Llano del cortijo de Gamboaz, es una muestra de las enormes trabas con las que se encuentra todo el que quiera abordar esa verdad.
El «estudio del otro golpe, o sea del golpe económico que supuso la guerra, solo está en su etapa inicial», afirma el autor. Es decir, que tenemos una historia coja. La memoria de la guerra civil, afirma Martín García, no puede ser solo la de las fosas comunes donde yacen muertos de uno y otro bando, asesinadas sin identificar, sino también el «descubrimiento y reivindicación de los patrimonios usurpados a sus legítimos dueños». Los herederos tienen el derecho, si disponen de pruebas, de reclamarlos o exigir una indemnizcación.
Es lo que han hecho los legítimos herederos de los dueños del cortijo, a las puertas de Sevilla. la investigación de Martín García demuestra que Queipo de Llano albergaba ambiciones de hacerse con la propiedad desde mitades de 1936. Detalla cómo se inhabilitó al legítimo propietario del 85% de la propiedad, Manuel Camacho, con una causa judicial sacada de la manga y desviada hacia la jurisdicción militar. La compraventa se materializa a finales del año 37, y se fabricó una deuda hipoitecaria inverosímil que permitió a Queipo de Llano un cambio de titularidad a favor de su propia persona. Los dos pasos para hacerse con la propiedad los ejecutó sin soltar una peseta. Lo que no es capaz de establecer Martín García es la complicidad de notarios o registradores, porque un cambio como ese no se puede realizar sin que unos y otros miren para otro lado.
En el mismo acto de compraventa, Queipo crearía la Fundación Benéfico Social Agraria, a la que aportó Gamboaz como patrimonio. Era el escudo perfecto para hacer pasar por beneficencia lo que había sido un robo y protegía así la finca de las reclamaciones de terceros. El pase posterior del cortijo a patrimonio privado sería más sencillo. Martín García ofrece en este libro una pieza de investigación histórica completa y rigurosa, que reclama investigaciones colaterales, para fundamentar el juicio histórico no sobre el nudo sentimiento, como se suele hacer en el presente, sino sobre datos ciertos y contrastados que permitan hacer justicia y despejar toda tentanción revanchista estéril.