Desde el inicio de los tiempos el hombre ha intentado conservar los alimentos durante el mayor tiempo posible. Ha tratado de guardar lo que la naturaleza ofrece en sus épocas de abundancia, frutas, verduras, pescados o moluscos para poder disfrutarlos cuando no están disponibles. De ahí la importancia que tuvo durante siglos la sal, que fue moneda de cambio (y de donde proviene la palabra salario), para conservar los alimentos en salazón. Las conservas han evolucionado. El último paso ha sido el de encerrar en una lata todo el sabor e intensidad de un pescado a la brasa. El milagro se lo debemos a Güeyu Mar, conservas asturianas, doradas a la parrilla antes de encerrarse en la clausura de la hojalata.
Güeyu Mar nos remite al origen francés de las conservas. Con el pasar de los años, la necesidad de alimentar a sus soldados durante las campañas bélicas llevó a Napoleón Bonaparte a ofrecer una recompensa para quien inventara “un método para conservar los alimentos largo tiempo y en buen estado”. El premio fue para un ocurrente francés, Nicolás Appert, que tuvo el ingenio de inventar las latas de conserva a principio del siglo XIX. Las conservas en lata llegaron a España por casualidad al naufragar un navío francés frente a las costas gallegas. El resto es historia.
De la humildad a la categoría gourmet
Asociadas durante decenios al mal comer, o a las pitanzas de subsistencia de estudiantes o excursionistas, la humilde lata de conserva está viviendo un renacer en los últimos años. Lo prueban tabernas como La nudista en el madrileño barrio de Chamberí, cuyo menú está fundamentado solo en la modesta conserva.
Conviene señalar que los españoles nos hemos vuelto más exigentes. Ya no nos valen los mejillones del montón, ni la anchoa salada. Exigimos el bocarte fino de Santoña, el piquillo de Lodosa o el berberecho de las rías gallegas. Para colmar esta apetencia, que encuentra su máxima expresión en el aperitivo casero, que ahora es de obligado confinamiento, nada mejor que las conservas de Abel Álvarez, propietario del restaurante Güeyu Mar, en Ribadesella, una de las mejores parrillas de España.
La reinvención de la conserva
Corría 2017 cuando Abel tuvo la idea de lanzar decidió una línea de conservas de mar. La particularidad de sus conservas consiste en brasear el producto, en un proceso artesanal, antes de envasarlo. Consigue así un producto de gran calidad que mantiene las señas de identidad de la cocina que le ha dado fama.
Como él mismo dice, se lanzó a la conserva de sardinas, mejillones, navajas, calamares , pulpo y berberechos con “hambre de reinventar el mundo conservero y de cambiar la percepción de comer de lata”. Las conservas Güeyu Mar ofrecen además un original empaquetado que se puede utilizar como mantel. Los productos Güeyu Mar se pueden comprar online. Güeyu no solo ha innovado en el producto: su packaging tiene un diseño que llama la atención, y se inspira en el cómic y el arte pop para convertir el producto en un objeto de arte.
Sea ahora, cuando no nos queda más remedio que permanecer en casa, para agasajar a un invitado imprevisto o para darse un homenaje cuando no se tienen ganas de encender el fogón, las conservas de calidad son una excelente elección. Guardan durante muchos años sus cualidades y las podemos tener a mano en la despensa.