La Mami (2019), de Laura Herrero Garvín: borra el estigma de las mujeres de cabaret

Pocas películas recientes consiguen retratar con tanta humanidad la vida cotidiana de las mujeres que trabajan en el circuito del cabaret como La Mami, documental de la directora española Laura Herrero Garvín, disponible en Filmin. Estrenado en el Festival de Rotterdam y posteriormente exhibido en otros certámenes internacionales, el filme se adentra en el baño de mujeres del mítico Barba Azul, un local nocturno del centro de Ciudad de México donde la noche y el alcohol se mezclan con las historias de supervivencia.

En el epicentro de este microcosmos está Doña Olga, más conocida como la Mami, una mujer que lleva más de cuarenta años trabajando en cabarets y que se ha convertido en la guardiana simbólica del único espacio seguro de las bailarinas: el baño. Desde allí, por unas cuantas monedas, ella custodia los bolsos, les consigue papel higiénico y sobre todo las escucha. Su presencia es un recordatorio de que incluso en los entornos más adversos puede florecer una red de apoyo mutuo.

Un espacio de intimidad y cuidado

El punto de partida del documental es la llegada de una nueva trabajadora, una mujer que necesita dinero para mantener a su hijo enfermo. La cámara de Herrero Garvín observa sin invadir, manteniendo una distancia respetuosa que permite a las protagonistas mostrarse sin máscaras. La Mami nunca cae en el sensacionalismo ni en la tentación de victimizar a las mujeres que retrata. Al contrario, les otorga agencia, dignidad y voz.

La estructura narrativa es deliberadamente contenida: no hay grandes revelaciones ni tramas dramáticas. Lo importante sucede en los gestos pequeños. Las confidencias, las risas, las lágrimas que se comparten entre turno y turno. Como dice la crítica Beatriz Martínez en El Periódico, “La Mami es un acto de resistencia íntima. El baño funciona como una burbuja de sororidad frente a un mundo que exige belleza, juventud y sumisión”.

El documental tiene la inteligencia de no juzgar ni idealizar. Se limita a observar el vaivén de las mujeres que, cada noche, negocian sus cuerpos y su tiempo. Y en ese gesto de atención se despliega un retrato colectivo conmovedor.

Una mirada que desafía estigmas

El gran acierto de Herrero Garvín es que coloca a la Mami en el centro de la historia, pero sin convertirla en una heroína convencional. Doña Olga es una figura pragmática: ofrece consejo cuando hace falta, pero también sabe cuándo guardar silencio. Su paciencia no es complacencia, sino el fruto de décadas de trabajo en un entorno marcado por la desigualdad y la precariedad.

En varias entrevistas, la directora ha explicado que llegó al Barba Azul atraída por la figura de la Mami, pero que pronto comprendió que el verdadero relato estaba en la convivencia diaria de todas ellas. El baño se convierte así en un espacio liminal: ni del todo público ni privado, un lugar donde la identidad laboral y la vida personal se entrelazan.

La película desafía prejuicios sobre el cabaret y la prostitución de acompañamiento, reivindicando la legitimidad de estos trabajos sin caer en la condescendencia. Como señala la investigadora mexicana Lucía Melgar en Gatopardo, “es un retrato lleno de matices que incomoda porque no da respuestas sencillas. Humaniza a mujeres que la sociedad prefiere ignorar o juzgar”.

Una propuesta formal coherente

Desde el punto de vista estético, La Mami opta por una puesta en escena minimalista. La cámara se sitúa casi siempre a la altura de las protagonistas, evitando cualquier ángulo que sugiera superioridad. Los planos fijos y los encuadres cerrados refuerzan la sensación de encierro, pero también de refugio.

El montaje de Ana Pfaff es delicado y paciente. Los tiempos muertos, las pausas, los silencios cobran valor expresivo. La fotografía, a cargo de la propia directora, utiliza la luz artificial del baño como una paleta cromática íntima y casi teatral: los azulejos blancos, los espejos empañados, las luces fluorescentes que iluminan rostros cansados y miradas cómplices.

La banda sonora es prácticamente inexistente, salvo por los sonidos ambientales y las voces que llenan el espacio. Esta renuncia a subrayar la emoción con música refuerza el naturalismo del relato y otorga a cada palabra un peso inusual.

Repercusiones y recepción crítica

Tras su paso por Rotterdam, La Mami se presentó en festivales como DocsMX, el Festival de Cine de Gijón y el Festival Internacional de Cine de Morelia, cosechando elogios por su aproximación empática. La crítica internacional subrayó su capacidad para invitar a la reflexión sin moralismos.

Jonathan Romney, en Screen Daily, destacó “su humanidad discreta y la precisión con que retrata un ecosistema femenino en permanente negociación con el deseo y la necesidad económica”. Beatriz Martínez, en El Periódico, la calificó como “un documental necesario que ofrece un contraplano esencial a la imagen estereotipada del cabaret”.

En México, el filme generó conversaciones sobre el reconocimiento de los trabajos de cuidado y la invisibilidad social de las trabajadoras sexuales de acompañamiento. Muchas de las mujeres retratadas en la película han visto con emoción cómo su realidad, tantas veces ninguneada, adquiría visibilidad.

Un alegato silencioso

Lo más valioso de La Mami es su capacidad para dignificar un oficio que suele quedar fuera del debate público. A través de Doña Olga y las demás mujeres del Barba Azul, el documental reivindica algo esencial: el derecho a ser vistas como trabajadoras y como personas con historias complejas.

El baño donde se desarrolla casi toda la acción es una metáfora del cuidado no remunerado que sostiene la noche de la ciudad. Allí, entre risas y lágrimas, se teje un espacio de apoyo mutuo que contradice el mito de que estas mujeres son rivales o víctimas pasivas.

Este aspecto es especialmente relevante en un momento histórico en que se debate el reconocimiento legal de todos los trabajos sexuales y de acompañamiento. La Mami no ofrece una respuesta única, pero sí una perspectiva que invita a la empatía.

Una obra que interpela

Para el espectador que desconozca este mundo, La Mami es una oportunidad para abandonar prejuicios. En lugar de emitir juicios morales, el documental se limita a mostrarnos un fragmento de realidad con pudor y dignidad. En su humildad formal y en su paciencia narrativa reside su fuerza.

Si algo deja claro la película es que la dignidad no depende del contexto, sino de la manera en que miramos. Como espectadores, tenemos la responsabilidad de reconocer la humanidad allí donde solemos apartar la vista.

Laura Herrero Garvín consigue un retrato que conmueve precisamente porque no necesita sentimentalismos. Nos recuerda que toda persona —incluso quien se gana la vida vendiendo compañía— necesita un lugar seguro donde dejar el bolso, llorar a escondidas y volver a empezar.

Marianne Échiré
Marianne Échiré
'Gourmet' y 'gourmande', adoro cocinar y disfrutar de la buena mesa, sobre todo en compañía. Soy exigente y quiero pensar que también justa en mis críticas. Y sé que hasta del más humilde tengo algo que aprender.

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