La Rebecca de Netflix es una adaptación más ajustada de la novela de Daphne du Maurier. Frente a la adaptación de Hitchcock tiene a su favor el color, el vistoso vestuario y los lujosos decorados. Respeta además el crudo misterio en torno a la muerte de Rebecca.(Probablemente el mago del suspense suavizó el desenlace en una época en la que los malvados eran condenados a la horca). Falla sin embargo, en transmitir el desasosiego permanente y la angustia que sienten tanto la protagonista como los lectores de la novela o los espectadores de la primera versión cinematográfica.
Rebecca sin Rebecca
¿Qué le falta esta adaptación de la novela Rebecca? Lo que le falta precisamente es Rebecca. Esa sombra omnipresente en cada una de las páginas de la novela, que atormenta a la protagonista desde el otro mundo, queda diluida en la película de Netflix. El espectador oye hablar de ella, pero no se ve acosado por esa sombra permanente que angustiaba hasta la asfixia, y la empequeñecía a la protagonista hasta casi anularla.
Los motivos son varios. De una parte en esta versión se nos muestra a un Max de Winters claramente enamorado de su nueva esposa, algo que se nos hurtaba en la novela y en la anterior adaptación al cine. Tanto en la una como en la otra desconocemos qué ha llevado al aristócrata a casarse con una joven torpe, pobre y poco agraciada. Tras la luna de miel, la propia protagonista se va convenciendo poco a poco de que Max de Winters no ha dejado de amar a su esposa muerta. Las dudas crecen en su interior a medida que la presencia de Rebecca ocupa más y más espacio y la hacen a ella más y más insignificante.
Desaciertos
El director no ha acertado con colocar Lily James, una joven por la que cualquier hombre perdería la cabeza, como protagonista. A pesar de que su actuación es impecable, una actriz como Mia Wasikovsca, capaz de hacer invisibles sus encantos, hubiera sido más adecuada para el papel. Extraordinaria está Kristin Scott Thomas como Mrs. Danvers, en un papel en el que era difícil de superar Judith Anderson, quien fue candidata al óscar por su interpretación de la aterradora ama de llaves.
La nueva Rebecca recupera sin embargo, a la otra gran protagonista de la novela: la mansión Manderley. Lo que en la versión de Hitchcock era una simple casa de campo se convierte aquí en una inmensa e impresionante mansión, con un regimiento de criados, que nada tienen que envidiar a Downton Abbey.
La versión de Netflix tiene la ventaja de ofrecer un final más optimista. En la novela y en la versión de Hitchcock , la pérdida de Manderley supone una tragedia que parece insalvable y marca la vida de los protagonistas. En esta adaptación, la pareja mira hacia el futuro, agradecidos de estar vivos y de tenerse el uno al otro. Una actitud más que recomendable, especialmente para los tiempos que vivimos.
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