Lola Flores. Sociología de la Petenera. Francisco Umbral. Edición de Juan Bonilla. Zut ediciones
Criatura movible, define Francisco Umbral a Lola Flores, siguiendo la estela de Pemán. Una mujer que pertenece a la raza de los «improvisadores, de los inventores, de los heterodoxos de todo». Juan Bonilla rescata esta biografía «apresurada y política», escribe Umbral en El Mundo en 1995. Una biografía que hizo para una colección de la editorial Dopesa en el año de 1971. Uno de esos libros que, dice Bonilla, Umbral escribía por encargo para hacer caja. Caja y pluma, que también quería medirse con temas a los que dominar y «umbralizar» con su lirismo, con su verbo duro. Hemos acompañado la reseña del libro de la entrevista que Lola le hizo a Umbral en Antena 3. Entrevista que se hicieron mutuamente. Lola le decía a Paco que le gustaría verle en casa, temprano, en bata y zapatillas. Lo define como hombre bueno y sencillo que se pone un palo de escoba en la espalda para salir de casa. Un estirado en la calle. Y Paco le contesta que él vende mentiras, que la gente no merece la verdad. Dos genios, que tuvieron también sus grescas. La Lola de El Lerele y Umbral, al que Lola llamaba «el constipaillo».
Y a Lola Flores la ve Umbral como la mujer que» ha fluctuado siempre entre el mito de Petenera y el de Bernarda Alba, que son los dos grandes mitos andaluces. En el arte ha sido Petenera y en la vida Bernarda Alba». Porque una Petenera a secas, dice el autor, el pueblo español, tan conservador no la aceptaría nunca. Dice es ese artículo de 1995, añadido en los apéndices, que la biografía de Lola escrita en los setenta de Lola es política. Y lo es porque Umbral sitúa a la Faraona en medio de las tensiones entre lo popular y lo señorito, entre el folclore y la aristocracia. Y en el estilo lerele. «Lola y Dalí son de la misma raza, españoles del lerele, genios autóctonos y autodidactas. El surrealismo lerele de Dalí le va muy bien al petenerismo lerele de doña Lola. Estos genios del desplante, del nacionalismo a ultranza, del «que inventen ellos», le gustan mucho al español de la calle.»
Pueblo asimilado, dice Umbral que es Lola Flores. Y la analiza en tres niveles. El artístico, en el que representa el caso de la personalidad que triunfa sobre los géneros, como Goya y como Dalí. Han impuesto su personalidad («no canta, no baila, no se la pierdan»), su personaje, sobre todo lo que han hecho. En el nivel social Lola «es pueblo asumido, asimilado por las élites». Y en el nivel personal, Lola sería un cruce de Marta y María, «del temperamento y la domesticidad, de la in quietud creadora y de la paciencia hogareña».
Se trata de una biografía sociológica y política. Una Lola en el contexto de la España franquista, de un país en el que la música y la poesía han permeabilizado al pueblo, pero la novela y en ensayo no. Una Lola que no lee a los grandes novelistas de su época, prefiere escucharles. Y un texto en el que Umbral es lírico sí, pero aquí domina el análisis intelectual, con esquemas de corte marxista, sobre la legitimidad que tiene el artista de emanciparse, salvarse a sí mismo, una redención en solitario, que termina por ser una «redención deficiente, traumática». El lirismo de verdad, el profundo, lo cuaja Umbral muchos años después, en una artículo de prosa colosal publicado en El Mundo en 1994. Está incluido en los apéndices. «Violenta y arrastrada, gloriosa y sin un duro, vieja como el tiempo, atroz como sus hombres, feliz como una comadre, eterna, así empezó su historia de putana…..» No se lo pierdan.
