‘Los comienzos del jazz’, una historia rigurosa desde el origen

Los comienzos del jazz. Sus raíces y su desarrollo musical. Gunther Schuller. Tradicción de Francisco López Martín y Vicent Minguet. Editorial Acantilado.

Claro, exaustivo, objetivo y riguroso. Con estos adjetivos saludo The New York Times en mayo del 68 la aparición del primer tomo de la historia del Jazz firmada por Gunther Schuller. Frank Conroy añadía que hasta la fecha no había ninguna otra obra la historia de esta música que se pudiera poner a la par de la obra de Schuller. Y eso que el jazz en la época (finales de los sesenta) era uno de los temas más frecuentes en la lista de los libros más vendidos.

historia del jazz

En este primer tomo, Los comienzos del jazz (Early jazz), Schuller aborda los más tempranos pasos del jazz y su desarrollo hasta los primeros años 30. Es por tanto la etapa más oscura y legendaria, la más imprecisa. En el nacimiento de jazz, Schuller ve la combinación de los ritmos africanos con la harmonía de la música europea. La música negra por antonomasia habría surgido de la interpretación, dentro del marco de referencia de su herencia musical africana, de las hamonías de la música que venía de Europa: «la sonoridad del jazz genuino emana directamente de los cantos africanos e indirectamente del habla y el lenguaje africanos». Y cuanto más nos alejamos de esta tradición más lejos estamos de la sonoridad del jazz, escribe Schuller, que rechaza tajantemente cualquier relación entre el flamenco (también individual, y en parte improvisado) y el jazz.

Pero su nacimiento es impreciso. Schuller afirma que es difícil imaginarse cómo sonaba el jazz en aquel periodo inicial: «la única generalización que podemos permitirnos es la de que la música que llegó a conocerse como jazz existió durante muchos años como una música polifacética cuyo carácter dependía fundamentalmente de la disposición social y racial del público». Los comienzos del jazz es un libro profundamente exhaustivo. Analiza grupos grandes y pequeños, repasa las más importantes grabaciones de la época, repasa los diferentes estilos (ragtime, march, jazz) o las bandas de Nueva York, de Chicago, de Nueva Orleans. pero si hay un músico central en Los comienzos del jazz, ese es Duke Ellington, al que va dedicado el libro, por haber aportado con su música «felicidad y belleza a la vida de todos nosotros». La obra de Schuller es colosal y enciclopédica en el periodo que estudia, y se trata de uno de los grandes clásicos de la historia de la música.

El autor

Músico, compositor, director de osqueta, profesor y escritor, Gunther Alexander Schuller nació en Queens el 22 de noviembre de 1925. Era hijo de Arthur Schuller y su ex, Elsie Bernartz. Después de asistir a una escuela privada en Gebesee, Alemania, de 1932 a 1936, regresó a Nueva York y se matriculó en la Escuela del Coro de la Iglesia St. Thomas, donde estudió música con T. Tertius Noble y cantó como niño soprano. También comenzó a estudiar flauta y trompa, y la Filarmónica lo contrató como cornista sustituto cuando tenía 15 años.

Asistió a la Jamaica High School en Queens. Durante sus años de escuela secundaria, también estudió teoría musical y contrapunto en la Escuela de Música de Manhattan. En 1943, Schuller abandonó sus estudios por primer trabajo profesional y realizó una gira como trompetista francés con el American Ballet Theatre. Ese mismo año se convirtió en trompista principal de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati, cargo que ocupó hasta 1945, cuando regresó a Nueva York y se convirtió en trompista principal de la Metropolitan Opera. Antes de dejar Cincinnati fue solista en el estreno de su propio Primer Concierto para trompa (1945). También fue en Cincinnati donde Schuller se interesó por el jazz, principalmente a través de la música de Duke Ellington, que transcribió de grabaciones y arregló para los Cincinnati Pops. Como intérprete comenzó a vivir una doble vida en Nueva York, donde actuó en el Metropolitan Opera y en conciertos de música de cámara, y en conjuntos dirigidos por, entre otros, Miles Davis.

Schuller, que ganó el Premio Pulitzer por su obra orquestal “Of Reminiscences and Reflections” en 1994, era partidario de los métodos dodecafónicos de la Segunda Escuela de Viena, pero no estaba indisolublemente ligado a ellos. Siempre fascinado por el jazz, escribió arreglos y composiciones para varios artistas de jazz, entre los que destaca el Modern Jazz Quartet. Varias de sus partituras, entre ellas el Concertino (1958) para cuarteto y orquesta de jazz, los “Siete estudios sobre temas de Paul Klee” (1959) y una ópera, “La Visitación” (1966), utilizaron aspectos de su estética de la Tercera Corriente, aunque predominan en él las influencias clásicas contemporáneas.

Gran parte de la mejor música de Schuller está compuesta por combinaciones instrumentales inusuales. En la Sinfonía para metales y percusión (1950), una de sus primeras obras más interpretadas, dejó a un lado las cuerdas y los instrumentos de viento. En “Spectra”, un estudio de color orquestal compuesto para la Filarmónica de Nueva York en 1960, dividió la orquesta en siete grupos distintos, desplegados por separado en el escenario para que cada uno pudiera escucharse de forma independiente o en combinación con los demás.

También compuso “Cinco piezas para cinco trompas” (1952) y cuartetos para cuatro contrabajos (1947) y cuatro violonchelos (1958). Sus más de 20 conciertos incluyen obras maestras para contrabajo (1968), contrafagot (1978) y saxofón alto (1983), así como un Gran Concierto para percusión y teclados (2005), para ocho percusionistas, un arpista y dos teclistas. Gunther Shuller murió en 2015, a los 89 años, a consecuencia de una leucemia.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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