Mérida, la Mérida de Yucatán, es una ciudad a la medida del hombre. El gobierno del estado presume de tener la región más segura de América. De la América que va desde la frontera de Estados Unidos con el Canadá, hasta el Cono Sur. Con esa promesa, nos lanzamos a la calle temprano, pasadas las seis de la mañana. Hay un calor húmedo, un aire graso, y los primeros coches circulan por el paseo de Montejo, la arteria principal en la que se entrelazan el pasado y el futuro de Mérida. Francisco de Montejo, conquistador y adelantado de Yucatán, fundó Mérida a mediados del siglo XVI. La ciudad fue construida sobre una antigua ciudad maya. Las piedras de las pirámides se utilizaron para construir, entre otros edificios, la catedral.
Callejeando se llega pronto al centro histórico de Mérida en el estado de Yucatán. Es el mejor punto de partida para iniciar el viaje. El viajero percibe pronto la amabilidad de los yucatecos. Saludan por la calle y es fácil pegar la hebra con cualquiera. Si pides una indicación, si preguntas por alguna dirección, te será fácil terminar tomando un café o una limonada en el primer lugar a mano. Mérida es una ciudad abierta. El Secretario de Fomento de la Economía, Ernesto Herrera, nos dirá en una conversación, que son décadas de educación las que han permitido esa apertura.
Es probable que también sea una inercia de un pasado de esplendor. Basta dar una vuelta por el paseo Montejo. Allí se levanta, por ejemplo, la Casa Museo 495. Se trata de una mansión diseñada por el arquitecto francés Gustave Umbdenstock. Con 110 años desde su inauguración, Montejo 495 mantiene su diseño y decoración original. Muy cerca del 495 se encuentra el Minaret. Esta mansión afrancesada fue construida por el Dr. Álvaro Medina Ayora en 1908. Su hermano el Ingeniero Miguel Medina Ayora, que era Director de Obras Públicas del Estado, dirigió la construcción de la obra.
El esplendor neoclásico de Mérida
Entre sus características tiene un estilo de arquitectura neoclásica, propia del siglo XIX y es otra de las pocas casonas que han subsistido al deterioro de la belleza urbana original de la avenida, y que aún le dan vista y presencia histórica al Paseo de Montejo, testigo de una época del esplendor, no solo del estado sino del país.
La zona del paseo de Montejo abarca un área de 3.88 kilómetros cuadrados y está formada por 659 manzanas que comprenden alrededor de 3 906 edificios construidos entre los siglos XVI y XIX y la mayoría de los lugares que ver en Mérida. Entre ellos destacan el Palacio de Gobierno, la Casa de Montejo, la Catedral de San Idelfonso, el Museo Macay…entre otros. El Centro Histórico de Mérida, que es el segundo más grande del país, solo detrás del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Signos de un esplendor pasado, cuando Yucatán exportaba, para todas las marinas del mundo, sus sogas fabricadas con fibra de henequén. La industria trajo prosperidad a la región y una riqueza que se trasladó desde las haciendas a la ciudad. La transformación de la planta en cuerdas y sogas, hizo de Yucatán una región próspera. Hoy el henequén renace en fábricas de tejidos para cubrir suelos y paredes. Una industria sostenible que ya exporta sus bobinas de tejido a medio mundo. Mientras, lugares como el Museo de la gastronomía yucateca, un restaurante en el centro de la ciudad, recuerda en sus techos el producto que les dio esplendor.
La Plaza Grande y la Catedral
En la Plaza Grande se encuentra la Catedral. Fue construida por los españoles en el siglo XV, en el mismo lugar donde antes se encontraba un templo maya. Es la Catedral más antigua de la América continental. En el interior se puede contemplar el Cristo crucificado de madera más grande del mundo, llamado Cristo de la Unidad. Otro de los edificios más importantes que ver en Mérida es el Palacio Municipal, un edificio de color rosa construido en el siglo XVIII. En su interior se puede visitar el salón de cabildos y la plaza de los poetas.
Lo mejor en Mérida es callejear por la trama urbana, una perfecta cuadrícula, y dejarse llevar por los comercios de antigüedades, por los cafés, las heladerías, siempre repletas, o las tiendas de guayaberas, o artesanía local. Comer es fácil y supone toda una aventura. ya hemos citado el Museo de la gastronomía yucateca. En su jardín trasero pueden ver cómo se fabrican las tortillas de maíz, o cómo se cocina la estrella gastronómica de Yucatán, la cochinita pibil. Se trata de un cerdo asado en un agujero en la tierra. Rodeado de brasas, el cochino se asa a fuego lento durante horas, sin perder sabor ni humedad. El resultado es una carne que se deshace, tierna como la mantequilla, perfecta para rellenar unos tacos.
La gastronomía yucateca tiene además platos suculentos, sencillos y contundentes como el caldo de frijoles con cerdo. Y unos aromas exóticos. Su bandera es la sopa de lima, pero se sorprenderán también con las cebollas marinadas en zumo de naranja, o el uso, exquisito, de semillas en la cocina. Si disponen de tiempo, no dejen de visitar Hacienda Teya. Se trata de una de las haciendas más antiguas de Yucatán. Está a veinte minutos en coche desde el centro de Mérida. Es un exponente de la historia yucateca: primero fue hacienda agrícola, luego se dedicó a la producción del henequén. Cuando el plástico y el metal dejaron fuera de juego las fibras vegetales, Teya se convirtió en uno de los lugares emblemáticos de la cultura gastronómica y paisajística de México.