‘Monterosso mon amour’, la novela de las vidas anodinas

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Monterosso mon amour. Ilja Leonard Pfeijffer. Traducción de Gonzalo Fernández Gómez. Editorial Acantilado.

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Carmen es una lectora vocacional, pero no conforma con su vida sea una sucesión de obras leídas. Ha sido librera, pero dejó esa dedicación para seguir a su marido, diplomático. Pensó en su día que la vida de la diplomacia sería una sucesión de aventuras, un rosario de experiencias en paises exóticos que llenarían su existencia con una pasión de perfumes intensos. No tiene hijos. Solo acumula decepciones. Enferma del mismo mal que madame Bovary, desearía que su vida se pareciera a las novelas, que fuera una vida novelesca, digna de ser contada por un autor, uno de esos a los que admira. Por ejemplo por Ilja Leonard Pfeijffer, que se cuela en su propia novela, como si estuviera haciendo un plano copiado de sir Alfred Hitchcock. Buscanso en los hilos de su vida, Carmen encuentra un amor de juventud, un muchacho italiano con el que pasó un verano. Y se lanza a explorar ese recuerdo, con la ilusión de reencontrarlo.

Los temas de Ilja Leonard Pfeijffer son el amor y el pasado. Lo vimos en Grand Hotel Europa (Acantilado, 2021), donde utilizaba como contexto el turismo de masas, en una Europa decadente. Ya en aquel relato, Ilja Leonard se colocaba en primer plano mientras acompañaba a un equipo de televisión que estaba rodando un documental por el continente. Y se nos presentaba como un tipo culto, indolente, contradictorio, al que le gusta vivir bien, vestir bien y jugar. En Monterosso mon amour el personaje central es una mujer que ha vivido mucho, y que ha llegado a la edad adulta con una mochila llena de decepciones. La novela comienza con una pregunta: ¿basta aceptar las cosas tal y como son para que las insatisfacciones de la vida se tornen de otro color y se conviertan en satisfacciones? Es decir, ¿debmos ser conformistas? ¿Es el inconformismo el origen de buena parte de nuestras desdichas?

Carmen «se siente vieja porque le gusta leer». Se siente incómoda con la tecnología, con los teléfonos que reclaman continuamente nuestra atención, con la presencia constante y molesta de la actualidad. Lo cierto es que el personaje tiene todos los ingredientes para sentirse «de otro tiempo». Le gustan las historias, lee un periódico vespertino, ¿quién lee hoy un periódico de papel que se publique por las tardes? Es más, me pregunto, ¿existe algún periódico que se imprima en papel y se venda pasado el mediodía? Su vida transcurre en medio de una realidad a la que le falta fantasía, carente de ilusiones. Solo los libros la liberan de vivir una sola vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Los libros son la única posibilidad de vivir otras vidas. Hasta que Carmen encuentra en su propia memoria ese momento en que su vida pudo ser otra si la vacaciones no se hubieran interrumpido, si a aquel primer beso hubieran seguido unas vacaciones eternas. Y decide regresar a Monterosso.

A partir de este punto la novela entra en un derrotero de cierta intriga, porque Tiziana, la dueña del bed & breakfast donde se aloja, se implica en la búsqueda de aquel joven con el que Carmen nadaba en el Mediterráneo. Carmen se encuentra con una realidad inesperada, no solo porque la pandemia le sorprende en Italia, sino porque aparecen en su vida, en esta nueva vida, algunos personajes que llegan despertar en ella sentimientos adormecidos por la falta de acontecimientos en su vida.

Ilja Leonard Pfeijffer sigue siendo aquí el escritor irónico que maneja el humor con elegancia, y trata al personaje de su novela con una conmovedora ternura. Al final y al cabo, la fabulación, la necesidad de la ficción, es un rasgo humano universal, que nos empuja a explorar todas las posibilidades de la vida. Un impulso que nunca se rinde, por muchas decepciones que hayamos acumulado en la vida. Monterosso mon amour es una novela sobre las existencias en apariencia anodinas, esas cargadas de días en blanco, y que se podrían resumir en apenas unas líneas. Como confiesa Carmen en un momento del relato, «a lo largo de mi vida he hecho tan pocas cosas dignas de contar que me encantaría leer, por curiosidad, un libro sobre un personaje tan anodino como yo. He viajado por todo el mndo sin ver nada, he estrellado pelotas de tenis conta la red y he descubierto el vino de jerez, me he hecho vieja sin darme cuenta y, a causa de un malentendido, he esado de vacaciones junto al mar, lo cual, bien mirado, no ha cambiado nada, suponiendo que esa fuera mi intención y supòniendo que yo fuera una mujer con intenciones».

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