Las hermanas Brown (1975-2022) Nicholas Nixon. Fundación Mapfre, del 5 de junio al 24 de agosto. Paseo de Recoletos, 23. Madrid
En el universo de la fotografía contemporánea, pocas series han logrado capturar con tanta honestidad y emoción el paso del tiempo como Las Hermanas Brown de Nicholas Nixon. Desde 1975 hasta 2022, Nixon retrató cada año, sin fallar ni una sola vez, a su esposa acompañada de sus tres hermanas: Heather, Mimi, Bebe (su mujer) y Laurie. Cuarenta y siete retratos en blanco y negro que constituyen una meditación conmovedora sobre la identidad, la familia, la intimidad y la irreversible marcha del tiempo.
Las protagonistas, siempre alineadas en el mismo orden —aunque con pequeñas variaciones de actitud, de cercanía o de expresión—, son mujeres reales, no modelos. No hay artificio, ni maquillaje ni intención de posar para la historia. Y, sin embargo, han acabado encarnando uno de los relatos visuales más poderosos de la fotografía del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Las Hermanas Brown son un espejo de nosotros mismos, una metáfora de la vida contada en silentes capítulos anuales.

Nicholas Nixon, nacido en Detroit en 1947, es un fotógrafo norteamericano asociado al movimiento de la «nueva topografía» y a la llamada “fotografía directa”. Estudió literatura en Michigan y fotografía en la Universidad de Nuevo México, influido por los grandes maestros del blanco y negro: Walker Evans, Edward Weston y Paul Strand. Desde sus inicios, su estilo se ha caracterizado por un enfoque honesto, sobrio, casi ascético. Usa cámaras de gran formato —generalmente una 8×10 pulgadas— que imponen una cierta solemnidad al acto de fotografiar y obligan a una pausa que, en tiempos de instantaneidad digital, resulta casi revolucionaria.
El lenguaje visual de Nixon se basa en la cercanía, la observación lenta y una capacidad extraordinaria para construir intimidad sin invadir. Su serie sobre enfermos de sida en los años 80 o sobre ancianos y parejas ancianas en People with AIDS y Old People, respectivamente, comparten con Las Hermanas Brown esa mirada sin condescendencia, pero cargada de humanidad. En sus imágenes no hay sensacionalismo ni búsqueda de dramatismo fácil: hay verdad. Y en esa verdad, belleza.

¿Por qué retratar cada año a las mismas cuatro mujeres? La respuesta no es tanto conceptual como afectiva. Nixon, casado con Bebe Brown, sintió desde el principio una conexión familiar con sus cuñadas. Pero también percibió que juntas representaban algo más profundo: un relato visual de la fraternidad, de la feminidad, del envejecimiento. Cada fotografía es un año de sus vidas y también una página de un libro sin palabras que habla sobre el tiempo como sólo la fotografía puede hacerlo. No es una historia de eventos, sino de presencias.
Lo extraordinario de la serie es que, al ver las imágenes en secuencia, asistimos a una danza muda de los gestos, de las miradas, de los cuerpos que cambian. Vemos cómo se reafirman las personalidades, cómo se consolidan los vínculos, cómo el rostro envejece y a la vez permanece fiel a sí mismo. Hay un misterio en esa continuidad: el rostro como biografía viva.
Nixon y la fotografía
La aportación de Nixon al arte fotográfico va más allá del documento. Ha conseguido dotar de una dimensión casi escultórica a sus retratos. En la serie de Las Hermanas Brown, la fotografía alcanza una cualidad temporal única: es el arte de ver pasar el tiempo sin que se nos escape. En un mundo obsesionado con la novedad, Nixon nos recuerda que hay belleza en lo persistente, en lo cotidiano, en lo que cambia despacio.
Hoy, la exposición completa de Las Hermanas Brown, enmarcada y ordenada año tras año, se convierte en una experiencia conmovedora. No sólo vemos a cuatro mujeres crecer, madurar, envejecer. Nos vemos a nosotros mismos. Vemos la vida pasar con dignidad y sin estridencias. Y en esa mirada que Nixon nos devuelve, entendemos que la fotografía puede ser, también, un acto de amor.