Esta conversación se produjo hace unos meses, en la fábrica de Valencia donde Pilar Mateo hace sus pinturas de guerra contra los insectos. Se doctoró en Química y su vida, como ella confiesa, ha sido un continuo desafío para dar soluciones a los problemas que se presentan. Así llegó a desarrollar una pintura que libera pequeñas dosis de insecticida, para combatir la malaria o el mal de chagas, enfermedades que se cobran cada año cientos de miles de vidas. Su descubrimiento ha cambiado la vida de grandes comunidades en América, en Asia o en África.
La ciencia del abrazo
Hay un sentido en la ciencia: cambiar la vida de las personas. Por eso Pilar Mateo no se conforma con llevar su pintura a las casas de Bolivia. Sabe que detrás de la enfermedad hay algo más, que «la primer enfermedad es la pobreza». En la conversación que mantuvimos en Valencia está resumida su vida: su familia, su admiración por su padre, por su madre, por su abuelo. También sus fracasos, o la quiebra moral que supuso para su padre el incendio de la fábrica de barnices que era el centro de su vida profesional. Aquello fue según Pilar Mateo una señal que les indicaba que había que variar el rumbo de la fábrica.
Pilar estudió Químicas y la vida le fue poniendo delante múltiples problemas. Dice que en su vida no hay planificación, que ha sido un sucederse de respuestas a problemas que se ponían delante, que le desafiaban para que encontrara una solución. El relato de su vida tiene una riqueza profunda, y un sentido humanista que le ha dado una proyección internacional y un papel fundamental en muchos países de América, Asia y África.
Un proyecto futuro
En la conversación con Fanfan nos habla del proceso de transformación de las comunidades de Bolivia donde ha trabajado, las dificultades con las que se encontró, las amenazas de muerte. «Siempre que intentas cambiar algo te encuentras con personas a las que molestas o estorbas, porque cambias también el estado de las cosas».
El último descubrimiento de Pilar Mateo es una aplicación química en la viruta de pino que sirve como cama para los caballos. Un tratamiento químico permite evitar el crecimiento de las larvas de la mosca que prolifera en las caballerizas. La salud de los equipos mejora, se evita que estén sometidos a una alta contaminación por insecticidas, y la contaminación ambiental. Su proyecto pasa por construir una fábrica de este producto en el pueblo de Teruel del que salió su padre para emigrar a Valencia.
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