El 2 de enero de 2018 fallecía el monstruo sagrado de la edición francesa, Bernard de Fallois. Tenía 91 años. Editor de Simenon, gran especialista en Proust y descubridor del joven Joël Dicker, la última sensación de las letras en lengua francesa. Dicker le rinde homenaje en El enigma de la habitación 622, que acaba de publicarse en España.
Un folletín casi rosa
En el relato de Dicker, una mañana de diciembre un hombre muerto a balazos es descubierto en un hotel de lujo de los Alpes suizos. Años después, la policía sigue sin saber quien es el asesino. El escritor Joël Dicker, que busca evadirse de su complicada vida cotidiana durante unos días, dedica dos semanas al misterio. Una historia de enmarcada en el ámbito financiero de Suiza, con un laberinto de flashbacks, que en ocasiones aturden al lector, es el resultado. Una novela sobre las dobles vidas y el engaño llevados al extremo.
El enigma de la habitación 622 tiene mucho de folletín, casi de novela rosa: los protagonistas, son guapísimos, riquísimos, listísimos y viven rodeados de caviar y champán hasta la exageración. Como quizá o quizá no, sea la vida de los banqueros suizos. Una siempre ha creído que los banqueros ricos son muy mirados ellos, pero qué sabré yo, frente a un suizo de nacimiento.
En cualquier caso, la historia le ha salido a Dicker poco creíble: las dobles vidas y los engaños de muchos de sus personajes rozan lo absurdo. Y la posibilidad de que el presidente, inmensamente rico, de un banco suizo acuda a un acontecimiento social con su mucama albanesa, es cuando menos disparatada. Los diálogos están, además, trufados de tópicos del tipo: ‘Solo se ama una vez en la vida’ y demás simplezas.
¿Quién es el muerto?
El único interés que tiene la historia es saber no quién es el asesino sino, quién es el muerto, algo que el lector desconoce hasta la última cuarta parte del libro. También la historia de la relación De Fallois-Dicker es interesante. A lo largo de la novela, el autor va desgranando la relación especial que tuvo con su editor, desde su primer encuentro hasta la víspera de su muerte. Es en los únicos momentos en los que vemos algo del autor que nos conquistó en La verdad sobre el caso Harry Quebert, nos emocionó con El libro de los Baltimore y que nos dejó sin aliento en esa especie de Fargo que es La desaparición de Stéphanie Mailer, con sus atolondrados personajes.
Dentro de la novela, Dicker termina el libro en quince días. En la vida real, no parece que le haya dedicado mucho tiempo más. Visto el resultado, de Fallois era merecedor de un mayor esfuerzo en el homenaje. Quizá la primera y más emotiva novela de Dicker, ‘Los últimos días de nuestros padres’, con la que conquistó al editor, hubiera sido más adecuada para el ese propósito.
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