Tara Tari. Mis alas, mi libertad. Capucine Trochet. Prólogo de Paula Gonzalvo. Editorial Almayer
A sus 31 años, Capucine Trochet se embarcó a bordo del Tara Tari, un pequeño velero fabricado con fibra de yute. El pequeño bote tenía seis metros y medio de eslora, y sobresalía apenas veinte centímetros por encima del agua. El objetivo de Trochet era cruzar el Atlántico. En el barco no había, seguramente no cabía, ni un solo aparato tecnológico para ayudarle en la navegación. Con este prodigioso viaje inicia su andadura una nueva editorial, dedicada a los temas del mar. El nombre, Almayer, nos remite a Conrad, a la inmensidad del mar y su aventura.
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Todo viaje es un viaje interior. Y en especial este de Capucine Trochet. Herida por una enfermedad que bloquea sus piernas, tiene que renunciar al mar para ingresar en un hospital donde le explican que deben practicarle una compleja operación en la rodilla. Desde su silla de ruedas comparte horas de sanatorio con tetrapléjicos, alguno de ellos famoso porque inspiró una película. En el muelle había quedado Tara Tari, un barco que le llamó la atención por su extrema sobriedad, por su construcción austera de fibra de yute. El constructor del barco, un viejo conocido del mar le había advertido: «Tara Tari no está hecho para cruzar el Atlántico». En apariencia, Capucine tampoco estaba hecha para navegar, o al menos había llegado tarde a su gran viaje.
O quizá si. Trochet escapa del hospital y se arrastra por la cubierta del Tara Tari para limpiarlo, para reparar la proa dañada en una maniobra equivocada. Se familiariza con el barco, con el que siente que puede ser posible cruzar el Atlántico, quizá porque es pequeño, manejable. Y decide echarse a la mar, descubrir los límites del barco, los suyos propios en un viaje sin ayuda de aparatos de navegación electrónicos, sin dinero. El viaje y sus circunstancias, una tormenta en Cabo Verde, el agua y el alimento como bienes escasos que debe administrar con una austeridad benedictina, la soledad, la inmensidad, el diálogo con el cuerpo, con la enfermedad. Capucine construye su propio estilo de vida, en el que la enfermedad acaba cobrando un sentido inesperado, hasta llevarla a un estado de serenidad en el que los miedos se disuelven, en el que, en efecto, el barco se convierte en un cuerpo que le presta sus alas, camino de la libertad.
Desde FANFAN celebramos el nacimiento de Almayer y su dedicación al mar, el gran espacio en el que se han construido algunos de los grandes relatos que indagan y nos descubren la condición humana: la Odisea, Moby Dick, El viejo y el mar, Lord Jim. Y ya le agradecemos que nos haya descubierto a una nueva autora, Capucine Trochet, que está inserta en esa tradición que ha mirado el mar como el lugar de la aventura, de la búsqueda de los límites de lo humano, metáfora eterna de la vida.
La autora
Capucine Trochet cambió su vida a los 27 años. Dejó atrás una carrera muy prometedora como periodista en medios de prestigio como Le Figaro o Les Échos. Su pasión era competir en una regata trasatlántica para veleros que navegan con un solo piloto. Navegación en solitario, quizá el desafío más exigente en el mar. Pero la enfermedad se cruza en su camino. En una revisión le diagnostican el síndrome de Ehlers-Danlos, una enfermedad rara, una de esas que aparecen en uno de cada un millón de pacientes. Todos sus sueños se quedan suspendidos en el aire. Inicia un largo proceso de hospitalización y rehabilitación que cuenta en Tara Tari.
Pero antes de conocer su enfermedad ya se había encontrado con Tara Tari, un pequeño velero construido con fibra de yute, un material con el que se fabrican barcas en Bangladesh. Tara Tari fue su regreso al mar, y el barco se convierte en algo más que un escenario: es un personaje que acompaña la lucha de Capucine contra la adversidad. La joven navegará durante diez meses, sin tecnología, y transforma su viaje en una nueva Odisea, física y espiritual, que culmina en este libro emotivo, inolvidable, que se erige como un auténtico símbolo de perseverancia, fe, superación y amor por el mar, cargado de optimismo, a partir de una sobriedad que es casi monacal.
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