‘Tocar el mundo’, para entender la pintura. Una lección de N. Bilbeny

Tocar el mundo. Una introducción informal a la pintura. Norbert Bilbeny. Editorial Elba.

Hablar con claridad de la pintura, buscar su sentido, y hacerlo de una manera informal, son virtudes que el lector aficionado al arte encuentra en estos textos del catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona. El libro de Bilbeny me ha hecho recordar las lecciones sobre historia del arte contemporáneo que recibimos en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra allá por los primeros años 80. La Facultad entendía que cualquiera que se mueva por el mundo contemporáneo y asuma la tarea de entenderlo y explicarlo, debe conocer el arte, las líneas maestras de su evolución, y lo que el hombre de nuestro tiempo expresa con imágenes, formas, colores y texturas.

bilbeny

El arte forma parte del sustrato emocional de la época, y expresa las corrientes de fondo del corazón humano. Dice Bilbeny que «la inteligencia busca, pero el corazón encuentra. Y en el arte, quien encuentra es básicamente éste, el sentimiento. Una inteligencia estúpida podría suprimir el arte, pero nunca lo haría el sentimiento, excepto que fuese igualmente estúpido o ausente, como el de los fanáticos».

Tocar el mundo se presenta por tanto, en su apariencia informal, como una obra para los que aprecian el arte pero se han convertido a la decepción de los escépticos, cansados de un lenguaje alambicado y posmoderno, y de las derivas del arte contemporáneo hacia el espectáculo. «La obra ha de emocionar, y al mismo tiempo ha de ser comprendida«, dice Bilbeny en uno de los ensayos que contiene este Tocar el mundo. En la pintura no se trata de pintar la cosa en si, sino de expresar emociones, del efecto que produce el hecho material de reunir en un espacio determinado colores, texturas y formas para obtener lo que se denomina una «experiencia del objeto».

La pintura, recuerda Bilbeny, «realiza una idea», y como tal, no es diferente a otras artes, en las que la explicación contribuye a la conexión del arte con quien lo contempla. Si uno escucha la historia del flamenco, las corrientes migratorias que permitieron el encuentro de una cultura remota que tenía raíces en la India y asentamientos en Rumanía, para llegar al sur de España, donde se encuentra con la tradición de la música musulmana, tendrá una perspectiva que le permitirá sentir con más hondura las soleás y las seguiriyas.

Pintura de figuración, en la que reconocemos los objetos o los seres representados; pintura de abstracción en la que es la pintura es el objeto mismo, un objeto que como decía D’Ors, a quien Bilbeny conoce a fondo, «huye de obedecer a la naturaleza». En este sentido de aclarar el arte, Bilbeny se hace preguntas básicas: qué es pintar, qué es lo que hay que pintar, y cómo hay que pintar. Hasta llegar a la última, de sentido filosófico, ¿por qué hay que pintar? Y la respuesta de Bilbeny es que en la pintura se trata de buscar la belleza a través de la reflexión. Y la búsqueda de la belleza no necesita un pretexto: «la belleza es en sí misma no solo indefinible, sino injustificable, no necesitada de justificación». Y la búsqueda de la belleza está relacionada con la de la felicidad, y por tanto con la de la justicia: «la belleza es un orden, pero un orden justo». La belleza, dice Bilbeny, nos conduce al jardín. Tocar el mundo es un libro bello, claro y profundo, que nos abre un camino de luz sobre el arte y la pintura, la de la abstracción y la figurativa, que nos expresa el sentido contestatario del arte, su capacidad no solo de permitirnos tocar el alma del mundo, sino también de crearlo.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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