Jawlensky, la vía mística del retrato

Alexéi von Jawlensky. El paisaje del rostro. Del 11 de febrero al 9 de mayo de 2021. Comisario: Itzhak Goldberg. Fundación Mapfre. Paseo de Recoletos. Madrid

Es una fiesta. Encontrar de nuevo a uno de esos pintores que eran marginales en las clases de historia del arte contemporáneo y hallar una obra de una intensidad de color y de una profundidad espiritual como la de Jawlensky es una juerga. Contemplar su obra en la soledad de unas salas vacías, un privilegio. El 9 de febrero la Fundación Mapfre inauguraba esta muestra de la obra de Jawlensky en un Madrid abandonado, por la pandemia y por el temporal de agua y viento que barría las calles.

En la Europa de las vanguardias

Alexéi von Jawlensky (1864-1941) atraviesa el periodo de las vanguardias, participa en sus debates, inicia el camino hacia la abstracción sin llegar a entregarse a su rigor, viene de la Rusia de los iconos y su pintura vuelve siempre al retrato como paisaje esencial. Su carrera pasa por Suiza y Alemania, por el contacto con Kandinsky, con los expresionistas y con el grupo de El Jinete azul.

La pintura de Jawlensky es un giro continuo en torno a los mismos temas, una espiral que tiene como centro el rostro humano. ¿Qué hay detrás de las formas que componen un rostro único? Jawlensky expresa esa búsqueda con colores intensos, pinceladas gruesas, formas primordiales, a veces de una esquemática simplicidad, pero de una fuerza espiritual de vibración mística. ¿Qué persigue Jawlensky en estas obras, en los retratos de «mujeres españolas», en la serie de óleos pintados sobre el mismo paisaje, el que ve desde la ventana de su habitación de convaleciente? Busca a Dios. Detrás de cada rostro está Dios, la obra de arte, afirma, es una manifestación visible de Dios.

Retrato. Alexéi Jawlensky
Princesa Turandot. Alexéi Jawlensky

De la naturaleza muerta al retrato

La exposición comienza con las pinturas sus primeros años: bodegones, paisajes, y algunos retratos. Sigue la senda de Van Gogh, de Gaughin y de Cézanne. Pero su estilo se decanta. Pierde notas y se queda con colores muy intensos: azules profundos, bermellones, amarillos de óxido. Tintes radiantes. La Primera Guerra Mundial la pasa en Suiza, donde pinta la serie llamada Variaciones: el mismo paisaje da lugar a cuadros de acordes de color muy diferentes. Jawlensky es un pintor musical. Como lo es Matisse. Sus tonos y colores vibran y se combinan para buscar un sonido único.

En la obra de Jawlensky hay una constante búsqueda espiritual, casi religiosa. Se expresa en un lenguaje completamente libre. Los retratos se simplifican en la forma, se hacen fuertes en el color, para buscar una vida interior. En sus memorias, dictadas cuatro años antes de su muerte, Jawlensky subraya la importancia que en los inicios de su trayectoria artística tuvieron dos hechos de carácter religioso. Habla de la impresión que le provocó, siendo niño, la visión de un icono de la Virgen en una iglesia polaca llamada Kostjol. Y después se refiere a su visita a la exposición Universal de Moscú de 1880: «Era la primera vez en mi vida que veía cuadros y fui tocado por la gracia, como el apóstol Pablo en el momento de su conversión. Mi vida se vio por ello enteramente transformada. Desde ese día, el arte ha sido mi única pasión, mi sanctasanctórum, y me he dedicado a él en cuerpo y alma».

Jawlensky, autorretrato
Jawlensky, autorretrato

Paisajes, meditaciones, y otros artistas

La selección de obras, que supera el centenar, ofrece un amplio recorrido cronológico por la trayectoria del pintor a través de seis secciones (Primeros años, Cabezas de preguerra, Variaciones sobre un tema paisajístico, Cabezas místicas, Cabezas geométricas o cabezas abstractas y Meditaciones y naturalezas muertas, al tiempo que establece puntualmente un diálogo con piezas de distintos artistas que compartieron inquietudes e intereses con Jawlensky o tuvieron determinada influencia sobre él. Entre estos otros autores se cuentan los franceses Pierre Girieud, Henri-Edmond Cross, André Derain, Henri Matisse o Maurice de Vlaminck, compañeros de viaje durante el período postimpresionista y fovista; la pintora Marianne von Werefkin, compañera de Jawlensky hasta 1921; Gabriele Münter, una de las pocas mujeres asociadas al expresionismo alemán, o Sonia Delaunay, a quien le une el uso vibrante del color.

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Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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