Fleurs. Marco Martella. Traducción de Natalia Zarco. Editorial Elba
Hemos descubierto el jardín. El jardín como fuente de felicidad, de educación, de pensamiento. De un tiempo a esta parte algunas editoriales, y en esto Elba lleva el banderín de ser la referencia, han comenzado a mirar en la obra de los jardineros, de los paisajistas, o de los pensadores que encuentran en el jardín una fuente de inspiración, una paideia para sus alumnos. Por no hablar de Umberto Pasti y su jardín creado en Marruecos, en una aventura que ha narrado en un libro al tiempo exuberante y divertido. Marco Martella es en esto un pionero. En España tenemos a Santiago Beruete, que ha encontrado en el cultivo de las plantas, en la relación con los árboles, una vía para cultivar esa cualidad esencial del ser humano que es la curiosidad, tan atiborrada hoy, hasta dormirla en un manto de insatisfacción. Fleurs es una reunión de textos sobre la relación de algunas personas con los jardines. Constituye un puzzle de piezas que forman parte del gran paraíso.
No es la primera vez que hablamos de Marco Martella en FANFAN. Ya comentamos en esta página otra joya de su producción literaria, Un pequeño mundo, un mundo perfecto, también editada por Elba. En el camino de regreso al jardín, donde buscamos no solo la rehumanización de nuestra vida, sino una poesía de sentido de nuestra presencia en el mundo, Martella recorría en aquel libro algunos de los jardines más notables de Europa: Bomarzo en Italia, Versalles en Francia, Sissinghurst en Inglaterra. Pero también conversaba con algunos autores que han escrito sobre la relación entre el jardín y la poesía, sobre el afán del hombre por hacer de pequeños mundos un mundo de perfección.
En uno de los capítulos de este delicioso libro, el autor conversa con el paisajista Gilles Clément, y este recuerda un verso de Novalis donde dice que nuestra dificultad para reconocer el paraíso estriba en que éste está fragmentado y disperso por toda la tierra: «hay que reunir todos los pedazos del Edén que están dispersos por el mundo. ¿No es para eso para lo que sirven el arte y la poesía? ¿Para volver a hacer de esta pobre tierra del hombre un paraíso?». Clément termina su reflexión con la certeza de que podrá morir tranquilo: «¿sabes por qué? Porque he cuidado de un jardín. Y he plantado árboles….»
En estas líneas se encierra el espíritu de este libro por el que desfilan algunos personajes conocidos, algunos desconocidos, y por el que transita el escritor español Vila Matas, interlocutor del autor en una conversación en la que indagan sobre el escritor Teodor Ceric, autor de Jardines en tiempos de guerra. Ceric huyó de la guerra en Bosnia, y se refugió en Europa occidental. Con el tiempo descubrió en el jardín un refugio frente a las catástrofes de la historia. De vuelta en Bosnia, se retiró al campo en un rincón perdido y cortó sus últimos lazos con el mundo de las letras. Vivió sus últimos años dedicado al jardín. Martella recurre a Vila Matas para que le cuente sus conversaciones con Ceric en una sesión de espiritismo.
Narcisos, Rosas mosquetas, Pensamientos, Perejil gigante, Plumbagos, Campánulas, Rosas, Zagare (azahar) son los capítulos de un libro compuestos de esos fragmentos paradisíacos. En cada uno el pretexto es una flor, o una planta. Pero en realidad habla de personajes con los que «me he cruzado en el camino» como director dela revista Jardins. «Todos tienen algo en común: que, en un momento u otro de su vida, conocieron eso que llamamos «poesía de las flores», «el esplendor de la naturaleza (Palabras gastadas pero inevitables cuando se trata de jardines) Y no salieron del todo ilesos»
Fleurs no es solo un diálogo. No se trata solo de un libro «conversacional». Por momentos Martella lleva su curiosidad hasta la investigación, como si de una pesquisa se tratase, y hurga en el recuerdo de los hijos o de los especialistas que conocen la intimidad de la relación de las personas con sus jardines.