Donald Trump es el hijo político de la corrección política, del control de la opinión pública a través de ese canon de lo que puede ser pensado y dicho y de aquello que está proscrito, prohibido, censurado. Es probable que Vox, en España, sea también un producto de la corrección política. El sistema mediático reaccionó con furia a la irrupción del partido de Abascal. Pronto le colocaron la etiqueta de «extrema derecha». Vox ha aglutinado a capas de la población que se rebelan contra la corrección política, y que oponen a sus códigos de salón la realidad de personas a las que les gusta la caza y los toros, reconocen algunos efectos perversos de la ley contra la violencia » de género», o ponen entre sus prioridades la unidad nacional y la regulación de los flujos migratorios. Personas que no aceptan que les digan lo que tienen que pensar, lo que tienen que sentir, lo que tienen que decir.
Consejos para rebeldes
El libro de Dudda, editado por Debate se pregunta por todas estas cuestiones: por los efectos de la corrección política en el giro americano, por el Brexit como rebeldía frente a las élites de Londres, y sobre todo por la gran crisis que subyace a todo esto: la incapacidad de la izquierda de ofrecer un relato atractivo para votantes desencantados. Dudda defiende el cosmopolitismo, el pluralismo y la tolerancia, pero también algunas instrucciones interesantes para ser un rebelde, esa figura que se presenta a la vez como víctima y como héroe, contrario a todo consenso, adicto a la provocación. Y se aventura el autor a ofrecer algunas reglas para ser políticamente incorrecto, entre las que figura, como primera, el consejo de Hitchens en Cartas a un joven disidente: la recomendación de cuidarse de todo lo irracional por muy seductor que sea.
Reformular la corrección política
Dudda termina el libro con una invitación a reformular la corrección política como un acuerdo de mínimos, un acuerdo de convivencia en una sociedad plural y diversa. «Sería un acuerdo muy poco ambicioso y ñoño, ligeramente melancólico, ingenuo y casi imposible de aplicar. Y tan mínimo que solo tendría un punto: 1) ante todo no hagas daño» Una cura de humildad para una corrección política que con el pretexto del consenso sobre lo básico, ha caído en maximalismos para asfixiar al disidente con la tiranía de lo que se puede pensar, de lo que se puede hacer, de lo que se puede decir.
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