Cosas que nunca creeríais. De la ciencia ficción a la neurociencia. Rodrigo Quian Quiroga. Editorial Debate
La literatura y la ciencia ficción han imaginado, antes de que la ciencia lo confirmara, el mundo por el que transitamos. La neurociencia vive en el presente una gran revolución, por los descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro. Algunos de sus hallazgos nos hacen cuestionar certezas tan sólidas como el libre albedrío, o la existencia de un yo vinculado a cada persona. Rodrigo Quian Quiroga es, además del descubridor de las llamadas neuronas Jennifer Aniston (o neuronas concepto), un gran divulgador. Tiene la virtud de saber contar las cosas de la ciencia y de hacerlo de una forma amena. Conduce al lector con comodidad e interés por los laboratorios, los ensayos científicos y las especulaciones de la filosofía.
Blade Runner, Minority Report, Desafío total, Philip K. Dick, Jorge Luis Borges, Leibniz o Platón, son los títulos y nombres convocados en este libro de Rodrigo Quian, que es un viaje por el estado actual de la neurociencia. El lector introducido en esta rama científica encontrará que algunas de las certezas que expone Quian se conocen desde hace algunas décadas. Por ejemplo la seguridad de que nuestro cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de haberlas adoptado, o la función que el sueño tiene en la fijación de los recuerdos en la mente humana. Otras, como las llamadas neuronas concepto, son más recientes, y se deben a los trabajos científicos de este argentino apasionado de las neuronas y del fútbol.
Claro que el punto de partida de «Cosas que nunca creeríais» es la Inteligencia Artificial y la pregunta sobre la capacidad de las máquinas de clonar el modo de pensar humano. Quian no es muy partidario de esa visión apocalíptica que asegura que los robots tendrán pronto sentimiento y una autonomía tan vasta como para evitar su desconexión. La primera parada en el cine es 2001: Odisea del espacio. Dice Quian que el rasgo más notable de la inteligencia humana es «la capacidad de crear analogías y hacer diversos usos de las cosas, de desarrollar el sentido común y tener infinidad de maneras posibles de encarar y resolver los problemas». Si una máquina aprende a jugar al ajedrez hasta derrotara a Kasparov, eso solo indica que la computadora sabe jugar al ajedrez, y nada más. Si a la máquina se le dice que con el mismo tablero jugaremos a las damas, el humano se adaptará en segundos, mientras la máquina sufrirá un colapso total.
Y con ese mismo esquema, de películas y desafíos, repasa la naturaleza de la memoria, de los sentimientos. del libre albedrío. Una de las diferencias del cerebro humano con respecto a las máquinas es que nuestra mente no busca un retrato exhaustivo de la realidad, sino tratar de comprenderla. Para conseguirlo, la mente discrimina muchos detalles, desprecia diferencias, y extrae de la realidad conceptos que le sean útiles. Por eso, como escribe Borges en Funes, el memorioso, conocer es olvidar: para obtener el concepto de hoja el cerebro debe olvidar todas las hojas que ha visto, para quedarse con lo común esencial a todas ellas.
La aportación científica de Quian Quiroga reside precisamente en haber identificado las neuronas que, instaladas en el hipocampo, se encargan de almacenar conceptos. Tienen un papel fundamental: «el recuerdo de nuestras experiencias se basa en almacenar muy pocos conceptos asociados. El resto se pierde mayoritariamente en el olvido, lo cual nos permite concentrarnos en lo esencial para generar asociaciones y contextualizar cada nuevo conocimiento» Esa capacidad de olvidar detalles y concentrarnos en el significado de las cosas, es, dice Quian, la piedra angular de nuestra creatividad, para asociar conceptos dispares, como la luna y la manzana, que conectaron en la mente de Newton para dar luz a la teoría de la gravedad. Un libro apasionante, bien contado, y que plantea desarrollos futuros que interesarán a cualquier lector con ganas de saber hacia qué mundo vamos.