En los tiempos que corren, creo que es preciso recordar el dilema del erizo según Arthur Schopenhauer, una poderosa metáfora que ilustra la paradoja de la proximidad y el distanciamiento en las relaciones humanas. En un día de frío extremo, un grupo de erizos se encuentran con un dilema, necesitan juntarse para poder generar calor y evitar así morir congelados, pero al hacerlo, se clavan las púas los unos con los otros generando dolor a los demás, que reaccionan alejándose.
Viven a camino entre morir congelados o terminar gravemente heridos. Si usamos esta metáfora desde un punto de vista más amplio y la aplicamos a las dinámicas sociales y políticas de los países, vemos como las naciones se enfrentan a desafíos similares al de los erizos, necesitan cooperar con otras naciones al mismo tiempo que surgen tensiones y conflictos cuando los intereses de cada parte toman rumbos distintos.
Pongamos de ejemplo a Francia y Alemania, dos países del eje vertebral de la Unión Europea. Aunque comparten en líneas generales la misma visión de la integración europea, ambas presentan unos intereses y prioridades divergentes, generando roces en su relación. Otro ejemplo, algo más drástico, sería el caso de Gran Bretaña, que decidió abandonar la UE en el Brexit. Vemos de este modo como una nación puede alejarse del grupo por presentar diferencias irreconciliables, prefieren la soledad y el frío antes que aguantar los pinchazos del resto.
En el contexto político actual, podemos observar dos fuerzas opuestas en Europa: la ultraizquierda, la cual aboga por una mayor integración y solidaridad, pero al mismo tiempo atrapada en conflictos internos. En la otra cara de la moneda encontramos a la ultraderecha, promoviendo el nacionalismo y el distanciamiento, con el riesgo de conducir a un aislamiento y una vulnerabilidad mayor. Si bien es cierto, entre estos dos polos, encontramos una tercera opción: los conservadores.
Los conservadores, enfocados en mantener las tradiciones y la estabilidad, ofreciendo un mayor equilibrio en este dilema del erizo. La moderación y la prudencia podría ayudar a encontrar el término medio entre la unidad y la autonomía, permitiendo que las naciones puedan colaborar sin sacrificar su soberanía nacional.
Esta paradoja del erizo quizás nos permita aprender que en el término medio está la virtud. Quizás un equilibrio entre proximidad y distanciamiento entre países sea la clave, quizás trabajar codo con codo para superar los desafíos comunes sin llegar a provocarnos excesivo daño sea la opción más sensata. Como bien expone Schopenhauer, buscar una “solución óptima” entre no morir de frío y matarnos en el intento de no congelarnos sea la opción más sensata