Abecedario de pólvora. Yordán Radíchkov. Automática Editorial
Abecedario de pólvora es un conjunto de relatos ambientados en un mundo y tiempo pasados, unos relatos entrecruzados que recuerdan por este motivo a la película de Robert Altaman Vidas cruzadas, basada en las narraciones de Raymond Carver y, por su realismo mágico, a El distrito de Sinistra de Ádám Bodor.
Yordán Radíchkov (1929-2004) es un escritor, dramaturgo y guionista búlgaro, representante del realismo mágico. En 1959, publicó su primer libro de cuentos, El corazón late por el pueblo. En los años siguientes publicó diversas colecciones de cuentos que culminan con Abecedario de pólvora (1969). Sus obras han sido representadas y traducidas a numerosos idiomas. Fue nominado dos veces al Premio Nobel de Literatura. El pico Radíchkov, en la isla Livingstone, en la Antártida, lleva el nombre del escritor.
Un escritor que nació en Kalimánitsa, un pueblo que ya no existe porque fue tragado por una presa. Unas historias que nos hablan de unos tiempos y de una forma de vida que prácticamente han desaparecido.
Abecedario de pólvora fue publicado en 1969, en una época en que el régimen soviético seguía siendo firme y amenazando con el holocausto nuclear. Un sistema ideológico que controlaba con mano firme lo que decían sus creadores. Un país en el que la cultura se consideraba tan importante que todos los escritores tenían que escribir el mismo libro mientras, que en el bloque occidental la cultura, más allá de los eslóganes, tenía tan poca importancia que daba igual lo que escribiera cualquier escritor porque nadie iba a leerlo.
Nada más empezar el volumen, en el primero de los cuentos, La capa, probablemente el mejor del volumen junto con Recuerdos tardíos y Un hombre apacible, una entrada de diálogo ya nos marca el tono del libro: «Esto no es Alemania donde crían ovejas como elefantes». Y sabes que, sin duda, te lo vas a pasar bien, que vas a sonreír y vas a divertirte siguiendo las historias de Radíchkov, veinte cuentos con distintos narradores en primera persona, gente desconfiada, asustadiza, con un sentido común propio de piedras; cuentos, unos más narrativos, otros más etnográficos, otros más parabólicos, en los que el autor no tiene miedo a contar una historia y luego volver sobre lo contado para añadir detalles y que la narración, a pesar de ello, siga funcionando.
En los cuentos hay algunos elementos del folclore rural europeo adaptados al territorio búlgaro, los duendes y las brujas. Y frases propias del saber popular:«Los gendarmes te muelen a palos y no te creen, digas lo que digas».«Estando en casa y tranquilo, uno puede vivir a pan y agua».«Porque todas las cosas en este mundo temían al Tiempo, salvo la piedra».
«Antes, al otro lado vivía gente; solía humear un horno y toda la calle olía a pan recién hecho. Ahora no había ni horno, ni gente; los vientos habían barrido las cenizas, las lluvias habían lavado los rescoldos y debajo no había quedado más que una pila de piedras ahumadas».
En un determinado momento Radíchkov nos recuerda al Ausiàs March que escribió que el mar era «una cazuela que bulle» al decir: «nuestros ríos son todos bravos y espumosos; bullen como las ideas».
Uno, leyendo al búlgaro, puede llegar a pensar que quien le escribió el famoso discurso a Zapatero de las nubes se inspiró en las palabras del búlgaro cuando dice: «A veces nos tumbamos en las praderas mirando las nubes flotar sobre nosotros e imaginamos qué bonito sería si nos visitase un mago y preguntase a cada uno nosotros por su deseo».
Un artista amante del pasado, de lo que se perdió, de lo que se desvanece.