El mismo día que nuestro César Imperator entraba en la Fundación Pablo VI, entre gritos de traidor e hideputa, la Real Academia de la Lengua anunciaba la admisión en el diccionario de la palabra machirulo. Al César no le gustaron nada esas voces que le devolvían el golpe de la amnistía para la secesión y sus secuaces. Antes de su epifanía en la Pablo VI, el Gran Timonel había enviado a unos funcionarios de la Moncloa a tomar nota de quien vive en cada una de las ventanas del Colegio Mayor que se asoma al patio de la Fundación. A los residentes la policía les aconsejó que no abrieran las ventanas, que no contemplaran el abismo de un presidente del gobierno que después de haber hecho de la mentira su única estrategia, se presentaba en una institución que lleva el nombre de un pontífice, de uno que hace puentes, en lugar de construir muros, que es la alternativa que ha cogido Sánchez. El conducator llegó a la Fundación rodeado de escoltas y acompañado por algunas funcionarias o asesoras que se dedicaron a tomar fotos de las ventanas desde las que caía esa granizada de improperios, algunos pronunciados en voz baja, pero no suficientemente baja como para que oído del gran hermano capte y anote la falta, y prepare, hoy mismo, sin dilación, la represalia.
Ya dentro, César Imperator prometió a unas cuantas multinacionales que va a repartir miles de millones de dinero que no es suyo para que hagan negocio. Pero lo dijo el mismo día que la justicia británica ordenaba el embargo de las cuentas bancarias del Instituto Cervantes de Londres, por impagos del Reino de España, condenado en el arbitraje de las energías renovables. Aquel fue uno de los grandes fiascos de Zapatero, que Rajoy luego dejó pasar con su indolente pereza, y la que ha dado órdenes de no pagar es Calviño, por sugerencia imperativa de Sánchez.
Somos un país insolvente, y en todos los foros internacionales donde se habla de seguridad jurídica nos sacan los colores porque acumulamos condenas y sentencias incumplidas. Competimos en estos asuntos con Guinea Ecuatorial, país al que de vez en cuando le embargan un avión privado, propiedad de la familia Obiang, para cubrir algún pufo. De ahí que mientras anunciaba esa lluvia de millones ficticios antes las multinacionales, el Gran Timonel tuviera que aguantarse la mandíbula para no estallar en su carcajada equina, la misma que ensayo con tanto éxito en el debate de investidura. Al oír el anuncio, las empresas se quedaron frías como témpanos.
Poco antes de ese cálculo millonario, los gestores de las multinacionales pudieron leer un mensaje en Equis, antes Twitter, firmado por el ministro de Cultura, el ya célebre Urtasun. El muchacho recordaba el veinticinco aniversario de la muerte de Gloria Fuertes, y lamentaba el medio lustro que hemos pasado sin las rimas naif de la poeta. Si veinticinco años son medio lustro, ¿cuántas trolas caben en un siglo?
El mensaje contenía el mismo grado de ignorancia que el que el propio Urtasun había colocado unos días antes, cuando celebraba el centenario del nacimiento de Jorge Semprún. Que un tipo como Urtasun, que se negó a condenar en el Parlamento europeo el ataque exterminador de Hamás del 7 de octubre, celebre a Semprún, nos dice que no ha leído una línea de lo que escribió el celebrado, expulsado del Partido Comunista, y alérgico a todas las derivas terroristas, violentas, sectarias y fanáticas de la izquierda.
Urtasun, que se encomienda cada mañana a Dolores Ibárruri, ignora que la Pasionaria expulsó del partido a Semprún y a Claudín, a los que llamó, en una célebre reunión del comité central, intelectuales cabeza de chorlito. Al nuevo ministro de cultura, por cierto, ya han empezado a llegarle mensajes del llamado mundo de la cultura. Se denomina así a un grupo de abonados a la subvención, que exigen al ministerio más dinero, cada vez más dinero, para recordar al pueblo lo mala que es la derecha y lo buena que es la izquierda. La más entusiasta en esta ocasión, la primera que ha levantado la voz ha sido Silvia Abril, que ha reclamado más pasta para recordar a los españoles, ha dicho, que los padres de nuestros abuelos no pudieron votar. No sé en qué país vive esta señora, y dónde habitaba su bisabuelo, pero yo le aseguro que tanto mis abuelos como sus padres votaron. Mis bisabuelas lo hicieron incluso a pesar de la oposición del Partido Socialista al voto femenino.
Los días nos van dejando providenciales coincidencias. El martes nos trajo, además de la entrada en el diccionario de la academia de la palabra perreo, el nombramiento de la hermana de Óscar Puente como directora de seguridad jurídica del ministerio de justicia. La seguridad jurídica, oyentes, está en manos de la familia Puente, y al servicio del hombre que detenía los trenes en España cuando un fulano con tirantes le pedía explicaciones de lo de Puigdemont. En la composición de los nuevos ministerios, la familia ha ascendido con una vertiginosa velocidad, y ya no es suficiente ser de izquierdas y rigurosamente sectario, ahora hay que añadir el mérito del apellido. Los Puente triunfan en el gobierno del muro.
Para consolidar la solidez de la obra que separa la España del Gran Timonel en dos ya está Pachi López, que repite como portavoz, porque todavía no ha dado de sí todo lo que lleva dentro. En los últimos días le hemos visto reiterar esa maniobra obscena de la fuga grosera cuando un periodista pregunta. Digo un periodista porque me da lo mismo que el redactor se llame Miguel Ángel Aguilar o Vito Quiles. Me da igual si a López uno le cae bien y el otro le cae mal. Me es indiferente si se pone hasta las patas de güisqui con el primero y no se tomaría un “gran reserva” con el segundo. Todo eso es irrelevante. A los periodistas, cuando preguntan en la sala de prensa, se les contesta.
La sala de prensa del Congreso es como el hemiciclo de la cámara, pero en modo opinión pública. El deber del redactor es preguntar, y la obligación del portavoz es responder, lo que sea, como sea, tenga luces o no tenga luces, le haya dado Dios inteligencia o lo haya creado como un cretino para despertar nuestra indulgencia y nuestra piedad, y así reconocer que la obra de Dios es perfecta, porque contiene todas las imperfecciones posibles. Y es una indecencia que la mayor parte de los colegas de profesión del que preguntan se levanten y se marchen de la sala, despreciando al periodista que cuestiona, imitando la maniobra simia de López, sus hechuras de zafio atolondrado, su falta de argumentos para los innumerables atropellos de la ley que practican los suyos. La profesión parece corear aquel lema del a ti qué más te da. Pero si repasamos la situación de la prensa y de los medios veremos que la quiebra técnica de sus cuentas, su dependencia de la subvención y de la publicidad del Estado es tan trágica, que nos les cuesta nada imitar al bruto que ante la pregunta hace como que no oye, no ve, no sabe, no entiende. Es como esos portavoces de partidos que antes de ayer ponían la pistola encima de la mesa y ahora dicen que no responde a preguntas de medios de la extrema derecha. El cinismo ya es una moda nacional, instaurada por los Otegui, los López y los rufianes de la cámara.
La vida nacional está repleta de mensajes alarmantes que indican un deterioro colosal. Añado la decepcionante actitud del cura de una parroquia del barrio de Arguelles, de la calle Ferraz, en cuyo atrio un grupo de españoles reza estas noches de noviembre el rosario. La policía se presenta cada día para estorbar, pedir el carné de identidad e identificar a los orantes. Ahora la policía pide a los que rezan que se vayan a casa. Nunca han tenido esa actitud con nadie que pida lo que sea mirando a la Meca. Pero aquí lo más desconcertante es que el propio párroco de la iglesia les diga a los fieles en la puerta que se vayan, que recen en la otra esquina, donde brilla una sucursal del Banco Santander, donde los rezos suelen valer de poco si no tienes viruta en la cuenta. Hasta la Iglesia está en modo tibio y cobarde.
Menos mal, que como dijo el clásico, quedan jueces en Berlín. Este martes el juez Llarena, con voz tranquila y serena, le recordó al poder ejecutivo y al legislativo, donde se refugia ahora la insurrección, que el principio de igualdad ante la ley es la base de un sistema democrático. Y que a nadie se le puede impedir cometer un delito que ha sido perdonado a otros. Aquí se perdona la secesión y la traición, se alimenta la represión de unos chavales que llaman traidor al Gran Timonel, y se impide a otros rezar unas oraciones por España. Yo no voy a calificar el estado en el que estamos. Eso se lo dejo a ustedes.
Esto ha sido Buenos días España en Estudio Radio, al radio global en español.