En Cuentos únicos, hoy tenemos a una de las grandes del género, a la gran dama del sur, una mujer que pasó poco tiempo en la tierra pero nos dejó una obra que conmociona cada vez que la lees. Murió a los 39 años de lupus, la misma enfermedad que acabó con su padre. Su literatura es un punto central en la evolución del cuento en la literatura norteamericana.
La obra de Flannery O’Connor
Toda la obra de Flannery O’Connor está disponible en español, desde los Cuentos completos, editados por Lumen hasta Sangre sabia, que se puede encontrar en los clásicos de Letras Universales editados por Cátedra. La última edición de su obra la encontramos en un tomo de editorial Encuentro en el que se recogen cuentos con el título de uno de sus más célebres relatos: El negro artificial. Profundamente católica, la escritura y la oración se combinan en un solo acto. Una de las pruebas de esto que afirmamos es este cuento titulado Un hombre bueno es difícil de encontrar.
El mundo de Flannery O’Connor está poblado de seres freaks, como un predicador que quiere fundar una iglesia de Cristo sin Cristo (Sangre sabia), un asesino nihilista, un vendedor de biblias que seduce a una mujer lisiada con una pierna de madera.
Los O’Connor
Flannery O’Connor nació en Savannah (Georgia) el 25 de marzo de 1925. Su padre, Edward Francis O´Connor, hijo de comerciantes irlandeses que sirvió en la Guardia Nacional de Georgia, y luchó en la primera Guerra Mundial contra el Ejército Imperial Alemán. Su carácter era romántico e imaginativo, como el de su hija. Pareciera que la escritora a través de su escritura, no solo pretendiese trascender de una manera mística y religiosa, sino llegar a alvanzar la figura del padre ausente. En sus oraciones, Flannery pedía a Dios ser una buena novelista: «Por favor, ayúdame querido Dios, a ser una buena escritora» y es conocido que tras su visita a Lourdes para buscar un milagro que le salvara la vida confesó a una amiga que al entrar en la piscina había pedido inspiración para su próxima novela, había rezado por su novela «y no por mis huesos, que me importan menos».