Oxford, otrora templo de la cultura, va a revisar los programas de enseñanza de la música clásica. La música académica, han concluido los catedráticos oxonienses, provoca angustia en los estudiantes negros. Black Lives Matter. Insistir en Beethoven cuando en la clase tienes un negro, debe de crear una tensión insoportable, un estado previo al ataque de epilepsia. Desconozco si Wagner causa el mismo desequilibrio entre los epilépticos, en cuyo caso habría que empezar a clasificar a los músicos del barroco o a los compositores de vanguardia en función de las minorías. Debussy perturba a los hipertensos y Manuel de Falla a los indios del Amazonas.
¿Vivaldi molesta a los árabes con su sensual primavera? Proscrito. ¿Haendel irrita a los ecologistas? Condenado. He citado a Wagner, del que estoy seguro que no se escucha una sola nota en las clases multiétnicas y multiculturales de Oxford. Hasta en Israel le han levantado el veto al señor de las Walkirias. Ahora el sol se pone para Richard en otras regiones del mundo.
¿Cómo se comprueba el efecto de la música en las minorías? Basta con preguntarles, no es necesario hacer nada más. Es una cuestión empírica. De la misma forma que una editorial catalana busca “una mujer, joven, activista, poeta, con experiencia como traductora y, preferentemente, afroamericana” para verter al español y al catalán la obra de Amanda Corman, la poeta que se ha hecho célebre porque fue la elegida por Biden para leer parte de su obra en la ceremonia de toma de posesión del presidente de los Estados Unidos.
No ser lo suficientemente mujer, ni lo suficientemente negro, parece razón suficiente para declararte insuficiente como traductor
Que Biden no se durmiera durante la lectura nos advierte de que los poemas de la señora tienen un tono estimulante, y un contenido motivador. The Hill we climb es un bello poema que termina con estas palabras: ”Cuando llega el día salimos de la sombra, en llamas y sin miedo. El nuevo amanecer florece mientras lo liberamos, Porque siempre hay luz, si solo somos suficientemente valientes para verla, Si tan solo somos suficientemente valientes para ser la luz” Pido disculpas por esta traducción apresurada. Quizá debí encargarla a una mujer, activista y afroamericana, o a un negro artificial, como el del cuento de Flannery O’Connor. Que era blanca, santo Dios.
Una ola de puritanismo nos asedia, por mucha luz que vea Corman en su mundo. La editorial española de la poeta ha despedido a su primer traductor. Era un hombre. No ser lo suficientemente mujer, ni lo suficientemente negro, parece razón suficiente para declararte insuficiente como traductor. En tiempos de inteligencia artificial sería útil fabricar un negro artificial con todos los agravios de la historia, un negro que acumulara en su diseño todos los desgarros y las angustias del ser negro. Un negro que sea todos los negros.
Quien dice negro dice cualquier otra minoría o mayoría agraviada o molesta, o incómoda con algo que circule por ahí. Y una vez logrado, dejarlo todo en manos de ese androide mientras los demás nos dedicamos a estupidizarnos, y a cretinizarnos, si es que no lo somos lo suficiente. Oxford ha marcado el camino. La editorial española ha seguido su ejemplo. A Kafka que lo traduzca a partir de ahora una cucaracha. Es la única que sería capaz de comprender la hondura tenebrosa de La Metamorfosis. Una cucaracha artificial. Pero luego respondan, ¿quién se atrevería a cantar a Antonio Machín? Se admiten voluntarios.
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